5
Con su experiencia de doscientos años como macho apareado, Tohr estaba bastante familiarizado con las discusiones entre un guerrero testarudo y una hembra de carácter. Sin duda era ridículo sentir nostalgia al ver la forma en que John y Xhex se estaban mirando en ese momento. Pero no podía evitar esa sensación.
Dios, él y su Wellsie también habían tenido unas cuantas buenas peleas en su época.
Cómo echaba de menos aquellas maravillosas broncas.
Tohr hizo un esfuerzo para volver al presente y se interpuso entre la pareja, pues entendía que allí, en plena batalla con los restrictores, el horno no estaba para disputas conyugales. O mejor dicho, para esa disputa conyugal. Si se hubiese tratado de otras dos personas, nunca habría levantado un dedo. Los romances no eran asunto suyo, pero se trataba de John. Es decir, del hijo que alguna vez había deseado tener.
De modo que habló con tono tajante.
—Es hora de regresar a la mansión. Los dos necesitáis atención médica.
La pareja respondió al unísono, con las mismas palabras.
—No te metas en esto…
—No te metas en esto…
Tohr estiró el brazo y agarró a John Matthew de la nuca, haciendo fuerza hasta que lo obligó a mirarlo.
—No es momento de comportarse como un idiota.
—Ah, claro, solo tú puedes comportarte como un idiota…
—Pues sí, chico, así son las cosas. Ese es el privilegio de la edad. Ahora cierra la boca y súbete al coche.
John frunció el ceño. No se había dado cuenta de que Butch acababa de llegar con el Escalade.
—Y tú… —Tohr se dirigió a la guerrera con un tono más suave—. Haznos un favor a todos y ve a que te atiendan esa herida. Después puedes decirle a John lo que quieras, pero, por ahora, esa puñalada no hace más que empeorar. Necesitas que nuestros cirujanos te atiendan rápido y, como eres una hembra razonable, reconocerás que tengo razón en lo que digo…
John trató de terciar, pero Tohr le cortó, amenazante, apuntándole con el índice.
—Tú te callas. Y ella va a regresar al complejo por sus propios medios. ¿No es así, Xhex? No va a subirse al todoterreno contigo.
John comenzó a mover las manos, pero se detuvo porque Xhex dijo:
—Está bien. Ya me voy.
—Bien. Vamos, hijo. —Tohr empujó a John hacia el todoterreno. Estaba dispuesto a llevarlo de una oreja si era necesario—. Es hora de dar un paseo.
Joder, John estaba tan furioso que la cara le ardía. Se podría haber frito un huevo en sus mejillas.
Tohr abrió la puerta del copiloto de par en par y metió a John de un empujón, como hubiera metido la mochila, los palos de golf o la bolsa de la compra.
—¿Podrás abrocharte el cinturón como los niños mayores o tendré que hacerlo yo?
John levantó un poco el labio superior para enseñar sus colmillos, pero Tohr se limitó a sacudir la cabeza mientras se recostaba, exhausto, en el todoterreno. Joder, se encontraba realmente agotado.
—Escúchame… Te habla un macho que ha estado muchas veces en esta misma situación, sé que lo que necesitáis ahora es un poco de distancia y algo de tiempo para calmaros. Cada púgil en su esquina del cuadrilátero. Luego podréis hablar del asunto y… —De repente pareció quebrársele la voz—. Bueno, si la memoria no me engaña, el sexo después de la reconciliación suele ser fantástico.
John Matthew moduló con la boca un par de groserías. Luego dio un par de cabezazos al respaldo de la silla.
Tohr suspiró. Nota mental: pedirle a Fritz que compruebe si el asiento ha sufrido algún daño.
—Créeme, hijo. Pasaréis por esto de cuando en cuando y lo mejor es que empecéis a ponerle un poco de racionalidad a las discusiones desde el principio. Yo tardé unos buenos cincuenta años en entender que siempre empeoraba las cosas…, hasta que descubrí la mejor manera de manejar las discusiones. Aprende de mis errores.
John dejó caer la cabeza y comenzó a modular con los labios:
—La amo tanto que me moriría si le pasa algo…
Tohr trató de respirar hondo para hacer caso omiso del dolor que le causaban esas palabras.
