18
A Qhuinn nunca se le había dado bien esperar. Eso en condiciones normales, así que esta vez, cuando incluso acababa de mentir dos veces acerca del paradero de John Matthew, era todavía peor: estaba que se subía por las paredes.
Merodeaba junto a la puerta escondida que se hallaba al pie de la gran escalera para poder esconderse en el túnel si alguien aparecía de repente. Desde su posición Qhuinn disfrutaba de la mejor vista posible del vestíbulo. Lo que significó que, cuando la puerta del este se abrió, estaba en primera fila para ver a su pareja favorita: Blay y Saxton.
Cómo no iba a suceder lo peor que podía suceder.
El caso es que Blay abrió la puerta y, como el caballero que era, la mantuvo abierta hasta que Saxton entró y luego le lanzó una mirada sugestiva.
Joder, esas miraditas eran peores que verlos besándose en público.
Sin duda, habían salido a comer y luego a casa de Saxton para practicar esos pequeños juegos que era difícil hacer allí en la mansión. Porque la privacidad total no era algo fácil de alcanzar en el complejo…
Cuando Blay se quitó el abrigo Burberry, su camisa de seda se abrió un poco y dejó ver la marca de un mordisco en el cuello. Y otro en la clavícula.
Solo Dios sabía en qué otras partes tendría marcas…
De repente Saxton dijo algo que hizo que Blay se sonrojara y la risa reservada y ligeramente tímida que siguió provocó que Qhuinn sintiera ganas de vomitar.
Ahora resultaba que aquel prostituto de mierda también era divertido y Blay se reía con sus chistes.
Fantástico. Insuperable.
Inmediatamente después, Saxton enfiló las escaleras, y Blay dobló en dirección a donde estaba Qhuinn, que dio media vuelta y se abalanzó hacia la puerta, alargando la mano a la desesperada para poder abrir rápidamente. Pero no le dio tiempo.
—Hola.
La mano de Qhuinn se quedó inmóvil. En realidad se había paralizado de arriba abajo. Sobre todo se le había parado el corazón. Ah, esa voz. Esa voz suave y profunda que había escuchado durante casi toda su vida.
Se enderezó, abandonó la idea de escapar, volvió a girar sobre sus talones y se enfrentó a su antiguo mejor amigo como el macho que era.
—Hola. ¿Has tenido una buena noche?
Como si no supiera que había sido así.
—Sí, ¿y tú?
—Yo también. Bien todo. John y yo salimos y ahora vamos al cuarto de pesas a hacer un poco de ejercicio. Él se está cambiando.
Las mentiras le volvían más hablador de lo habitual.
—¿Y no vas a comer?
—No.
En el silencio que siguió, Qhuinn pudo oír el canto de los grillos en el jardín. No movía un músculo. A decir verdad, podía haber estallado una bomba nuclear y él no se habría movido.
Dios, los ojos de Blay eran tan condenadamente azules… Y encima estaban a solas. ¿Cuándo había sido la última vez que habían estado solos?
Lo recordó: justo después de que Blay se enredara con su primo por primera vez.
—Así que te has quitado los piercings —dijo Blay.
—No todos.
—¿Por qué? Quiero decir que… te sentaban bien, iban con tu personalidad, ¿sabes?
—Supongo que ya no quiero que me identifiquen de ese modo.
Al ver que Blay levantaba las cejas, Qhuinn pensó replicar con alguna frase vacía: «¡Bah, no es nada!», o «Todavía tengo algunos en lugares estratégicos, no te preocupes». Pero le pareció que con ello haría todavía más el imbécil y solo conseguiría que Saxton, siempre con las palabras oportunas en la boca, le pareciera aún más atractivo.
Intentó, pues, aparentar que todo le parecía normal.
—¿Y cómo van las cosas entre vosotros?
Qhuinn sintió ganas de comerse al macho que tenía enfrente.
—Bien…, los dos… estamos bien.
—Me alegro.
Después de un momento, Blay miró atrás, hacia la puerta que llevaba a la alacena. Evidentemente, tenía ganas de escapar.
Qhuinn sintió ganas de decirle: «Oye, antes de irte, ¿me harías un favor? Creo que dejé mi corazón en el suelo, así que trata de no pisarlo, ¿vale? Gracias».
Pero no abrió la boca, y el otro pareció preocupado:
—¿Te sientes bien?
—Sí. Voy a hacer ejercicio con John. —Mierda. Ya había dicho eso. Esto se ponía cada vez peor—. ¿Y tú? ¿Adónde vas?
—Voy a… buscar algo de comer para Sax y para mí.
—¿Entonces vosotros tampoco vais a cenar? Bueno, pues pásalo bien. O mejor dicho, pasadlo bien.
Al fondo del vestíbulo, la puerta se abrió y apareció John Matthew.
—Maldito hijo de puta —murmuró Qhuinn—. Por fin aparece.
—Pensé que habías dicho que…
—Lo estaba encubriendo. Bueno, en realidad lo encubría a él y a mí.
—Joder, ya sabes que si se enteran de que no estás con él…
—No pude evitarlo, no fue cosa mía. Créeme.
