58
Mientras Qhuinn y John la miraban con deliberada indiferencia, Layla se enderezó en el asiento duro en el que estaba sentada. Al mirar a su alrededor en el restaurante, solo vio humanos que disfrutaban tranquilamente de pequeños postres similares a los que ella tenía en su plato, así que le resultaba difícil entender cuál era el problema.
—¿Qué pasa? —susurró, inclinándose hacia delante. Por lo general creía que los humanos se parecían mucho a los vampiros y solo trataban de vivir su vida sin meterse con nadie. Pero daba la impresión de que allí pasaba algo, y esos dos machos debían de saber qué era.
Qhuinn la miró y sonrió de manera forzada.
—Después de alimentar al macho, ¿qué hiciste? ¿Qué hicieron ellos?
Layla frunció el ceño, pues quería que le dijeran qué era lo que pasaba.
—Ah…, pues traté de convencerlos de que lo trajeran al centro de entrenamiento. Supuse que como su camarada había acudido allí para que lo trataran, él también podría hacerlo.
—¿Crees que sus heridas eran mortales?
—Si yo no hubiese llegado a tiempo, sí, habrían sido mortales. Pero cuando me marché tenía mucho mejor aspecto. Respiraba casi con normalidad.
—¿Y tú te alimentaste de él?
Al hacer esa pregunta, el tono de voz de Qhuinn resonó con abierta preocupación. Hasta el punto de que, si los límites de su relación no hubieran estado bien establecidos, Layla habría podido pensar que estaba celoso.
—No, no lo hice. Tú eres el único con quien lo he hecho. —El silencio que siguió fue más revelador que las preguntas. El problema no eran los humanos que los rodeaban en el restaurante ni allá fuera, en las calles—. No entiendo —dijo ella con irritación—. Él estaba mal y yo lo ayudé. Vosotros más que nadie deberíais absteneros de discriminar a alguien simplemente porque es un soldado raso y no un personaje de noble cuna.
—¿Le contaste a alguien adónde ibas esa noche? ¿Lo que hiciste?
—El Gran Padre nos da mucha libertad. Llevo muchísimo tiempo alimentando y cuidando a los guerreros… Eso es lo que hago. Es mi propósito en la vida. No entiendo qué pasa…
—¿Has tenido algún contacto con ellos desde entonces?
—Tenía la esperanza de… Esperaba que uno de ellos, o los dos, aparecieran en cualquier momento en la mansión, de manera más formal, para poder ver de nuevo al que estaba herido. Pero no, no los he visto. —Layla apartó su plato—. ¿Queréis decirme de una vez qué pasa?
Qhuinn se puso de pie, sacó su cartera y dejó dos billetes de veinte sobre la mesa.
—Tenemos que regresar al complejo.
—¿Por qué te estás comportando tan…? —Layla bajó la voz, pues unas cuantas personas se volvieron para mirarlos—. ¿Por qué te pones así? ¿Quieres decirme qué pasa?
—Vamos.
John Matthew también se levantó; tenía una expresión de furia en la cara, con los puños y la mandíbula apretados.
—Layla, ven con nosotros. ¡Vamos!
Para evitar montar una escena en público, ella se puso de pie y los siguió hasta la calle. Pero no tenía ninguna intención de seguir sus órdenes y desintegrarse como una niña buena. Si esos dos se querían comportar así, iban a tener que explicarle la razón.
Así que se plantó en medio de la nieve y miró a los dos machos con odio.
—¿Qué es lo que os pasa a vosotros dos?
Un año antes, Layla jamás habría empleado ese tono de voz. Pero ya no era la misma hembra. Había cambiado mucho.
Al ver que ninguno de los dos machos respondía, sacudió la cabeza.
—No me voy a mover de esta acera hasta que me lo digáis.
—No, Layla, no nos hagas esto —dijo Qhuinn con brusquedad—. Tengo que…
—A menos que me digáis qué es lo que sucede, la próxima vez que alguno de esos soldados me llame podéis estar seguros de que voy a acudir…
—Entonces tú también te convertirías en una traidora.
Layla parpadeó.
—¿Perdón? ¿Una traidora?
Qhuinn miró a John de reojo. Al ver que el macho se encogía de hombros y levantaba las dos manos, se oyó una larga retahíla de obscenidades.
Y luego la tierra pareció abrirse bajo los pies de Layla.