—Lo sé. Confía en mí… Lo sé.
Entonces cerró la puerta del todoterreno y se dirigió hacia el lado del conductor para hablar un momento con Butch. El policía bajó la ventana y Tohr le dijo en voz baja:
—Conduce lo más lento que puedas y ve por el camino más largo. Tratemos de que llegue cuando a ella ya la hayan operado. Lo último que necesitamos es que John Matthew esté dando la lata a Manny mientras opera a Xhex.
El policía asintió con la cabeza.
—Oye, ¿y tú no quieres volver con nosotros? No tienes muy buena pinta que digamos.
—Estoy bien.
—¿Estás bien? ¿Seguro que sabes lo que significan esas dos palabras?
—Sí. Nos vemos más tarde.
Cuando dio media vuelta, Tohr vio que Xhex ya se había marchado, sin duda en dirección a casa, tal como había dicho. Aunque estaba furiosa con John, no cabía duda de que no era ninguna estúpida y no iba a poner en peligro su salud ni su futuro por una regañina.
Después de todo, las hembras no son solo el sexo más bello, sino también el más razonable.
Lo cual explicaba que la raza hubiese sobrevivido durante tanto tiempo.
Mientras el Escalade arrancaba a paso de tortuga, Tohr se imaginó lo entretenido que sería el trayecto para Butch. ¡Pobre desgraciado! ¡Vaya viajecito que iban a darle!
John seguía empeñado en ir con su amada y Tohr, a punto de perder la paciencia, trataba de evitarlo. Cuando al fin terminó su perorata, los machos que lo estaban observando mientras hablaba se unieron a sus protestas contra John:
—Es hora de regresar a la mansión.
—Necesitas atención médica.
—Tú eres un macho razonable y estoy seguro de que verás que tengo razón.
—Ahora no te portes como un imbécil.
Al final, Rhage lo resumió todo con tres palabras:
—Ya. A casa.
Maldición.
—¿Teníais esto ensayado? —dijo John por señas.
—Sí, y como sigas en tus trece —Hollywood se metió un caramelo en la boca mientras hablaba—, lo volveremos a hacer, pero esta vez con mímica, para que nos entiendas mejor.
—Por favor, dejadme en paz, no es necesario.
—Bien. Porque si no accedes a regresar somos capaces de cualquier cosa —dijo Rhage—, incluso de cantarte cancioncitas infantiles para que seas un buen nene.
Dicho esto Rhage se puso a cantar una nana, poniendo caras raras, como las que se ponen a los bebés.
Los otros lo observaban como si de pronto le hubiese salido un cuerno en mitad de la frente. De todas formas, las payasadas de ese vampiro no eran una novedad para los presentes.
Rhage se dio la vuelta en mitad de la nana, sacó el trasero y comenzó a darse palmaditas, en actitud más que cómica.
—Por amor de la Virgen Escribana —murmuró Z, al tiempo que miraba a John—, evítanos este espectáculo y regresa ya a la casa.
—¿Sabéis una cosa? Nunca había pensado en las ventajas de ser ciego…
—O sordo.
—O mudo —agregó alguien más.
Tohr miró a su alrededor, con la esperanza de que el muchacho cediera de una vez.
El payaso era capaz de empezar a imitar a Elvis Presley.
Y sus hermanos nunca se lo perdonarían.
‡ ‡ ‡
Una hora y media…
Regresar a casa les llevó una hora y treinta putos minutos.
John se dijo que Butch solo podía haber hecho el viajecito aún más largo tomando un desvío por Connecticut. O tal vez por Maryland. O por Pekín, quién sabe.
Cuando finalmente llegaron a la gran mansión de piedra, John ni siquiera esperó a que el Escalade se detuviera, o disminuyera la velocidad. Abrió la puerta y saltó con el vehículo aún en movimiento. Cayó, pero se levantó de un salto y salió corriendo en dirección a la entrada principal; después de irrumpir en el espacio de seguridad que antecedía al vestíbulo, puso la cara tan cerca de la cámara que casi rompió la lente con la nariz.
