IV

Así como el gobierno fuerte y activo de Gazan afirmó y pacificó el Reino de los ilkanes durante un cuarto de siglo, de igual modo la fuerte personalidad de Usbek aseguró a su hijo y a su nieto un período de tranquilidad y hasta de brillantez. Pero también así como Gazan, a la larga, no pudo impedir la decadencia de su reino, que se subdividió en provincias casi independientes regidas por poderosos gobernadores frente a débiles soberanos, de la misma manera Usbek no supo evitar que, dos generaciones después, las diferentes tribus reclamaran sus derechos de soberanía.

En la época de la expulsión de la dinastía Yuan de China, estallaron entre los últimos kanes de las provincias luchas por la soberanía de La Horda de Oro. La pujanza de los mongoles comenzaba a declinar. Cada kan provincial intentaba en vano fortalecer su poder mediante invasiones de saqueo en los territorios rusos, pues la resistencia que ofrecían los rusos era impenetrable y los kanes provinciales tenían que retirarse vencidos. Cuando el príncipe Mamai, el más poderoso disidente del kan, quiso reducir a la obediencia al uluss ruso, Moscú le opuso férrea resistencia. La aureola de poder de La Horda de Oro se había desvanecido tanto que Mamai juzgó necesario asegurarse antes la ayuda de los lituanos para tal campaña. El gran duque de Moscú, Dimitri, decidió adelantarse a tales propósitos e impedir la unión de los dos ejércitos. Agrupó a todas las fuerzas disponibles en Rusia y marchó al encuentro de Mamai.

El 8 de septiembre de 1380, junto al Don, en Kulikowo, tuvo lugar la batalla decisiva, y los historiadores rusos consideran esta fecha el inicio de la liberación del yugo tártaro.

Los rusos conocían la manera de combatir de los mongoles, pues, con bastante frecuencia en el último siglo, algunas divisiones rusas habían luchado en el ejército mongol. Por lo tanto, sabían cómo detenerlos en el momento oportuno. Las tropas rusas fueron distribuidas de forma tal que resultaba imposible rodearlas. Los mongoles se vieron obligados a atacar a los rusos por el centro y a malgastar sus mejores fuerzas, y cuando, a costa de grandes sacrificios, lograron batir en retirada a una de las alas del ejército ruso, Dimitri utilizó una tropa de caballería que tenía oculta en el bosque próximo y cayó sobre los perseguidores por el flanco. Esta era una antigua estratagema de los mongoles y, por ironías del destino, ahora eran ellos quienes caían derrotados ante sus propias tácticas.

La derrota de Mamai no pudo ser más completa, pero la victoria les costó a los rusos la pérdida de casi todas sus fuerzas bélicas. Mamai, sin embargo, comenzó a reunificar sus soldados en las vastas estepas emplazadas entre el Don y el Volga, donde estaba su ordu, para emprender una nueva guerra de terrible desquite. De nuevo Rusia se veía amenazada como en los tiempos de Batu. No obstante, y de forma inesperada, lograron librarse del asedio. Mientras Mamai disponía los preparativos para una guerra de exterminio, llegó la noticia de que Tochtamisch había logrado hacerse nombrar soberano de todas las tribus de La Horda de Oro. Por lo tanto, en lugar de marchar al norte contra los rusos, Mamai se vio obligado a dirigirse al sudeste contra su inesperado enemigo. Junto al riachuelo Kalka, en el mismo sitio donde ciento sesenta años antes Subutai, general de Gengis Kan, venció por primera vez a los príncipes rusos y extendió el terror a las armas mongolas, Mamai fue derrotado. Derrota que propició el surgimiento de una nueva potencia mundial, procedente esta vez del cuarto de los uluss de Gengis Kan, el reino de Tschagatai (Asia central), a la sazón reino de Timur.