NINGUNA novela mía sin episodio de cementerio. Quizá era este el empujoncito que me estaba faltando.
Así pues, decidido. Mañana, al dentista. El jueves, tras el desayuno, los primeros teclazos. Si noto que la historia fluye, que se deja contar, que desea que la cuente, le dedicaré todo el mes.
Y, como de costumbre, si alcanzo la página cincuenta no habrá vuelta atrás.