La inmensa puerta de bronce se abrió bastante rápido. John ni siquiera se preocupó por ver quién le había abierto. El increíble vestíbulo de colores, con sus columnas de mármol y malaquita y su techo pintado, le pasó totalmente desapercibido. Al igual que el suelo de mosaico, que atravesó a la carrera. También ignoró los gritos de alguien que lo llamaba por su nombre.
Al llegar a la puerta que había debajo de la gran escalera, bajó corriendo hasta el túnel que conducía al centro de entrenamiento y, después de insertar el código de seguridad a una velocidad increíble, atravesó el pasadizo en segundos. Luego entró en el centro de entrenamiento a través de la puerta situada al fondo del armario de material de oficina. Saltó por encima del escritorio y salió como un rayo por las puertas de vidrio y…
—La están operando en este momento. —Era V, que le hablaba desde lejos, a unos cincuenta metros. El hermano estaba de pie, en la puerta de la sala de reconocimientos principal, con un cigarro entre los dientes y un mechero en la mano enguantada—. Todavía tardarán otros veinte minutos, o más.
Sonó un chasquido, apareció una pequeña llama y la acercó a la punta de su cigarro. Tras la primera calada, el aroma del tabaco turco inundó todo el corredor.
Mientras se restregaba la cabeza dolorida, John se sintió como un alumno al que hubieran expulsado de clase.
—Todo va a ir bien. —V lanzó una nueva columna de humo.
Ya no había nada que hacer. No porque Xhex estuviera en la mesa de operaciones, sino porque estaba claro que habían apostado a V en el corredor para que hiciera de puerta viviente. No podría entrar en la sala hasta que el hermano se lo permitiera.
Lo cual, probablemente, era una sabia medida. Porque, teniendo en cuenta el estado de ánimo en que se encontraba, John era perfectamente capaz de atravesar la puerta como si fuera de cartón y dejar su silueta recortada en el panel, como ocurría en los dibujos animados. Y, naturalmente, eso es lo último que conviene en medio de una fiesta de bisturís y escalpelos.
Ya sin objetivo, John poco menos que se arrastró hasta donde se encontraba el hermano.
—Te han puesto aquí para impedir que entre, ¿no?
—Qué va. Solo he salido a fumarme un cigarro.
—Sí, claro.
Después de recostarse contra la puerta, junto a V, John sintió la tentación de liarse a cabezazos contra la pared de cemento, pero no quería hacer ruido.
Demasiado pronto, pensó el vampiro enamorado. Demasiado pronto para verse otra vez allí, junto al quirófano mientras operaban de nuevo a Xhex. Demasiado pronto para haber tenido la primera pelea. Demasiado pronto para tanta tensión y tanta rabia.
—¿Puedo probar uno de esos? —dijo con señas.
V arqueó una ceja, pero no se opuso. El hermano sacó del bolsillo una bolsa llena de tabaco y papel de liar.
—¿Quieres hacer los honores tú mismo?
John negó con la cabeza. En primer lugar, aunque había visto a V liar cigarrillos en incontables ocasiones, nunca lo había intentado. Además, no estaba seguro de tener en ese momento el pulso suficiente para lograrlo.
V se encargó del asunto en segundos y, después de pasarle el cigarro a John, encendió el mechero.
Justo antes de que John tocara la llama con el cigarro, V le advirtió:
—Estos cigarros pegan duro, así que no te vayas a tragar el humo.
¡Santa hipoxia, cuánta razón tenía!
Los pulmones de John no solo repelieron el ataque, sino que montaron todo un escándalo. Mientras tosía como si quisiera escupir los bronquios, V le quitó el cigarro, lo cual fue de mucha ayuda, pues así fue capaz de apoyar las dos manos sobre los muslos e inclinarse para soportar mejor las arcadas.
Cuando por fin pudo recuperarse medianamente, John miró a V… y sintió que se le helaba la sangre. El hermano ahora se estaba fumando los dos cigarros al mismo tiempo.
Genial. Por si no se sentía ya bastante afeminado, muy poquita cosa, ahí tenía al macho entre los machos aspirando humo tóxico por partida doble como si nada.
V lo miró con aire irónico.
