Brevig Mission es un pueblecito esquimal situado en el Estrecho de Bering. El «administrador financiero» es el único funcionario del gobierno a tiempo completo. No hay departamento de policía o de bomberos, ni empleados públicos, ni gestión de residuos. Sin embargo, por sorprendente que parezca, sí tiene una página web de contactos. (Podría pensarse que con sólo 276 ciudadanos, todos sabrían más o menos quién está libre). En dicha página web hay dos hombres y dos mujeres en busca del amor, lo que podría dar un resultado redondo si no fuera porque a uno de los varones no le van las mujeres… o eso vi la última vez que entré en la página. Cutieguy1 (Chicomono1), un negro africano que se describe a sí mismo como «chico mono, 1,60, busca» es la segunda persona en orden de improbabilidad que uno esperaría encontrar en Brevig. El primer premio, sin embargo, recae en Johan Hultin, un sueco de 1,82 provisto de una mata de pelo blanco y una cuidada perilla del mismo color. Hultin llegó a Brevig el 19 de agosto de 1997. Sólo una persona sabía de su viaje, y él se puso a cavar enseguida. Bajo la sólida capa de hielo había cadáveres: una fosa común.
En las profundidades del permafrost se hallaban conservadas víctimas de la pandemia de gripe de 1918. La única persona a la que Hultin puso al tanto de sus planes fue un colega científico, Jeffrey Taubenberger, que también buscaba el origen de la gripe de 1918.
Hultin no había podido emprender la búsqueda de los cadáveres de 1918 en un momento más oportuno. Unos cuantos meses antes de su llegada a Brevig Mission, se descubrió en Hong Kong que un virus del tipo H5N1 que solía afectar a las aves había aparentemente «saltado» a los humanos por vez primera: un acontecimiento que podía calificarse de potencialmente histórico.
Lam Hoi-ka, de tres años, fue la primera de las seis víctimas[192] que se cobró esta particularmente maligna versión del virus H5N1. Yo, y ahora vosotros, conozco su nombre porque, cuando un virus mortal pasa de una especie a otra, surge la amenaza potencial de una nueva pandemia. Si las autoridades sanitarias no hubieran actuado como lo hicieron (o si hubiéramos tenido la suerte en contra), Lam Hoi-ka podría haber sido el muerto número uno de una pandemia global. Aún podría serlo. Los preocupantes rastros del H5N1 no han desaparecido del planeta, aunque sí de los titulares de los periódicos norteamericanos. La cuestión radica en si continuará matando a un número reducido de personas o si mutará en una versión más letal. Los virus como el H5N1 pueden ser innovadores y feroces, en constante renovación, implacables en su propósito de corromper el sistema inmunitario humano.
Con la amenaza potencial del H5N1 cerniéndose sobre ellos, Hultin y Taubenberger querían saber qué había causado la pandemia de 1918. Y por buenas razones: la pandemia de ese año mató a más gente[193] y más rápido que cualquier otra enfermedad, que cualquier otra causa, tanto antes como después.