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—Lo siento, amigo, pero solo tienes derecho a una alimentación. Eso fue lo que me dijeron.
Inquieto en la cama a la que estaba atado, Throe no se sorprendió al oír la respuesta del médico humano a su pregunta. Que el prisionero recuperase las fuerzas no favorecía a la Hermandad. El problema era que no se estaba recuperando muy bien y un poco más de sangre vendría de maravilla a su organismo.
Desde luego…, si se iba a alimentar de la vena de aquella criatura, además de reponerse sería una gloria… Nada deseaba más que ver a aquella Elegida.
Y estaba cerca. Throe podía sentirla…
—De hecho, creo que están haciendo planes para tu marcha inmediata. Pronto anochecerá.
¿Y si se negaba a moverse, sin más?
Una pregunta tonta. Probablemente eso no detendría a la Hermandad. Sencillamente, lo llevarían a donde fuera, como un bulto. No estaba en condiciones de hacer una huelga de movimientos.
El cirujano humano salió de la sala y Throe volvió a quedarse a solas. Por cierto, se dijo, ¿cómo era posible que tuvieran un cirujano humano?
Cuando la puerta se volvió a abrir, Throe no se molestó en abrir los ojos. No era la Elegida…
Un ruido metálico cerca de su oído le hizo ponerse en guardia, abrió los ojos y vio que estaba frente al cañón de una Magnum 357.
El dedo enguantado de Vishous se hallaba pegado al gatillo.
—Es hora de despertarse.
Throe habló con voz débil
—Si me movéis ahora no sobreviviré.
Y estaba en lo cierto. Después de haber vivido de la sangre de hembras humanas durante tanto tiempo, no estaba en condiciones de curarse tan rápidamente como los hermanos.
Vishous se encogió de hombros.
—Entonces te devolveremos a Xcor en un ataúd.
—Te deseo suerte en la búsqueda, amigo. Porque no te voy a decir dónde encontrarlo. —La razón no era la lealtad a Xcor, por supuesto. Throe no quería que sus compañeros soldados, o mejor dicho, sus antiguos camaradas, fueran atacados por sorpresa—. Podéis hacerme lo que os plazca, pero de mis labios no saldrá ni una sílaba.
—Si decidiera torturarte estoy seguro de que cantarías, créeme.
—Entonces procede…
El cirujano se interpuso entre ellos.
—Está bien, relajaos antes de que tenga que ir otra vez a por aguja e hilo. Tú —dijo dirigiéndose a Throe—, cierra el pico. Este tío no necesita ningún estímulo cuando se trata de derramar sangre. Y en cuanto a darle el alta… —Ahora se dirigió al hermano—: Mi paciente tiene razón. Mira sus signos vitales, está pendiente de un hilo. Creí que se trataba de mantenerlo vivo, ¿no? En conclusión, va a necesitar refuerzo de sangre. Eso o una o dos semanas de recuperación.
Los gélidos ojos de V se concentraron en las máquinas que pitaban y se encendían detrás de la cama.
Mientras el hermano soltaba una maldición, Throe sonrió para sus adentros.
Vishous salió sin decir palabra.
—Gracias —dijo Throe al sanador.
El hombre frunció el ceño.
—Solo es mi opinión clínica. Créeme, no veo la hora de que te largues de aquí.
—Entiendo.
Cuando volvió a quedarse solo se puso a esperar con impaciencia. Y el hecho de que transcurriera un rato sin que nadie apareciera le confirmó que los hermanos debían de estar deliberando sobre su destino.
Seguramente sería una discusión bastante animada.
Pasado un rato se abrió por fin la puerta. De inmediato sintió un dulce estremecimiento. Allí estaba ella.
Tan adorable como un sueño. Tan celestial como la luna. Tan real como las ataduras que lo mantenían prisionero en la cama.
Flanqueada por los hermanos Phury y Vishous, la Elegida le sonrió con dulzura, como si no tuviera ninguna conciencia de que esos machos estaban prestos a despedazarlo si se atrevía siquiera a estornudar cerca de ella.
—Señor, me dicen que requiere usted más de mis servicios.
Necesito todo lo que puedas darme, pensó Throe mientras asentía con la cabeza.
Cuando se acercó a la cama, la Elegida trató de sentarse junto a él, pero Phury enseñó los colmillos por encima de la cabeza de ella y Vishous le apuntó disimuladamente con el arma hacia la entrepierna.
—Aquí. —Phury la desvió hacia una silla con suavidad—. Aquí estarás mucho más cómoda.
No era cierto, pues ahora tendría que estirar más el brazo, pero la voz del hermano era tan encantadora que daba veracidad a sus palabras.