—¿Quieres hacer otro intento? —Al ver que John negaba con la cabeza, V asintió con aprobación—. Buena decisión. Un intento más y terminarías sobre la papelera, y no precisamente para tirar un kleenex.
John dejó escurrir el trasero sobre la pared hasta que los glúteos tocaron el suelo.
—¿Dónde está Tohr? ¿No ha regresado aún?
—Sí. Lo mandé a comer algo. Le dije que no lo quería ver aquí hasta que trajera una declaración jurada de que había tomado una comida completa, con postre y todo. —V dio otra calada a los cigarros y siguió hablando mientras expulsaba el humo—. Casi he tenido que arrastrarlo hasta arriba. Pero en fin, allí está, esperándote.
—Casi se ha hecho matar esta noche.
—Lo mismo se podría decir de todos los demás. Es la naturaleza del trabajo.
—Tú sabes que con él es distinto.
Un gruñido fue la única respuesta de V.
Mientras transcurría el tiempo y V fumaba como un carretero, John se sorprendió queriendo preguntar lo impreguntable.
Después de un rato de indecisión, la desesperación terminó por ganar la partida a la prudencia. Así que silbó con suavidad para que Vishous se volviera a mirarlo y usó sus manos con gran cuidado.
—¿Cómo va a morir Xhex, V? —Al ver que el hermano se ponía rígido, John trató de explicarse mejor.
Tengo entendido que a veces puedes ver ese tipo de cosas. Verás…, si tuviera la garantía de que no morirá hasta dentro de mucho tiempo creo que podría llevar mejor este asunto, es decir, eso de que esté en el campo de batalla.
V sacudió la cabeza. Las cejas oscuras se apretaron sobre sus ojos de diamante, mientras el tatuaje de la sien cambiaba de forma.
—No debes hacer ningún cambio en tu vida basándote en mis visiones. No sirven. Solo muestran una instantánea de un momento futuro, el cual podría tener lugar la próxima semana, o el año que viene, o dentro de tres siglos. Son solo una imagen sin contexto, no dice cuándo ni dónde.
John pensó un momento y volvió a hablar, consternado.
—Entonces… ella tendrá una muerte violenta.
—Yo no he dicho eso.
—¿Qué le va a ocurrir? Por favor, dímelo.
V desvió los ojos hasta clavarlos en el fondo del pasillo. Y, en medio de un inquietante silencio, John se sintió aterrorizado y ansioso por saber qué estaría viendo el hermano.
—Lo siento, John. Una vez cometí el error de revelarle una información de este tipo a alguien. Eso lo tranquilizó durante un tiempo corto, es verdad, pero… al final fue una maldición. Créeme, sé por experiencia que abrir esa caja mágica no sirve para nada. —V miró de reojo a John—. Es curioso, la mayor parte de la gente prefiere no saber nada. Y hace bien, yo creo que eso es bueno y así es como debe ser. Esa es la razón por la cual no puedo ver mi propia muerte. O la de Butch. O la de Payne. Son demasiado cercanos. La vida está hecha para transcurrir en la oscuridad, para que no se dé nada por sentado. Y las mierdas que yo veo no son naturales, eso no es lo normal, hermano. No, no es bueno.
Una especie de batalla interior comenzó a librarse en la cabeza de John. Era consciente de que V tenía razón, pero se moría por saber.
Sin embargo, con un simple vistazo al impertérrito rostro de V, John se dio cuenta de que sería inútil insistir.
V no le iba a decir nada.
Lo mismo hasta le daba un puñetazo.
Pero era horrible tener la posibilidad de conocer el futuro, saber que había un libro que no debía leer por nada del mundo y, no obstante, arder en deseos de tenerlo entre las manos.
Toda su vida estaba en juego ahora allí dentro, en manos de la doctora Jane y de Manny. Todo lo que él era, y lo que alguna vez sería, estaba ahora sobre la mesa de operaciones, totalmente inconsciente, mientras la reparaban porque el enemigo la había herido.
Al cerrar los ojos, John recordó la perversa expresión del rostro de Tohr mientras atacaba a ese restrictor.
Sí, pensó, ahora sabía exactamente cómo debía de sentirse Tohr.
Vivir la experiencia del infierno en la Tierra te hace cometer actos desesperados.