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Que la hembra de la túnica blanca no fuera parte de un sueño fue una revelación que Xcor asimiló poco a poco, como cuando se despeja la neblina de un paisaje para revelar contornos y figuras que antes estaban ocultas.

Se encontraba de vuelta en la furgoneta, acostado en el mismo asiento en el que había viajado cuando lo sacaron de su refugio. Esta vez no era Zypher el que iba conduciendo. Throe iba al volante.

El macho había guardado silencio desde que abandonaron la pradera. Una actitud poco común en él.

Mientras miraba hacia el frente, Xcor se dedicó a observar el cuero falso con que estaba forrado el asiento que ocupaba.

—Entonces, ella es real —dijo después de un rato.

—Así es.

El herido cerró los ojos y se preguntó cómo era posible que existiera realmente una hembra como esa.

—Era una Elegida.

—Sí, una Elegida.

—¿Cómo lograste encontrarla y traerla?

Hubo una larga pausa.

—Me alimentó cuando estuve bajo la custodia de la Hermandad. Ellos le dijeron que yo era un soldado, sin identificarme como su enemigo, para no preocuparla.

—No deberías haberla usado —gruñó Xcor—. Al fin y al cabo, es inocente en toda esta mierda.

—¿Qué otra opción tenía? Te estabas muriendo. ¿Prefieres palmar?

Xcor quiso alejar esa idea de su mente y, en lugar de eso, concentrarse en la revelación de que aquello que consideraba una fantasía onírica era algo que realmente existía. Y que servía a la Hermandad. Y que había sido útil a Throe.

Por alguna razón, la idea de que su soldado se hubiese alimentado de la vena de aquella hembra hizo que a Xcor le dieran ganas de torcerle el cuello a ese macho. Pero los celos, probablemente infundados, eran solo uno de sus problemas. Y, desde luego, no el mayor de ellos.

—Has puesto en peligro nuestra posición.

—Ellos nunca la usarán para localizarnos. —Throe hablaba ahora con amargura—. ¿Crees que van a involucrar, aunque solo sea de refilón, a una Elegida en asuntos de guerra? Jamás lo harán. Los hermanos son muy chapados a la antigua y ella es demasiado valiosa. Nunca la llevarían ni a diez kilómetros del campo de batalla.

Al pensar las cosas un poco mejor, Xcor se dijo que probablemente Throe tenía razón: la hembra tenía un valor incalculable en muchos sentidos. Además, él y su Pandilla de Bastardos salían al empezar cada noche, así que no eran precisamente un blanco fácil. ¿Y si se encontraban con los hermanos? Volverían a enzarzarse en un combate. Él no era ningún afeminado, no pensaba salir huyendo de su enemigo. Era mejor planear las batallas, ser los atacantes, pero eso no siempre era posible.

Xcor suspiró y le hizo una pregunta inesperada.

—¿Cómo se llama?

Hubo un silencio.

Mientras esperaba una respuesta, la reticencia de Throe le hizo ver que tenía razón en sentir celos. Había algo, al menos por una de las partes: era evidente que su segundo al mando sentía lo mismo que él.

—¿Me dices su nombre?

—No lo sé.

—¿Cuánto hace que la ves?

—No había vuelto a verla. La busqué solamente para curarte. Recé para que viniera y así ocurrió.

Xcor respiró larga y lentamente, sintiendo cómo sus costillas se expandían sin causarle dolor por primera vez desde que se había enfrentado a aquel guerrero de los ojos distintos. Era la sangre de la Elegida corriendo por sus venas. Ciertamente se trataba de una hembra milagrosa: esa sensación de ahogarse dentro de su propio cuerpo ya había disminuido, las palpitaciones de su cabeza comenzaban a ceder y el corazón parecía recuperar un ritmo regular.

Y, sin embargo, la fuerza que corría por sus venas y le traía de regreso desde el abismo de la muerte no presagiaba nada bueno para él y sus soldados. Si esto era lo que la Hermandad tenía normalmente, es que eran más fuertes no solo por virtud de su linaje, sino por la forma en que se alimentaban.

Pero no eran invencibles. El tiro de Syphon había demostrado que hasta el vampiro de sangre más pura, el rey, tenía sus puntos vulnerables.

De todas formas, había que plegarse a la realidad: los hermanos eran más peligrosos de lo que Xcor había pensado.

Y en cuanto a la hembra… Volvió a mirar la espalda del conductor.

—¿Vas a invocarla de nuevo?

—No. Nunca.

Throe había respondido sin vacilar, lo cual sugería que era una mentira o una promesa. Por el bien de ambos, Xcor esperaba que se tratara de lo segundo…

Joder, en qué estaba pensando. Se había alimentado de ella una sola vez y además no le pertenecía. Nunca sería suya, por demasiadas razones. En efecto, al pensar en la manera en que hasta aquella prostituta humana había huido de él hacía unos meses, Xcor se dijo que alguien tan puro y perfecto como aquella Elegida nunca tendría nada que ver con un ser como él. Throe, sin embargo, podía tener alguna oportunidad. Pero claro, tampoco era un hermano.

Sin embargo, estaba enamorado de ella.

Y esa criatura estaría acostumbrada a que la amasen.

Xcor cerró los ojos y se centró en sentir cómo su organismo, su vida, volvía a tejerse como una red.

De repente se sorprendió anhelando que su cara, su pasado y su alma pudieran experimentar el mismo proceso de rejuvenecimiento. Naturalmente, Xcor mantuvo ese deseo en secreto, para sí. En primer lugar, porque era imposible. En segundo, porque solo era un capricho pasajero, producto de la visión de una hembra hermosa que, sin duda, habría sentido repulsión por él. Realmente, Xcor ya no tenía oportunidad de redimirse. Había asestado un poderoso golpe a la Hermandad y ellos vendrían a buscarlo con toda la fuerza que pudieran reunir.

También estarían tomando otras medidas: si Wrath había muerto sin descendencia, intentarían ocupar el trono con el macho más cercano al linaje de Wrath que pudieran encontrar. O quizá el rey estuviese al borde de la muerte… O tal vez había logrado salvarse gracias a toda esa tecnología médica que habían acumulado en su complejo.

Normalmente, esa clase de pensamientos lo consumirían por completo y la falta de respuestas le retorcería las entrañas, haciéndolo pasearse de un lado a otro, como un loco, si no estaba combatiendo.

Pero ahora, sin embargo, el estado de pesadez que seguía a la ingestión de sangre hacía que esas cavilaciones no fueran más que lejanos gritos de alerta que no llegaban muy lejos y no lograban alterarlo.

La hembra que había visto bajo el árbol fue la imagen en la que se refugió.

Eso sí que le alteraba, para qué negarlo.

Trató de recordar su imagen y se dijo que podía permitirse una noche de distracción. No estaba en condiciones de combatir, ni siquiera después de alimentarse, y de todas maneras, sus soldados se encontraban en las calles luchando contra los restrictores, así que tampoco es que su grupo estuviese paralizado.

Una noche de descanso. Y después la olvidaría, tal como hacemos con las fantasías y las pesadillas. Una jornada de tregua… y vuelta al mundo real de la batalla.

Solo una noche.

Eso era todo lo que concedería a su fantasía…

Siempre y cuando, señaló una vocecita, Throe cumpla su promesa y nunca más vuelva a invocarla.