VII

El emperador Chin pidió la paz.

—Cuando se han cobrado las gamuzas y ciervos, y sólo queda una liebre, ¿por qué no dejarla en libertad? —dijo Gengis Kan.

Pero las condiciones eran inadmisibles. El emperador había de ceder los territorios al norte del Huang-ho, abdicar como rey de Honan y reconocerse vasallo de Gengis Kan.

Así pues, la guerra continuó.

En otoño, Gengis Kan envió un ejército al sur. Fue abatido y se vio forzado a retirarse más allá de los hielos del Huang-ho. Varias ciudades alejadas se sublevaron. Una guerra partidista amenazaba con dar comienzo. Se intentó desgastar a las grandes masas de Chin con una batalla interminable. Semejante actuación bélica no precisaba de la presencia del gran kan; además, una noticia alarmante llegó hasta Mongolia; Gut-schluk, el hijo del príncipe Baibuka-Taiang, que se refugió en la corte del emperador de Kara-Chitan después de una derrota en el Altai, era ahora el emperador de Kara-Chitan, lo cual enervó a los naimanos y preocupó a los ujguros.

En vista de todo esto, el gran kan se puso en marcha durante el verano de 1216, con todo su ejército, su enorme bagaje y sus riquezas y tesoros, hacia su ordu, en el Onón. Dejó en Chin a Muchuli con 23 000 mongoles y 20 000 mil hombres de las tropas chitanas, así como «todos los ejércitos que aún se habían de presentar para ponerse a sus órdenes». Lo nombró gobernador del Imperio Chin, de Corea y del reino de Liao. Al separarse le dijo:

—He vencido a los territorios situados al norte del monte Ho-schan; haz tú lo mismo con los situados al sur.