50
—¿Qué ha cambiado, John?
En la habitación que Xhex y él habían compartido en su día, John se acercó a las ventanas y sintió el frío que se colaba por los cristales. Abajo, los jardines brillaban iluminados por las luces de seguridad aquella luna falsa hacía que el muro de cemento que rodeaba la terraza pareciera fosforescente.
Contemplando el paisaje, John pensaba que no había mucho que observar. Todo estaba preparado ya para el invierno: las jardineras cubiertas con mallas, los frutales con bolsas, la piscina vacía. Las hojas que caían de los arces y los robles del bosque que rodeaba el jardín volaban sobre la hierba cortada y rala, como indigentes en busca de refugio.
—John, ¿qué demonios sucede?
Al final, Xhex no se había comprometido a nada y él no la culpaba. Los cambios radicales de opinión podían desorientar mucho…
¿Cómo podía explicar lo que sentía?, se preguntó mientras buscaba las palabras correctas.
Después de un rato se dio media vuelta, levantó las manos y dijo:
—Tenías razón.
—¿Sobre qué?
Sobre todo, pensó John, mientras volvía a hablar por señas.
—Anoche vi cómo Qhuinn salía en medio del combate, solo. Wrath había caído herido; estábamos perdiendo la batalla; la Hermandad todavía no había llegado con refuerzos…, las balas silbaban por todas partes. La Pandilla de Bastardos nos tenía rodeados y se nos estaba acabando el tiempo debido a la herida que había recibido el rey. Qhuinn… Verás, él sabía que el rey tendría una oportunidad si salía de la casa, él sabía que si cubría el garaje, tal vez podríamos sacar a Wrath de allí. Y, casi me muero, pero lo dejé salir afuera. Él es mi mejor amigo… y lo dejé salir.
Xhex se sentó lentamente en una silla.
—Esa es la razón por la cual Wrath tiene el cuello vendado y Qhuinn está…
—Se enfrentó a Xcor, cuerpo a cuerpo, y así le ofreció a Wrath la posibilidad de sobrevivir. —John sacudió la cabeza—. Lo dejé salir solo porque… yo sabía que él tenía que hacer lo que pudiera. Era lo correcto para la situación en que nos encontrábamos.
John comenzó a pasearse y luego se sentó a los pies de la cama, apoyó las palmas de las manos en las piernas y comenzó a frotarlas.
—Qhuinn es un buen guerrero, es fuerte y decidido. Un estupendo tirador. Y gracias a lo que hizo, Wrath está vivo hoy…, así que… Qhuinn tenía razón, aunque era peligroso.
John levantó la vista hacia Xhex.
—Tu situación es igual aquí. Necesitamos ese rifle para declararles la guerra a los Bastardos… Wrath precisa tener pruebas. Tú eres una guerrera que puede salir durante el día, ninguno de nosotros puede hacer eso. También tienes tus habilidades symphath, si las cosas se ponen críticas. Tú eres la persona perfecta para el trabajo; aunque la idea de que te acerques a ellos me aterra, tú eres la persona que debe ir a donde están ellos.
Hubo una larga pausa.
—Yo no sé qué decir.
John se encogió de hombros.
—Esa es la razón de que no te explicara nada de antemano. Yo también estoy cansado de hablar. En cierto momento, las palabras dejan de tener sentido. Lo que importa son los actos. Las pruebas. —Al ver que Xhex se restregaba la cara como si le doliera la cabeza, John frunció el ceño—. Pensé que esto te haría feliz.
—Sí, claro. Es genial. —Xhex se puso de pie—. Lo haré. Claro que lo haré. Voy a tener que seguir trabajando en el negocio de Trez, pero comenzaré las pesquisas esta misma noche.
John sintió una punzada de dolor, miedo y amor en sus entrañas.
Esperaba que esto los acercara de nuevo.
Que fuera como una tecla que reiniciara el sistema.
Silbó para que ella volviera a mirarlo.
—¿Qué sucede? Pensé que esto cambiaría las cosas.
—Ah, es evidente que ya han cambiado. Si no te importa, voy a salir… —Al sentir que se le quebraba la voz, se aclaró la garganta con una tos forzada—. Sí, voy a hablar con Wrath. A decirle que cuente conmigo.
Mientras avanzaba hacia la puerta, Xhex parecía totalmente trastornada y se movía con rigidez.
—¿Xhex? —dijo John por señas, pero no sirvió de nada porque ella ya no lo estaba mirando.
Silbó, pero como ella continuaba sin responderle la siguió hasta el pasillo. Entonces le dio un golpecito en el hombro, pues no quería ofenderla agarrándola del brazo.