—Creo que el macho que alimentaste es un soldado de nombre Xcor. Es el líder de un escuadrón de guerreros maleantes llamado coloquialmente la Pandilla de Bastardos. Y hace algún tiempo, en otoño, por la época en que tú lo alimentaste, acababa de perpetrar un atentado contra la vida de Wrath.
—Yo…, lo siento. Qué… —Al ver que Layla parecía a punto de desmayarse, John dio un paso adelante y la sostuvo—. Pero ¿cómo podéis estar seguros de que…?
—Yo fui el que lo hirió, Layla. Lo golpeé brutalmente para que los hermanos tuvieran la oportunidad de sacar a Wrath de allí y lo llevaran cuanto antes a casa, pues necesitaba atención médica urgente. Ellos son nuestros enemigos, Layla, tan enemigos como la Sociedad Restrictiva.
—Pero el otro… —Layla tuvo que aclararse la voz—. El otro soldado, el que me llevó a donde él estaba… A él lo atendieron en el centro de entrenamiento. Phury me llevó para que lo alimentara, con Vishous. Me dijeron que era un soldado honorable.
—¿Eso te dijeron? Quizá dejaron que pensaras que era así para no asustarte.
—Pero…, si él es un enemigo, ¿por qué lo acogieron?
—Ese era Throe, el segundo de Xcor. Su jefe lo había dejado abandonado para que se muriera y no íbamos a permitir que eso pasara estando bajo nuestra vigilancia. Tenemos la obligación de atender a todo soldado herido.
John sacó su móvil con la mano que tenía libre y mandó un mensaje rápido, pero Layla no vio de qué se trataba. Sentía que le ardían los pulmones, la cabeza le daba vueltas y tenía un remolino en las entrañas.
—¿Layla?
Alguien la estaba llamando, pero el pánico que la invadía era lo único que podía sentir en esos momentos. Mientras su corazón latía pesadamente y abría la boca para respirar, una pesada oscuridad descendió sobre ella…
—¡Puta mierda! ¡Layla!
‡ ‡ ‡
Saltando de un techo a otro, Xhex guardaba una distancia prudente respecto a Xcor mientras lo seguía de un callejón a otro, de un distrito a otro, en los que se enfrentaba con restrictores. Por lo que alcanzaba a ver, el macho era un guerrero eficiente en grado sumo y esa guadaña que llevaba a la espalda causaba terribles destrozos. Lástima que fuera un megalómano con ínfulas de ocupar el trono.
Xhex se mantuvo todo el tiempo al menos a una calle de distancia. No había razón para tentar a la suerte y correr el riesgo de que se diera cuenta de que lo estaban siguiendo. No obstante, tenía la sensación de que lo sabía. A juzgar por la manera como trataba a los enemigos, era un guerrero lo suficientemente inteligente como para suponer que Wrath y la Hermandad enviarían emisarios para perseguirlo, y, además, él no se escondía. Era un individuo con un patrón emocional particular dentro de un espacio geográfico limitado: combatía en Caldwell. Todas las putas noches.
¿Eh?
Cuando comenzaron a caer copos de nieve, el macho en cuestión cambió de rumbo y súbitamente comenzó a correr junto a su mano derecha, Throe. Xhex se desintegró hacia otro edificio para seguirlos. Y luego a otro. Y a un tercero. ¿Adónde iban? Acababan de salir del sector donde solían combatir y se dirigían derechitos a algún sitio…
Cuando habían recorrido casi un kilómetro, Xcor se detuvo; era evidente que estaba tratando de decidir si doblaba a la izquierda o a la derecha. Throe se paró junto a él y hubo un agrio intercambio de palabras entre los dos. ¿Quizá porque Throe se había dado cuenta de que iban en la dirección equivocada?
Mientras los machos discutían, Xhex miró hacia el cielo y luego a su reloj. Mierda. Xcor se desintegraría al final de la noche y lo perdería de vista. Teniendo en cuenta que sus instintos tenían un límite de acción, cuando se desintegrara el macho sería imposible de localizar.
Pero al menos ahora conocía su patrón emocional. Y, tarde o temprano, él o alguno de sus soldados iba a quedar herido y tendrían que evacuarlo de la ciudad en un coche. Era inevitable… Y de ese modo ella los encontraría: Xhex no podía perseguir un montón de moléculas dispersas por el aire, pero sí seguir un coche, una furgoneta, un camión. Esa sería su manera de entrar en su guarida. Y Dios sabía que hacía ya mucho tiempo que estaba esperando a que eso ocurriera.
