V

Si ahora se pretende recapitular lo que hemos escrito, se encontrarán serias razones para dudar de que hayamos construido una teoría consistente. Frente a las diversas fórmulas «de nuevo tipo», se diría que hemos optado por algo mucho más próximo al sindicalismo «tradicional» de fuente marxista; cuando lo histórico es que ese «modelo» de sindicalismo condujo a la clase obrera por la vía de la «conciliación»: sindicatos alemanes de inspiración socialdemócrata, por ejemplo. Esto es, desde luego, históricamente cierto y también lo es que ese camino fue acompañado de una carencia o pérdida de vida democrática dentro de los sindicatos. Nosotros hemos considerado fundamental la democracia interna, pero no hemos sugerido ningún «modelo» alternativo presuntamente más capaz de salvaguardarla, como tampoco uno que evitase la «conciliación». Con lo cual parece que no hemos resuelto nada.

Sin embargo, es en esta aparente nulidad de resultados donde se encuentra el resultado principal. Creemos, en efecto, que la razón del carácter «conciliador» del sindicalismo «tradicional» no reside en el «modelo» sindical y que, por lo tanto, tampoco se suprime ese carácter arbitrando nuevos «tipos» y «fórmulas». El fallo está en otra parte. En realidad, los grandes sindicatos «clásicos» de los países capitalistas más avanzados (el ejemplo alemán es especialmente nítido) expresaron y expresan bastante bien algo que ellos no crearon y que no depende de ellos, a saber: que la propia clase obrera carece actualmente de razones conscientes para tomar en serio la crítica del sistema; que, además, la clase ha superado la edad del catecismo y, a falta de algo dotado de mayor seriedad (que no se ve por ninguna parte), prefiere acomodarse, para lo cual unos burócratas sindicales competentes, expertos en su oficio, son el cauce adecuado.

Una teoría marxista sobre la cuestión sindical no debe pretender encontrar en sí misma (esto es: dentro de la cuestión del sindicato) el remedio positivo contra la conciliación y la burocratización. Porque éstas son cosas que se deciden a otro nivel. Dependen, en efecto, de la medida en que una metodología revolucionaria vaya tomando cuerpo y materializándose en la propia clase obrera, y esto debe tener lugar con base en la lucha sindical, pero no por simple efecto de esa misma lucha.

Lo cual nos conduce a algo ya dicho. La «independencia» del sindicato es, desde luego, imprescindible en su sentido «negativo», como norma democrática, pero no es nada más que esto. No significa ninguna capacidad «positiva» del sindicato para convertirse en agente histórico por sí mismo. Por el contrario, significa mantener el sindicato abierto en su condición de «medio».