Cuando Qhuinn comenzó a caminar en dirección al Señor Independencia, Blay lo siguió. Al verlos, a John se le borró de la cara la expresión de satisfacción con la que había entrado en la estancia.
—Tenemos que hablar —susurró Qhuinn.
John miró a su alrededor como si estuviera buscando un refugio en mitad de un bombardeo. Por desgracia, en el comedor no había ningún refugio antiaéreo. Ni un triste saco terrero.
—Qhuinn, te iba a llamar… —Las manos de John se movían con rapidez formando las palabras.
Qhuinn agarró a John de la nuca y lo empujó hacia el reino del billar y las palomitas de maíz. Cuando cruzó la puerta, John se soltó y se dirigió al bar. Cogió una botella de Jack y la abrió.
—¿Crees que esto es un juego? —Qhuinn tenía ganas de desahogar sus diversas frustraciones y el vampiro mudo podía pagar el pato—. Se supone que debo permanecer contigo cada segundo de la noche y el día, imbécil. Y llevo cuarenta minutos diciendo mentiras por tu culpa…
Blay terció para sorpresa de ambos:
—Es verdad, tiene razón.
—Fui a ver a Xhex, ¿de acuerdo? En este momento ella es mi prioridad.
Qhuinn levantó las manos.
—Genial. Así que cuando V me esté entregando la carta de despido con una puñalada en el pecho, tú seguirás feliz con tus prioridades. Gracias.
—John, no puedes bromear con esto. —Blay fue hasta el bar y agarró un vaso, como si tuviera miedo de que su amigo se fuera a tomar toda la botella—. Dame eso.
Blay agarró el whisky, sirvió una buena dosis y… se la bebió. Al ver que los otros dos lo miraban sorprendidos se encaró con ellos.
—¿Qué pasa? —Miró a John—. Toma, toma la botella si eso es lo que quieres.
John bebió un trago y luego se quedó mirando al vacío. Al cabo de un momento, le pasó la botella a Qhuinn, que soltó un suspiro.
—Bueno, este es un tipo de disculpa que suelo aceptar.
Cuando cogió la botella, Qhuinn se dio cuenta de que hacía siglos que no estaban los tres juntos. Antes de su transición, solían pasar todas las noches después del entrenamiento en la antigua habitación de Blay, en la casa de sus padres, desafiándose con videojuegos, bebiendo cerveza y hablando sobre el futuro.
Y ahora que finalmente estaban donde querían estar…, cada uno había tomado una dirección diferente.
Pero, bien pensado, John tenía razón. Ahora estaba apareado formalmente, así que era natural que su cabeza estuviera en otra parte. Y Blay estaba pasándoselo bomba con Saxton el puto. Qhuinn era el único que marchaba a la deriva.
—Joder —murmuró este último—. Venga, olvidemos el asunto…
—No —interrumpió Blay—. Esto no está bien. Tienes que dejar de hacerlo, John. Deja que él vaya contigo. No me importa si te vas a encontrar con Xhex o no. Es tu deber estar con él.
Qhuinn dejó de respirar y se concentró por completo en el macho que había sido su mejor amigo pero nunca sería su amante…
A pesar de todas las cosas que habían pasado entre ellos, y todas las cagadas de Qhuinn, que eran legendarias, Blay seguía apoyándolo.
—Te quiero —murmuró Qhuinn en medio del silencio.
John levantó las manos y dijo:
—Yo también te quiero. Y de verdad lo siento mucho. Este asunto con Xhex ha…
Bla, bla, bla. O bla, bla, bla, como se decía en lenguaje de señas.
Pero Qhuinn no estaba prestando atención. Mientras John hablaba y hablaba, explicando su situación, el frustrado amante de Blay se sintió tentado a interrumpirlo y aclarar a quién se lo había dicho. Pero lo único en lo que podía pensar era en que Blay se dirigía a encontrarse de nuevo con Sax, sin duda para intercambiar miraditas.
Necesitó hacer un gran esfuerzo para mirar a John y hablar.
—Todo irá bien desde ahora, ¿verdad? Solo permíteme seguirte… Prometo no estorbarte, hagas lo que hagas.
John replicaba, Qhuinn asentía con la cabeza, lo que Blay aprovechó para iniciar la retirada. Primero un paso, luego otro y a continuación otro.
Más conversación.
Blay seguía retrocediendo, hasta que dio media vuelta y salió. Iba a por algo de comer para subírselo a Saxton.
Qhuinn, que se había percatado de la marcha de su amor imposible, ahora parecía no prestar atención a Johh, que soltó un súbito y agudo silbido.
—¡Qué pasa!
John frunció el ceño.
—Que no me estás haciendo ni puto caso.
—Sí te lo hago.
—Pues me ha dado la impresión de que no me estabas prestando atención. Y tenía razón.
Qhuinn se encogió de hombros.
—Míralo de esta manera: que pase de ti quiere decir que ya no tengo ganas de darte una paliza.
—Ah, qué bien. En fin, Blay tiene razón. No volveré a hacerlo.
—Gracias, hermano.
—¿Una copa?
—Sí. Buena idea. Genial. —Qhuinn se dirigió al bar—. De hecho, sacaré mi propia botella.