Le acercó el brazo. Throe quiso decirle que era hermosa, y que iba a echarla de menos cuando se fuera, y que estaba dispuesto a adorarla si ella le daba la oportunidad de hacerlo. Pero como le gustaba tener su lengua dentro de la boca, y no cortada y tirada en el suelo, no dijo nada.
La Elegida movió un poco la cabeza.
—¿Por qué razón me miras de esa manera?
—Eres tan hermosa…
Por encima del hombro de la Elegida, Phury volvió a enseñar los colmillos y su cara se transformó en una máscara violenta.
Pero a Throe no le importó. Iba a recibir otra dosis de ambrosía y esos dos machos no harían nada realmente horrible delante de la bella Elegida, que se había ruborizado por completo…, lo cual la volvió aún más radiante.
Cuando la Elegida se estiró un poco más y acercó su muñeca a los labios de Throe, este sacudió las cadenas que lo mantenían sujeto a la cama. Ella quedó confundida por aquel ruido metálico. Las sábanas no permitían ver nada, no sabía que estaba encadenado.
—Solo son los resortes de la cama —murmuró Throe.
La Elegida sonrió de nuevo y volvió a acercarle la muñeca a la boca.
Abrazándola con los ojos, Throe la mordió con toda la delicadeza que pudo, pues no quería hacerle el más mínimo daño. Bebió, y al hacerlo siguió contemplando su rostro, decidido a memorizarlo, para poder mantenerlo siempre en su corazón.
Porque seguramente era la última vez que la veía.
En efecto, se sentía dividido entre el deseo de agradecer a la Virgen Escribana que le concediera la oportunidad de estar con esa hembra, aunque fuera un momento, y la tentación de considerar estos dos encuentros como una especie de maldición.
Porque la iba a recordar siempre, pensó Throe. Y ese recuerdo de la felicidad imposible lo acecharía durante el resto de sus días como un fantasma…
Todo terminó rápidamente. Al cabo de pocos minutos, ya estaba retirando sus caninos de la deliciosa piel. La lamió una, dos veces, acariciándola con la lengua…
—Bueno, ya es suficiente. —Phury levantó a la Elegida de la silla y le sonrió con cariño—. Ahora ve a buscar a Qhuinn, porque vas a necesitar un poco de fuerza.
Eso era cierto, pensó Throe sintiéndose un poco culpable. Ahora estaba pálida y parecía un poco mareada. Normal, lo había alimentado dos veces en pocas horas.
Throe deseó llamarse Qhuinn.
Phury la acompañó hasta la puerta y la despidió con palabras cariñosas en Lengua Antigua. Y luego regresó… y se aseguró de cerrar la puerta con llave.
El puñetazo le llegó desde el otro lado y, teniendo en cuenta la dolorosa sensación de contacto con cuero, provenía claramente del hermano Vishous.
El golpe sonó como un poderoso hachazo contra un árbol bien plantado.
Pero él siempre había tenido una mandíbula muy fuerte.
Throe oyó campanas en la cabeza y escupió un poco de sangre. Vishous habló con sarcasmo:
—Esto es por mirarla como si te la estuvieras follando mentalmente.
Desde el otro extremo de la habitación, el hermano Phury apretó el puño y comenzó a darse golpes en la palma de la otra mano. Se aproximó pronunciando palabras llenas de odio.
—Y esto es para asegurarnos de que no se te ocurra poner en práctica esa brillante idea.
Throe sonrió a los dos. Cuanto más le pegaran, más probable sería que hubieran de alimentarlo de nuevo.
Y tenían razón. Claro que quería estar con ella, aunque preferiría hablar de hacer el amor más que de follar.
Y esos momentos con ella eran tan valiosos que no importaba lo que le hicieran.
‡ ‡ ‡
En la mansión, Tohr estaba sentado en el primer peldaño de la gran escalera, con los codos sobre las rodillas, la barbilla sobre un puño y el móvil junto a él.
Ya se le había dormido el trasero después de estar allí las últimas cinco horas. Probablemente tendría que pedirle a la doctora que lo despegara de la alfombra con sus escalpelos y esas cosas…
El panel de seguridad pitó y al fin se levantó para mirar la pantalla y abrir la puerta.
Lassiter entró solo, pues la doctora Jane había regresado directamente a la Guarida. El ángel estaba totalmente desnudo… y perfectamente sano. No tenía ninguna herida, ni agujeros de bala, ni cicatrices, ni magulladuras.
—Si sigues mirándome así, será mejor que me pagues la cena después de que lo hagamos.