—John, por favor, déjame ir…
John se paró frente a ella y se quedó sin aire. Xhex tenía los ojos llenos de lágrimas, aquellas lágrimas rojas.
—¿Qué sucede? —preguntó con desesperación.
Ella parpadeó rápidamente, pues no quería que la viese llorar.
—¿Acaso crees que voy a estar saltando de felicidad porque ya no me amas?
John estuvo a punto de caerse de espaldas.
—¿Cómo?
—No sabía que el amor pudiera terminar, pero es claro que…
—¡Mentira! —John golpeó el suelo con sus botas porque tenía que hacer algún ruido—. ¡Todavía estoy perdidamente enamorado de ti! Y esto tiene que ver directamente con nosotros dos, porque quiero estar contigo de nuevo, y a la vez no tiene nada que ver, porque, te ame o no, este sigue siendo el mejor camino a seguir. ¡Tú eres la persona indicada para el trabajo!
Xhex se quedó momentáneamente perpleja y lo único que podía hacer era mover los párpados. Luego cruzó los brazos sobre el pecho y miró a John.
—¿Hablas en serio?
—¡Sí! —John se contuvo para no saltar de nuevo—. Dios, sí… Mierda, sí… Es toda la verdad, por supuesto.
La hembra desvió la mirada. Y después volvió a mirarlo. Al cabo de un momento, dijo con voz ronca:
—Detesto no estar contigo.
—Yo también. Y lo siento. —John sintió que su corazón se serenaba. Al menos dejaba de palpitar como si fuera a salirse del pecho—. No creo que pueda llegar a pelear hombro con hombro contigo. Eso es como esperar que un cirujano opere a su mujer. Pero no me voy a interponer en tu camino, y ningún otro lo hará. Tú tenías razón desde el principio, llevas peleando desde mucho antes de conocerme y deberías poder hacer lo que te place. Sin embargo, no me siento capaz de verte hacerlo. Aunque puede suceder, me gustaría evitarlo en la medida de lo posible.
Xhex lo miraba. John tuvo la sensación de que ella estaba examinando su estado de ánimo, gracias a las habilidades de su otra naturaleza. Mejor, nada tenía que ocultar de lo que había en su mente, su corazón y su alma.
No sentía por ella otra cosa que amor.
Y quería que volviera.
No, definitivamente no tenía nada que ocultar.
Y aquellas palabras que acababa de decir no solo las había pensado largo y tendido, sino que sabía que formulaban principios con los cuales podría vivir. Esta no era la reacción de un macho recién emparejado que cree que la vida siempre va a ser una fiesta solo porque tiene en sus brazos a la chica de sus sueños.
El macho que hablaba ahora había vivido varios meses sin su compañera y había pasado un terrible desierto, el de saber que la persona a la que amas se encuentra en el planeta pero no forma parte de tu vida. Ahora era un macho adulto que salía del infierno con una nueva comprensión de sí mismo… y de ella.
John estaba listo para comprometerse de verdad.
Solo rezaba para que no fuera el único.
‡ ‡ ‡
Mientras miraba a John, Xhex se sorprendió parpadeando como una idiota. No se esperaba nada de aquello: la llamada personal de Wrath, la oportunidad que se le presentaba… Y, menos aún, lo que John le estaba diciendo.
Su John estaba siendo absolutamente honesto, no era una estrategia calculada para volver a llevarla a su lado. Para saberlo no le hacía falta examinar su patrón emocional. Esa no era su manera de ser. John estaba seguro de cada palabra que decía.
Y todavía la amaba, gracias a Dios.
El problema era… que ella ya había vivido eso con John. Estuvo lista para llevar una vida normal y feliz, pero la relación más importante de su vida se había desmoronado.
—¿Estás seguro de que no te importa que vaya a su refugio, esté donde esté, y que tal vez luche contra ellos? ¿No te importa que afronte la misión sin refuerzos?
—Si te ocurre algo, me convertiré en Tohr. De inmediato. Al cien por cien. Pero el temor de que eso suceda no hará, en ningún caso, que intente mantenerte en casa.
—Pero fuiste muy vehemente al afirmar que no querías ser como Tohr.
John se encogió de hombros.
—Pero me convertiré en un amargado como él si no estamos juntos. Cuando te hirieron, creo… Creo que tuve esa idea de que si podía evitar que salieras a combatir estaría a salvo de lo que él está sufriendo, que no estaría expuesto a que terminaras apuñalada o… algo peor. Pero, claro, el centro de Caldwell no es el lugar más seguro del planeta y no es que trabajes en una escuela para niños en ese club de Trez. Lo más importante es que quiero estar siempre a tu lado, ahora, en la vejez, en la ciudad a la que vayas cuando recibas un tiro del enemigo… Si te pasa algo, estaré muerto, pero estaré contigo.
