¿DUERMES? Del cuerpo de Visentico, en su lado de la cama, se desprende un espeso olor a taberna: humo de tabaco, vino agrio, recinto sin airear. Maripuy le arrea un empujón. ¿Que si duermes, concho? ¿Cómo hostias quieres que duerma en esta casa? La oscuridad es completa. La niña llora en la cocina. Sus gemidos suenan lejanos. Un moscardoneo agudo, repetitivo. Últimamente la colocan allá por las noches, en su cajón envuelto en mantas, para que Mari Nieves pueda dormir. Se protegen los oídos con guata. Ayer un vecino dio golpes en la pared a las tres de la madrugada. Menuda desgracia nos ha caído encima. ¿Que pecado habremos cometido para que Dios nos castigue de esta manera? Habrá que hacer algo, Vicente. Así no podemos continuar. Tú, con ponerte triste y bajar al Artola, lo arreglas todo. Bonita ayuda. ¿Me pongo yo también triste y nos terminamos de hundir? Vicente, te estoy hablando. Siempre me quedo sola con los problemas. ¿Tienes algo que decir? Sí, que me dejes en paz de una puta vez.