Tohr fulminó al ángel con la mirada.
—¿En qué demonios estabas pensando?
Lassiter negó con el dedo.
—Tú eres la última persona con derecho a preguntarme eso después de lo que pasó anoche.
Y con esas palabras, y sin preocuparse lo más mínimo por su desnudez, Lassiter se dirigió a la sala de billar y fue directamente al bar. Al menos, mientras estaba detrás de la barra sirviéndose algo de beber, su virilidad ya no estaba expuesta a la vista de todos.
—¿Escocés? ¿Ginebra? ¿Bourbon? —Hablaba en voz alta—. Ya sé, me voy a hacer un cóctel, tomaré un «orgasmo».
Tohr se restregó la cara con las manos.
—¿Te importa evitar esa palabra mientras estés en pelotas?
El ángel entonó la melodía de la Quinta de Beethoven con la palabra «orgasmo» a modo de letra. Solo interrumpió la cantinela para beberse de un trago su combinado.
—Ah, qué rico… —Sonrió—. Creo que me voy a preparar otro. ¿Quieres uno? ¿O ya has tenido suficientes orgasmos por esta tarde?
La súbita imagen de los senos de N’adie se le vino a la mente e hizo que su miembro saltara. Trató de serenarse y miró al ángel despelotado.
—Lassiter, sé lo que hiciste.
—¿Allí fuera? Sí, el sol y yo nos llevamos realmente bien. Es el mejor médico que existe…, y es gratis. Ja, ja, ja.
Más bebida. Lo cual sugería que aquella demostración de salud podía ser un poco forzada.
Tohr se sentó en uno de los taburetes.
—¿Por qué demonios te interpusiste entre esas balas y yo?
Él ya estaba preparándose su tercer «orgasmo».
—Te diré lo mismo que le respondí a la doctora Jane: no sé de qué me hablas.
—Tenías el cuerpo lleno de balazos.
—¿De veras?
—Sí.
—¿Y puedes probarlo? —Lassiter dio un giro de trescientos sesenta grados con los brazos levantados, mostrando su cuerpo desnudo como si fuera una bailarina—. ¿Puedes probar que estaba herido?
—¿Por qué lo niegas?
—No lo estoy negando, sencillamente no tengo ni puta idea de qué hablas.
Con otra de sus encantadoras sonrisas, el ángel se tomó todo el tercer trago y comenzó a preparar el cuarto.
Tohr sacudió la cabeza.
—Si te vas a emborrachar, ¿por qué no lo haces como un macho de verdad?
—Me gusta el sabor a fruta de los «orgasmos». —El ángel levantó la vista hacia el reloj—. Mierda. Me perdí Maury. Pero tengo grabado Ellen.
Lassiter se acostó en el sofá de cuero y Tohr se sintió afortunado porque al menos tuvo la decencia de echarse una manta encima de sus atributos. Cuando la tele se encendió y Ellen DeGeneres salió bailando frente a una fila de amas de casa, Tohr pensó que era obvio que el ángel no tenía ninguna intención de conversar.
—Sencillamente no entiendo por qué lo hiciste —murmuró el vampiro.
Era tan poco propio de Lassiter, siempre preocupado solo por sí mismo.
En ese momento, N’adie apareció en la entrada de la sala de billar. Tenía puesto su manto y la capucha, pero Tohr la vio con otros ojos, es decir, completamente desnuda, y su cuerpo volvió a las andadas.
Cuando se puso de pie y se dirigió hacia la hembra, Tohr creyó oír que Lassiter murmuraba: «Por eso lo hice».
Una vez junto a N’adie, Tohr la miró con dulzura.
—Hola, ¿recibiste la comida?
—Sí, pero estaba preocupada por ti. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no has vuelto?
Tohr se volvió para mirar a Lassiter. El ángel parecía haberse dormido, pues su respiración era bastante regular y tenía el mando a distancia sobre el pecho. Le colgaba un brazo y la bebida reposaba en el suelo, junto a él.
Pero Tohr no se fiaba de las apariencias.
—No te preocupes, no ha pasado nada —dijo con voz ronca—. Subamos a descansar un rato.
Mientras Tohr le daba media vuelta agarrándola suavemente de los hombros, ella pareció inquietarse.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Seguramente iban a descansar de verdad, pues Tohr se sintió súbitamente exhausto.
Lanzó una última mirada al ángel por encima del hombro y se dirigió al vestíbulo. Lassiter estaba exactamente en la misma posición…, solo que parecía tener una ligera sonrisa en el rostro.
Como si todo hubiese valido la pena, porque al final Tohr y N’adie estaban juntos.