ANÓNIMOS
Los malvados son como las moscas, que recorren el cuerpo del hombre y no se detienen más que sobre sus llagas.
LA BRUYÈRE: Los caracteres.
EN el tiempo en que Miguel estuvo preso en la Cárcel de Corte se recibieron varios anónimos en casa de don Tomás. Uno de ellos era de Juanita, la mujer de Gómez; los otros, de León Zapata, el paisano de Miguel. La Juanita tenía gran odio por Soledad. Zapata quería mortificar a don Tomás y de paso estorbar el éxito de Miguel. Don Plácido le sirvió de apuntador y le dio datos de la gente de la casa.
El anónimo de Juanita, que iba dirigido a don Tomás, decía así:
«Con gran sentimiento de mi parte, tengo que participarle a usted que su mujer le engaña con Miguel Rocaforte, el que está ahora en la cárcel. Pregunte usted en la calle de Peregrinos, 4, donde Soledad y Miguel se han visto, y le darán noticias.
Un amigo.»
Los anónimos de Zapata se sucedieron durante largo tiempo y tenían otro carácter. Fueron varios.
El primero decía así:
«En esa santa casa, antigua de Capellanes, hay una mujer que adorna la frente de su marido. Es Juanita, la señora de Gómez. El señor Gómez no puede ya con su cabeza. Cada año un asta más.
¡Buena está la casa de la calle de la Misericordia, 2!
El Duende.»
Al día siguiente llegó otro anónimo:
«El joven Miguel Rocaforte se jacta en todas partes de haberle puesto los cuernos a su principal. Estaba escrito: Manso has sido, manso eres y manso serás.
¡Buena está la casa de la calle de la Misericordia, 2!
El Duende.»
Al cabo de poco tiempo vino otro papel:
«En esa santa casa, hoy de la Sal, hay un Cuervo que debía graznar, ya hace tiempo, en el patio de un presidio. Ese Cuervo, mal zapatero, es un bandido, miserable y estafador, que engaña a todo el mundo, empezando por su amo.
¡Buena está la casa de la calle de la Misericordia, 2!
El Duende.»
A los pocos días se recibió otro anónimo:
«En esa cristiana casa hay una Pepita que tiene dos cortejos a la vez: uno para los días de fiesta y otro para los días de labor. Ahora la visita el cerdo del padre Cecilio. ¿Qué hace mientras tanto Burguillos? Burguillos calla y otorga.
¡Buena está la casa de la calle de la Misericordia, 2!
El Duende.»
Por último, se recibió esta letanía, que decía así:
«Letanía para recitar en la casa de la Sal.
De la mansedumbre de don Tomás Manso,
De la gracia del Cuervo,
De las visitas de los padres franciscanos,
De los chismes de las monjas clarisas,
Líbranos, señor;
Del ceño de don Bernardo,
Del vientre del padre Cecilio,
Del contravientre del hermano Félix,
De la charla de don Plácido,
Líbranos, señor;
De los ardores de la Pepita
De los malos humores de Juanita,
De los cuernos del buen Gómez,
De los flatos de Burguillos,
Líbranos, señor;
Líbranos, Señor,
de tanto bellaco,
de tanto cornudo,
de tanta pécora como habita esa casa,
Misericordia,
¡Misericordia, Señor!
El Duende.»
Don Tomás leyó con una terrible indignación estos anónimos. El primero comprendió que partía de alguna de las mujeres de la casa, de la Pepa o de la Juanita; los otros, pensaba que debían de ser de algún amigo de Miguel; pero no podía suponer de quién.