Xhex entornó los ojos. Podía ver el patrón emocional de John, pero no cada parte de su cerebro, y antes de abrirse de nuevo a él y abrigar otra vez esperanzas, era fundamental saber si su amado lo había pensado bien.
—¿Y qué sucederá después? Digamos que consigo el rifle y lo traigo aquí y resulta que fue el arma que usaron. ¿Qué pasará si quiero ir a combatir con ellos? Wrath no es mi rey, pero el tío me cae bien y la idea de que alguien trate de borrarlo de este mundo me molesta mucho.
John sostuvo la mirada de la hembra sin vacilar, lo cual la llevó a creer que en realidad sí había considerado esa posibilidad.
—Siempre y cuando no tengamos que combatir juntos, estaré bien. Si tengo que acudir como refuerzo, bueno, así son las cosas y ya veremos cómo lo hacemos, es decir…, ya veré cómo lo hago. Sencillamente, no quiero estar en el mismo campo de batalla contigo, si podemos evitarlo.
—¿Qué pasaría si quiero conservar mi trabajo con Trez? Quiero decir de forma permanente.
—Eso es asunto tuyo.
—¿Y si quiero seguir viviendo en mi cabaña?
—En realidad, en este momento no tengo ningún derecho a exigirte nada.
Desde luego, eso era exactamente lo que ella quería oír: nada de límites a su libertad, sería libre de elegir, libre e igual.
Dios, ella se moría por aceptar esas condiciones. Estar lejos de John había sido lo más duro que había tenido que vivir. Pero estaba acostumbrada al sufrimiento crónico y sería peor tener que aclimatarse a ese infierno otra vez. Xhex no se sentía capaz de superar otra ruptura…
—Lo que busco no es «hacer las paces» contigo y luego volver a las andadas, Xhex. Mierda, de verdad ansío que hagamos lo que te he dicho. Así es como espero que sean las cosas de ahora en adelante. Y, como ya te he dicho, las palabras no significan nada. Así que, ¿por qué no te pones a trabajar para ver qué pasa? Déjame demostrarte con actos lo que acabo de decirte.
—¿Te das cuenta de que no sería capaz de sobrevivir a otra ruptura contigo? No puedo. Es demasiado duro.
—Lo siento tanto… —Mientras hablaba con las manos, John modulaba las palabras también con los labios, y la expresión de vergüenza de su cara era como una puñalada en el pecho de Xhex—. Lo lamento tanto… No estaba listo, nunca había considerado las implicaciones de nuestra convivencia hasta que estuve metido hasta el cuello en ellas. Lo he llevado tan mal… Me gustaría que me dieras otra oportunidad. Pero cuando tú digas, cuando tú quieras hacerlo.
Xhex pensó en lo que había ocurrido hacía un millón de años, con Lash, en aquel callejón, cuando John le concedió la oportunidad de vengarse y permitió que fuera ella quien matara a su enemigo. Y eso había ocurrido a pesar del instinto protector de los machos enamorados que, sin duda, ya estaría atizando sus deseos de descuartizarlo con sus propias manos.
John tenía razón, pensó Xhex. Las buenas intenciones no siempre funcionan, pero él podría demostrar con el tiempo cómo serían las cosas a partir de ahora.
—Está bien —dijo al fin con voz ronca—. Intentémoslo. ¿Me acompañas a ver a Wrath?
Y fueron juntos hasta el estudio del rey.
A cada paso que daban el suelo parecía moverse, a pesar de que la mansión era tan sólida como una roca. Pero es que Xhex se sentía como si el terremoto que había puesto su vida patas arriba por fin se hubiese detenido, aunque todavía no confiaba en su propio equilibrio ni en la estabilidad del suelo que tenía bajo sus pies.
Antes de llamar a la puerta del estudio, Xhex se volvió hacia el macho que se había grabado su nombre en la espalda. El encargo que estaba a punto de aceptar era peligroso, vital para Wrath y la Hermandad. Pero las implicaciones para su propia vida y la de John le parecían incluso más significativas.
Entonces Xhex se acercó a él y lo abrazó. Cuando John le devolvió el abrazo, ella sintió que seguían encajando como siempre, como un guante.
Dios, cómo deseaba Xhex que esta vez funcionara.
Si además atrapaba a Xcor y a su grupo de fenómenos…
Sería un plus estupendo.