Para conquistar China es preciso apoderarse primero de Mongolia, dice la información de Tanaka. Esto es cierto no sólo porque esas regiones son para China el centro más importante de la cría de ovejas y producción de lana y porque Chahar posee la mayor reserva en mineral de hierro, sino también porque Mongolia Interior es el más próximo e importante eslabón que une a China y Rusia. Su posesión es una protección de los flancos contra los soviets. Y esto es lo que se hizo, en efecto, al estallar las hostilidades entre China y Japón durante el verano de 1937: ocupar Suiyuan y Chahar, y en una reunión internacional se decidió «el gobierno autónomo de Mongolia», que, según la tradición de su calendario, data de Gengis Kan. Gracias a esto, los japoneses se abrieron camino hacia el norte de China, obteniendo un punto seguro desde donde podían emprender la marcha contra Mongolia Exterior. No obstante, multiplicaban el peligro de enfrentarse con los soviets, porque Mongolia Exterior es el punto sensible del sistema de defensa de Rusia oriental.
El ferrocarril transiberiano recorre la frontera de Mongolia Exterior, arteria que une la región costera del mar de Japón con la Rusia europea. Para Irkutsk, Verchmeudinisk, Tschita y Nertschinisk (centros administrativos y de abastecimiento, lugares industriales y de concentración), Mongolia Exterior es la barrera de protección más importante. Y, sobre todo, puede ser la vanguardia para un ataque contra la cuenca del Altai-Kusnessk. Esta formidable cuenca industrial recientemente abierta, que reúne, en una situación favorable, madera útil de toda clase, carbón y el mejor hierro en un suelo apto para la agricultura, puede, en pleno desarrollo, nutrir varias docenas de millones de almas y está, además, destinada a ser algún día la proveedora de Siberia y quizá de toda Rusia. Ningún ataque aéreo puede alcanzarla, puesto que se encuentra a 3500 kilómetros de las fronteras oriental y occidental de Rusia, y ni siquiera a 500 kilómetros de Mongolia Exterior. Este es el motivo del profundo interés testimoniado por los soviets respecto de la República Popular de Mongolia y la razón de los verdaderos sacrificios que han hecho por ella. La han fortalecido militar e industrialmente, han elevado el estado de salubridad del pueblo, amenazado de perecer, mediante la construcción de hospitales y la adopción de las necesarias medidas higiénicas, concediéndole, además, mercancías y préstamos. Mongolia Exterior posee yacimientos carboníferos, que se explotan en Tagebau; en el Altai tiene oro y plata, cobre, minerales de hierro y piedras semipreciosas; y cerca del lago Kos-sogol se elevan dos montañas enteramente de grafito. Por motivos geo-políticos, los soviets estarán siempre dispuestos a luchar por Mongolia Exterior. Y también a causa de esto (haciendo caso omiso de los otros motivos), la ocupación de Mongolia Interior por Japón, que separaba a Rusia de China, debía conducir a un acercamiento político de estas dos naciones.
Mongolia es la llave del norte de China, de Siberia y del corazón de Asia: Turkestán oriental y el Tíbet, con el que está unida por Tsing-hai. Parece imposible estrechar relaciones a causa de las escasas comunicaciones en tan enormes distancias; pero en Asia se pueden emplear otros medios. Todo lo que ocurre en Mongolia encuentra eco en el Tíbet y se puede percibir hasta en la India. No sin motivo el gobierno chino posee en Pekín un único despacho para los asuntos mongoles y los tibetanos. En Lhassa y sus alrededores viven miles de mongoles que mantienen una estrecha relación con el Dalai Lama. Cuando éste huyó de Lhassa a causa de la expedición inglesa mandada por el comandante Younghusban, buscó refugio en el convento Erdeni-tsu, cerca de Karakorum. El primer acto de política exterior del gobierno popular mongol fue la firma de un tratado con el Tíbet en el que reconocían su mutua independencia y se prometían ayuda contra cualquier enemigo externo. Y cuando, a finales de 1925, se decidió convocar en Mongolia Exterior el gran kuriltai, una delegación mongol marchó no sólo al Turkestán oriental y al Tíbet, sino también a Siam, para invitar a los hermanos de raza. De este modo, todo el territorio, desde los montes Chingang hasta el Pamir, y desde el lago Baikal hasta el Himalaya, constituye un bloque continental compacto.
Gengis Kan, que en el siglo XIII realizó su unidad —aunque todavía sin el Tíbet, al que por entonces no estaba aún ligado por lazos de religión—, pudo emprender desde allí su dominación mundial. Los descendientes de Gengis Kan la perdieron (por grandes que fuesen los reinos que crearan) en cuanto cesó su poder sobre este bloque. El poder de Gengis Kan transformó, en medio de un mar de sangre, un mundo dividido en una unidad transcontinental y abrió la época de los imperios terrestres y de las rutas para las caravanas. Al deshacerse esta unidad en el siglo XVI, comenzó el espíritu europeo la conquista del mundo partiendo del mar e iniciando la época de las vías marítimas y de los imperios dominadores del océano. Las rutas terrestres continentales cayeron en el olvido. El interior del continente euroasiático perdió su importancia. Pero en la actualidad, sabemos que la lucha por la dominación de Asia no empezó, como se creía, en el Pacífico, sino en la misma altiplanicie en que Gengis Kan inició su ascensión.
Este es el sentido más profundo de la lucha en Asia oriental: el inicio de una nueva transición. El ataque del reino insular parte del océano. Durante el último siglo, el centro de gravedad de China se trasladó paulatinamente hacia la costa; pero ésta es vulnerable, pues los puertos y centros comerciales se derrumban bajo el fuego de la artillería. Y China empieza de nuevo a replegarse hacia el interior de su inmenso territorio para sacar de allí, de su «Oeste salvaje», nuevas fuerzas. Con pleno conocimiento del peligro, Japón, gracias al avance en Mongolia, ha clavado una cuña en el interior del país; pero muy hacia el oeste, en el corazón del bloque continental, la ruta continental sobre Turkestán se anima; mas con la diferencia de que, en lugar de las caravanas portadoras de sedas, son ahora camiones abarrotados de armas y municiones los que atraviesan los elevados pasos montañosos. La técnica ha triunfado sobre los desiertos y cordilleras, lo cual anuncia el fin de la época triunfal de los poderes marítimos. Asia oriental es empujada hacia Occidente y se acerca a Europa. Tanto si es una nueva China de los Ming, como un nuevo reino del centro o un imperio continental japonés, la vía de acceso no será el océano índico, sino las rutas continentales de los mongoles, lo que hará resaltar de nuevo la importancia de la mahometana Asia anterior. El lejano Oriente de Rusia ya no será el acceso soñado, a través de un continente vacío, hacia el mar vivificador, sino un puesto avanzado para los centros vitales de la Siberia de Asia central. No será en las costas del Pacífico, sino en algún punto de la altiplanicie de Asia oriental, donde tendrá lugar la decisión de la lucha por el dominio de Asia. El movimiento circulatorio empezado en los tiempos de Gengis Kan ha terminado, el corazón del continente vuelve a ganar su importancia vital y el vencedor en el país de los grandes kanes será el verdadero heredero de Gengis Kan y el nuevo soberano de Asia.