III

UNA PROPOSICIÓN DE PAQUITO GAMBOA

SALIERON de la fonda y Paquito Gamboa acompañó a Chamizo hasta su casa.

Al llegar al portal le dijo:

—¿Le puedo considerar a usted como aliado, amigo don Venancio?

—¿Aliado? Según para qué.

—Para una empresa política.

—Hombre, ya sabe usted que yo no soy político.

—No importa. Yo le explicaré a usted el asunto. Si acepta, entra en la combinación, y si no, me da usted palabra de guardar el secreto por lo menos durante un mes.

—Está dada, y si quiere usted, durante un año. Subamos a mi cuarto y hablaremos con libertad.

Subieron a la habitación del exclaustrado, que estaba llena de libros viejos, de estampas y de papeles.

—Cómo se nota aquí al sabio don Venancio —dijo Gamboa.

—¡Bah! Ríase usted. El sabio no necesita de tanto papel. Esto es un vicio.

Chamizo desocupó el sillón, lleno de libros, para que se sentara Gamboa, y él se sentó en la cama.

—¿Usted no ha oído hablar de una intriga palaciega, de la cual es el centro el infante don Francisco? —preguntó Gamboa.

—No.

—Pues varios caballeros y damas de palacio han tenido la idea de asociar a la infanta Luisa Carlota y a su marido don Francisco a la regencia de España.

—¿Y para qué? ¿Con qué objeto? —preguntó Chamizo.

—El motivo principal es que la reina está enamorada de Muñoz.

—Eso se dice.

—Se dice y es verdad. Para este caso se ha pensado en una regencia triple. La cosa no tiene nada de absurda.

—No, no.

—La infanta Luisa Carlota y su marido, que saben por Celia y por mí la influencia que va teniendo Aviraneta entre la juventud, van a llamarlo un día de estos para hablar con él.

—¿Pero Aviraneta tiene verdadera influencia? —preguntó Chamizo.

—Sí; sí la tiene. Ahora está proyectando una sociedad de partidarios de Isabel II, no sé en qué forma. Yo quisiera que usted intentase convencer a don Eugenio de que la solución de la triple regencia, la reina con los dos infantes, no es tan ilógica como a primera vista parece.

—Bueno, probaré.

—Lo tendremos en cuenta. Vaya usted mañana a comer con nosotros a casa de Celia. Puede usted ir allí cuando quiera. Es necesario que nos unamos las personas discretas. Yo hablaré al infante don Francisco a ver si puede darle a usted un empleo.

Dejándole halagado por esta dulce esperanza, se marchó Gamboa. Al día siguiente, Chamizo fue a comer a casa de Celia, y ella le conquistó y le hizo prometer que seguiría sus consejos, con lo cual no le iría mal.