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ERA importante que no se precipitaran. Estaban obligados a planificar, sopesar detenidamente todas las alternativas. Matarla no suponía un gran problema. Pero Gösta todavía pensaba que podrían inducirla a dar el paso. Se trataba de hacerle abrir los ojos, que se diera verdadera cuenta de la situación y asimilara por completo en qué se había convertido y que sólo quedaba una cosa sensata que hacer.

No, lo complicado era deshacerse del cuerpo y borrar todas las huellas dejadas por el camino.

Si hubiese tenido un barco podría haberla arrojado al mar. Pero ¿cómo se mete uno en un barco con una bolsa de basura negra al hombro sin que nadie lo vea? Había casas por todas partes. Resultaba difícil encontrar una costa más vigilada que aquélla. Y si se metía por un sendero, por muy impracticable que éste fuera, siempre existía el riesgo de que algún cazador de setas pasara por allí y se quedara con el número de la matrícula.

Enterrar el cuerpo era una tarea fatigosa, y el peligro de ser descubierto, elevado.

¿Por qué deshacerse del cuerpo? Quizá lo mejor sería que lo encontraran lo antes posible. Para que Mike pudiera meterla bajo tierra y terminar el luto. Librarse de las sospechas silenciosas del mundo que lo rodeaba. Por mucha ayuda y terapia que Mike necesitara el día que se enterara de que Ylva había estado cautiva y con vida la mayor parte del tiempo que había estado desaparecida.

La mejor manera de deshacerse del cuerpo era tirarlo en la cuneta de algún camino perdido. Era más cuestión de elegir bien el momento que el lugar. De noche, cuando no se vieran los faros de otros vehículos. Entonces tendría tiempo de tirar el cuerpo y seguir adelante. Obviamente, lo haría aprovechando la excusa de algún viaje. Para asegurarse una buena coartada en el caso de que, en contra de lo esperado, se viera expuesto a algún tipo de sospecha.

El cuerpo iría amortajado en bolsas de basura negras para no dejar rastro en el coche. Tendrían que limpiarle debajo de las uñas, y los últimos días Gösta no podría correrse dentro. Esto último no dejaba de ser un pequeño sacrificio.

Mientras Gösta se deshacía del cuerpo, Marianne limpiaría la casa y sanearía el sótano. Había que limpiar todas las superficies y sustituir los muebles por una batería y una guitarra eléctrica.

Tenían que hacer un plan de trabajo y ponerle fecha.

Gösta se preguntó cómo se sentiría sin Ylva. Aliviado, sin duda, cuando por fin hubiese terminado todo. Pero también un poco nostálgico.

Vengar la muerte de Annika había sido el motor de sus vidas durante casi tres años. La batalla por la justicia y la redención había eclipsado casi todo lo demás. El objetivo había sido claro y, de alguna forma, la vida les había resultado más fácil.

Dentro de poco habría terminado todo y el vacío se abriría como un abismo.

La posibilidad de poder bajar a follarse a Ylva independientemente de la hora que fuera le había otorgado cierta sensación de riqueza. Una nueva dimensión.

En breve eso también sería historia.

• • •

¿Era un vino demasiado barato? Seguramente no. La botella costaba bastante más de cien coronas. ¿A lo mejor Gösta se esperaba una botella de whisky? Mike lo había pensado, pero supuso que el alcohol quedaba un poco raro si no era Navidad.

Bah. Dejó de pensar en ello. Era obvio que no era por desilusión. El motivo por el que Gösta se había mostrado un pelín reservado era que prefería cierta distancia social, teniendo en cuenta que Mike todavía era su paciente.

Era eso. Nada más.

El día que Mike hubiese terminado la terapia podrían cenar juntos los cuatro.

La mujer de Gösta parecía simpática. Seguro que ella y Nour se llevarían bien. ¿Quién no se sentía a gusto con Nour? Mike sintió un cosquilleo sólo de pensar en ella. Casi se le escapó la risa.

Como una señal de Dios, Nour entró por la puerta. Sanna salió corriendo al recibidor para darle la bienvenida. Mike se quedó a unos metros, casi ruborizado por el arrebato de felicidad que le recordaba a Los niños de Bullerbyn. Las cosas no podían irle mejor. Esperó su turno y le dio un beso en la boca. Le cogió el abrigo y lo colgó en una percha.

—Huele bien —comentó ella.

—Salsa boloñesa —dijo Mike—. Roja.

Nour no entendía nada.

—Un poco difícil de explicar, es una receta bastante avanzada.

Sanna salió corriendo al salón, donde, para la alegría comedida de Mike, había volcado su nada despreciable colección de Lego sobre la esponjosa alfombra. Por mucho que Mike la aspirara y sacudiera, siempre quedarían piezas ocultas, lo presentía.

Sirvió dos copas de tinto y le dio una a Nour.

—Gracias —dijo ella.

Mike la miró y sonrió.

—¿Qué pasa?

—Nada, que me siento muy feliz —afirmó él.