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¿CÓMO que se perpetró con premeditación y alevosía? Me estás ocultando información.

Jörgen Petersson parecía casi irritado. Calle Collin soltó un suspiro.

—No quieres saberlo —dijo.

—Sí que quiero —se empecinó Jörgen.

—Créeme —añadió Calle—, no quieres.

—Eres un falso concienzudo, como esos presentadores de noticias que advierten de imágenes impactantes. No hay mejor manera de hacer que la gente se pegue a la pantalla. Sólo intentas alimentar el interés, eres como un director de circo antes del siguiente número.

—Te lo digo en serio, he tenido problemas para dormir.

—A mí nunca me ha pasado, yo duermo como los guapos de los anuncios.

Calle respiró hondo.

—Después no te quejes —dijo.

—¿Por qué iba a quejarme?

—Yo sólo te lo digo.

—No voy a quejarme.

—Vale —dijo Calle—. Alguien le abrió un agujero a Anders en la cabeza con un martillo y se lo encastró más o menos como haces con la mantequilla y luego dejó el martillo metido dentro, con el mango apuntando hacia arriba como una flor muerta en una maceta con tierra.

—Me cago en la leche.

—Ya te he dicho que no querrías saberlo.

—La puta de oros.

—No quiero ni una queja.

—¿Y eso se lo hizo su media naranja?

—Se lo hizo alguien que no tenía demasiada admiración por nuestro antiguo compañero de clase, hasta ahí podemos estar de acuerdo.

—Y entonces, la policía cree que fue un hombre quien cometió el crimen pero que una mujer lo atrajo hasta el lugar de los hechos.

—Más o menos.

—¿Y no tienen ni idea de quién fue?

—Ni la más mínima.

Jörgen asintió en silencio para sí.

—O sea que era célebre…

Calle dio un respingo.

—¿Qué has dicho?

—Anders Egerbladh —dijo Jörgen— debía de ser célebre.

Calle miró inquisitivo a su amigo.

—¿Has sido infiel? —preguntó al final.

Jörgen no entendía nada.

—¿De qué hablas?

—Has dicho célebre. Es una palabra clave que delata a los que han sido infieles. Para quitarle hierro a los desvaríos de uno mismo, se tiende a demonizar a quienes son ligeramente peor. Un poco como los alcohólicos que hablan de tomarse una pilsner. El que dice pilsner en lugar de cerveza es, por definición, alcohólico perdido.

Jörgen miró largo rato a su amigo.

—Me parece que ahora sí que te has ido a los confines de la galaxia.

—Por Dios, pero si es así —replicó Calle.

—No, no lo es —añadió Jörgen—. Y no, no he sido infiel.

—Eso espero —dijo Calle—. Tu mujer me gusta más que tú.

—Y si alguna vez me da por serlo, no haré que cargues con ese conocimiento.

—Te lo agradezco.

—Una palabra clave —dijo Jörgen soltando una risita—. Lo más tonto que he oído en mi vida.