Abruptamente, Xcor volvió a ponerse en movimiento y dio la vuelta al edificio desde el cual ella los observaba, lo que hizo que Xhex también tuviera que ponerse en marcha. Con gran habilidad, Xhex se agachó encima de la nieve endurecida que cubría el techo y dio la vuelta con él, pasando por encima de los conductos de la calefacción y otros aparatos. Cuando llegó al otro lado del edificio, ella…
John Matthew.
Mierda, su John no estaba lejos. ¿Qué demonios…?
John le había dicho que se iba a quedar en casa esa noche porque no tenía turno.
¿Con quién estaba? Qhuinn ya había dejado su afición por las putas… Y, en todo caso, esta no era la zona de la ciudad más indicada para esa clase de prácticas. Este era el barrio de los teatros.
Al desintegrarse y subir hasta la cornisa del edificio, Xhex miró hacia abajo. Al otro lado de la calle, en la boca de un callejón, John estaba entre las sombras, con Qhuinn y… Layla, quien se hallaba en los brazos de Qhuinn, como si se hubiese desmayado.
Mieeeerda. Algo grave estaba ocurriendo allí abajo. Un gran drama, uno que amenazaba con congelar el patrón emocional de la Elegida de una vez y para siempre.
Entonces Xhex dispersó sus moléculas y volvió a tomar forma frente a John, dándoles una sorpresa a todos.
—¿Está bien? —Señaló a Layla—. ¿Qué le pasa?
—Estamos esperando a Butch —dijo John por señas.
—¿Ya viene en camino?
—Está ocupado al otro lado de la ciudad en una misión de limpieza. Pero lo necesitamos ya.
Era obvio. Lo que fuera que había sucedido allí era grave.
—Ya puedes dejarme… —dijo Layla con voz ronca.
Qhuinn simplemente negó con la cabeza y siguió con ella entre los brazos.
—Mira, iAm no está lejos. —Xhex sacó su móvil y se lo enseñó—. ¿Quieres que lo llame?
—Sí, eso sería genial —contestó Qhuinn.
Mientras llamaba al Moro, Xhex se quedó mirando fijamente a John.
—Hola, iAm, ¿cómo vas? Sip. Aja, ajá… ¿Cómo lo has sabido? Sí, necesito un coche en el distrito teatral, ya… Eres genial, iAm. —Xhex terminó la llamada y dijo—: Listo. Llegará en menos de cinco minutos.
—Gracias —dijo John.
—¿Qué sucede? —preguntó Qhuinn al sentir que Layla comenzaba a ponerse rígida.
Xhex entornó los ojos y se concentró en el rostro de la Elegida, mientras el patrón emocional de la hembra se encendía…, como si estuviera excitada. Y también avergonzada. Y dolorida.
—Él está aquí —susurró la Elegida—. No está lejos.
John y Qhuinn sacaron enseguida sus armas, lo cual mostró la habilidad de Qhuinn, teniendo en cuenta que todavía sostenía a Layla entre sus brazos.
¿De quién diablos estaba hablando Layla…?, se preguntó Xhex.
¡Xcor!, se respondió a sí misma, al tiempo que dirigía la vista en la dirección en que estaba mirando la Elegida. Luego unió fácilmente las piezas del rompecabezas y dijo en voz alta:
—Por Dios… ¿Xcor?
iAm eligió ese momento para estacionar su BMW X5; una fracción de segundo después ya estaba en la acera y tenía la puerta abierta.
Qhuinn se abalanzó hacia el todoterreno y Layla no opuso ninguna resistencia mientras la metían en el coche como si fuera una inválida.
—Llevaos el vehículo —les dijo iAm a los machos—. Como si fuera vuestro.
Después de un apurado gesto de agradecimiento por parte de Qhuinn, hubo un breve momento de incertidumbre al tiempo que John miraba a Xhex.
Mientras se preparaba para una reacción masculina, Xhex sintió deseos de maldecir…
—La llevaremos a casa —dijo John por señas—. Tú quédate aquí y haz lo que tengas que hacer.
Y diciendo esas palabras, se subieron al todoterreno de iAm y se marcharon.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó iAm.
—Gracias, pero no —murmuró Xhex, mientras observaba cómo desaparecían por la esquina las luces rojas del coche—. Lo tengo todo bajo control.