53.– Hay estilo en toda forma que expresa con lealtad un pensamiento. Las artes son combinaciones de gestos destinados a objetivar adecuadamente los modos de pensar o de sentir; cuando la forma expresa lo que debe y nada más que ello, tiene estilo No basta, en arte alguno, poseer concepciones originales; es necesario encontrar la estructura formal que fielmente las interprete.
Todo ritmo de pensamiento humano que alcanza expresión adecuada crea un estilo. Cada característica intelectual, de un pueblo o de una época, es sentida con más intensidad por hombres originales que le dan forma y renuevan la técnica de la expresión; en torno de ellos los imitadores se multiplican y forman escuela, hasta que la sociedad siente su influencia, adapta a ella su gusto y surge una moda. Seguir una escuela es la manera infalible de no tener estilo personal; entregarse a una moda es el método más eficaz para carecer de originalidad. En cualquier arte, sólo puede adquirir estilo propio quien repudia escuelas y desdeña modas, pues unas, y otras tienden a poner marcos prestados a las inclinaciones naturales.
No se adquiere estilo glosando la forma ajena para expresar las ideas propias, ni torciendo la expresión propia para adular los sentimientos ajenos. Estilo es afirmación de personalidad; el que combina palabras, colores, sonidos o líneas para expresar lo que no siente o no cree, carece de estilo, no puede tenerlo. Cuando el pensamiento no es íntimo y sincero la expresión es fría y amanerada; se rumian formas ya conocidas, se retuercen, se alambican, procurando en vano suplir la ausente virilidad creadora con estériles artificios.
El arte de escribir, particularmente, carece de excelencia mientras se preocupa de acariciar el oído o de engañar la razón con sofísticas oblicuas. Una máxima de Epicteto, desnuda, sin adverbios pomposos ni adjetivos sibilinos, tiene estilo y deja una impresión de serena belleza manca igualada por los retorcidos discursos que abundan en las épocas de mal gusto; sobra, en la simple sentencia, la adecuación inequívoca de la forma al contenido, realizando una armonía que nunca alcanza las prosas torturadas para disimular la oquedad. El más noble estilo es el que transparenta ideales hondamente sentidos y los expresa en forma contagiosa, capaz de transmitir a otros el propio entusiasmo por algo que embellece la vida humana: salud moral, firmeza de querer, serenidad optimista.
54.– La corrección preceptiva es la negación del estilo original. En todas las artes, el tiempo acumula reglas técnicas que constituyen su gramática y permiten evitar las más frecuentes incorrecciones de la expresión; cualquier hombre de inteligencia mediana puede aprenderlas y aplicarlas, sin que por ello adquiera capacidad de expresar en forma propia su pensamiento. A nadie dan estilo las estéticas ni las retóricas que reglamentan la expresión, haciéndola tanto más impersonal cuanto más perfecta.
Los modelos y los cánones sólo enseñan a expresarse correctamente, sin que la corrección sea estilo. Las academias son almácigos de mediocridades distinguidas y oponen firmes obstáculos al florecer de los temperamentos innovadores. La adquisición de estilo personal suele comenzar cuando se violan cánones convencionales del pensamiento y de la expresión.
En cada arte o género existen normas de corrección, pero no hay arquetipos de estilo, pues todo nuevo pensar requiere una nueva expresión; las formas que el tiempo ha consagrado como clásicas fueron en su tiempo rebeldías contra las de épocas precedentes. Hablar de estilo, en sí, es abstraer de todos los estilos individuales su común carácter de creación, omitiendo las diferencias que tipifican a cada uno y sin las cuales ninguno existiría El estilo es lo individual, lo que no se aprende de otros, lo que permite reconocer al autor en la obra sin necesidad de que la firme. Por eso hay tanto estilo en la expresión de un artista, como carácter en su personalidad; y siendo síntesis de su mente toda, vibrante en la expresión integral, no puede ser forma sin ser antes pensamiento.
La técnica correcta es una cualidad que embellece la obra, como la ornamentación al monumento, sin que por eso tenga valor propio fuera de la obra misma. La corrección es anónima, no eleva aunque impida descender; rara vez requiere verdadero talento. Un ejercicio suficiente permite escribir, dibujar o construir con corrección; es un adiestramiento físico y para él no se requiere más ingenio que para poner diez centros seguidos tirando al blanco.
Muchos profesores eximios conocen las intimidades de la preceptiva y poseen la técnica correcta de su arte; son, sin embargo, vulgares prosistas, pintores o músicos, sin personalidad y sin estilo, por falta de ideas y sentimientos originales. En cambio, sin corrección técnica, suelen resultar admirables las formas en que dicen un Dante o un Pascal, porque su estilo expresa una nueva orientación de ideas o de sentimientos, imposible de remendar con mosaicos de palabras.
55.– La originalidad se revela en todas las formas de expresión. Es raro que un hombre de genio culmine excelentemente en varias artes o géneros; pero si lo hace, como Leonardo o Goethe, lo mismo tendrá estilo en la pintura y en la poesía, en la novela y en la ciencia, poniendo su marca a toco lo que pasa por sus manos, pensándolo más hondo, expresándolo más justo. Es común, sin embargo, que se circunscriba a un arte o género, acentuando su estilo en una forma única de expresión.
A las dos grandes categorías mentales, la apolínea y la dionisíaca, corresponden dos tipos de estilo, dos idiomas diferentes, rara vez armonizados en un mismo pensador. El uno es lógico y habla a la inteligencia; el otro es afectivo y habla al sentimiento.
El estilo que anhela expresar la verdad se estima por su valor lógico; su claridad es transparente, sus términos precisos, su estructura crítica. Es el lenguaje de las ciencias.
Por su valor estético es eficaz el estilo que expresa la belleza; su fuerza es emocional, figurados sus términos lírica su estructura. Es el lenguaje de las artes.
Es raro que los valores lógicos y los valores estéticos culminen igualmente en un estilo. A la concepción general de altos problemas suele llegarse por un solo camino; fácilmente el esteta aprende a interpretar la belleza en consonancia con la verdad, y el lógico rara vez consigue caldear la verdad con el fuego de la belleza. Acaso una educación especial permitiera desenvolver con paralela intensidad las aptitudes críticas y las imaginativas; pero los que en su juventud lo consiguen, acaban prefiriendo un camino, el del arte o el de la ciencia, acentuando en su expresión las características del estilo estético o del lógico.
Una verdad expresada en teoremas puede ser comprendida por toda inteligencia educada, pero mejor se comprendería si vistiera formas embellecidas de armonía y acaloradas de entusiasmo. Sensible es que la brevedad del humano vivir sea obstáculo a la formación de un estilo integral en que se combinen los más altos valores lógicos y estéticos, la verdad más diáfana con la más emocionante belleza.
La perfección ideal del estilo, en todas las artes, consiste en adecuar la expresión al pensamiento, de tal manera que la transparencia de las ideas no sea empañada cuando las subraye el latir del corazón.