Palabra de hermano
IAGO
Recibí la llamada de mi hermano a la hora acostumbrada. Su voz era otra, yo conocía bien todos sus matices y tenía al otro lado de la línea a un hombre vigoroso y lleno de energía.
—Dentro de dos días te la devuelvo. Te la has ganado, espero que hayas aprendido que no me lo debes volver a hacer nunca más.
—¿Dónde y cuándo, Nagorno? —le corté, impaciente.
—Dame tu palabra.
—¿Dónde y cuándo?
—Dame tu maldita palabra de que nunca más vas a usar tus descubrimientos contra mí —rugió.
Me tomé unos segundos, aún la tenía. Aún tenía a Dana. No estaba en condiciones de exigir. Todavía.
—De acuerdo, Nagorno —claudiqué—. Tienes mi palabra de hermano.
—Dentro de dos días, ve a primera hora al aeropuerto de Santander, te enviaré al móvil un billete electrónico con el destino. Recoges a tu esposa y no volvemos a saber el uno del otro hasta que Adriana muera por causas naturales. Ese es el trato, y también tienes mi palabra, hermano.