II

En cuanto sus heridas sanaron montó de nuevo en su caballo. Sólo le seguían cuarenta jinetes, pero todos eran nobles, hijos de príncipes y emires, los más valientes guerreros.

Se dirigieron, cabalgando por las montañas, hacia el norte, y en uno de aquellos valles vieron a un tigre con el que Timur quiso probar fortuna. «Si logro matarlo tendré éxito en todo», se dijo; y, utilizando su arco, lo dejó muerto al instante con la primera flecha. Animados todos por tal augurio, decidieron acampar en aquel valle, lugar al que acudieron los descontentos con el dominio de los mongoles Tschagatai: los más bélicos aventureros nómadas, muchos jefes de pequeñas tribus con sus séquitos y hasta tropas, bastante numerosas, de guerreros. La llegada de cada grupo se celebraba con espléndidos festines, y Timur los recibía a todos con los brazos abiertos, dándoles lo que aún le quedaba: a uno, su cota de malla; a otro, su rico cinturón; a un tercero, su sombrero adornado con piedras preciosas.

El ejército aumentaba, y pronto se encontró Timur en condiciones de apoderarse de una fortaleza que había de servirle de base y punto de apoyo en futuras operaciones.

En una rápida correría atacó por sorpresa a los príncipes de Badachschan, que hubieron de someterse y pagar tributo para librarse del saqueo de los vencedores. Por último, derrotó a una división de mongoles Tschagatai y pasó el río Oxus. El regente Iljas envió contra él a un poderoso ejército y se vio obligado a cruzar el río, no obstante su valentía y heroísmo, porque la mitad de las tribus se negaron a seguirle. Pero Timur no desesperó; conociendo a sus enemigos, sabía que el tiempo le favorecería, y así fue, puesto que, enceguecidos por la lucha y la obtención de botines, levantaron el campo y se retiraron, cansados de vigilar los movimientos de un ejército inferior en número y acampado en una región que, por estéril, no ofrecía beneficios. Cuando finalmente se marcharon, el camino hacia Transoxiana se halló libre ante Timur y, de inmediato, los jefes que le abandonaron volvieron a unirse a él, con sus tribus.

De nuevo Iljas se enfrentó a él, pero esta vez con todas sus fuerzas: más de 20 000 hombres. Timur sólo disponía de unos 6000.

El encuentro de entrambos ejércitos tuvo de nuevo lugar cerca de un río. Timur confió la defensa del único puente que había a 2000 guerreros de élite, y, durante la noche, se retiró con el resto de sus tropas hacia un lugar del río que fuera vadeable. A la mañana siguiente, el enemigo no vio más que la reducida tropa y supuso que el resto del ejército preparaba una emboscada. Iljas no se atrevía a atacar hasta conocer, por medio de sus mensajeros, el emplazamiento de sus enemigos.

Aquella noche, a espaldas de los mongoles Tschagatai, brillaban en todas las colinas grandes fogatas, como si vivaquearan. El regente Iljas, que se creía cercado, no dejó dormir a sus tropas y ordenó la retirada para salir de aquella situación comprometida. Al día siguiente se vio obligado a aceptar batalla en un sitio desfavorable. La lucha duró un día y una noche, y gracias a su superioridad numérica, Iljas, a pesar de las pérdidas sufridas, consiguió permanecer en el campo.

La situación bélica de Timur era desfavorable, pero otra vez la suerte le ayudó de manera inverosímil. Un mensajero procedente de Turkestán se acerca a galope tendido al campamento enemigo para anunciar que Tukluk Kan, el padre de Iljas, acaba de morir.

Para Iljas, la sucesión de su padre es mucho más importante que vencer en la batalla, así que decide volver sin demora a Turkestán antes que alguien haga valer sus pretensiones al trono.

Timur envía de inmediato una división hacia Schechri Sebs, su ciudad natal, ordenando antes a los guerreros que aten, a entrambos lados de las sillas de sus caballos, ramas de árboles para barrer el camino. La nube de polvo que levantan es extraordinaria y la guarnición cree que se aproxima el ejército de Timur al completo. Abandona la ciudad mientras Timur persigue el grueso del ejército en retirada hasta pasar el Sir-Daria. «De esta manera, su buena suerte hace a Timur vencedor de un ejército formidable mediante unas fogatas de vivac, y conquista una poderosa ciudad mediante una nube de polvo», afirma la crónica.