Durante el verano y el otoño, el ejército mongol descansó. En la Navidad de 1241 atravesó el Danubio helado. En tanto que el grueso de las tuerzas envolvía y asaltaba los puntos fortificados, como Buda y Gran, Batu enviaba al príncipe Kadan en persecución de Bela. Como antaño Subutai persiguió, a través de su propio reino, al sha de Choresm, Mohamed, así Kadan debía hacerlo con el rey húngaro a través del país que todavía era suyo.
En enero, Bela se encontraba en Agram, capital de Croacia, y tampoco él se veía con fuerzas capaces de resistir al mongol. Huyó. En febrero llegaba a la costa adriática, y Kadan, en su seguimiento, atravesó Dalmacia. El rey se refugió en Arbe, una de las numerosas islas que esmaltan aquel trozo de mar. Pero el mongol era tenaz; requirió barcas y, en un combate naval, destruyó a la escuadra del rey, quien otra vez logró salir con vida. La caza real continuó a lo largo de la costa. La primavera sorprendió a Bela en Spalato y luego en Fron, isla fortificada y, aparentemente, el último reducto, que Kadan se aprestó para tomar al asalto. Cuando todo estaba dispuesto para el último capítulo de la con quista, llegó la orden de Batu de que cesara la persecución.
Mientras Kadan por el sur y Batu por el oeste llevaban a cabo la conquista de Hungría, las avanzadas mongoles habían sobrepasado las fronteras. Los bárbaros se encontraban delante de Korneuburgo, al noroeste de Viena, y ante la ciudad por el lado sur, «sin haber sufrido pérdidas; se apoderaron de gentes y ganado, volviendo a Hungría», informa la crónica. Allí vieron a las tropas del duque de Austria, de Carintia y de otros príncipes. En la cercana Bohemia se encontraban las fuerzas del rey Wenceslao, y Batu se preparaba para una nueva campaña.
Después de recorrer diez mil kilómetros, un mensajero llegó a Mongolia para informar al príncipe de que el gran kan Ugedei había fallecido en el Asia central y que debía volver.
A pesar de la muerte del gran kan, Batu quería continuar la guerra, pero Subutai le recordó la Yassa, que ordenaba que, después de la muerte del soberano, todos los descendientes de la casa de Gengis debían, en cualquier lugar en que se hallasen, regresar a Mongolia para elegir, en el seno de un kuriltai, un nuevo gran kan. Y la ley de Gengis Kan importaba más que la conquista de Occidente. Batu levantó el campamento. Europa se había salvado.