SANNA se guardó las patatas fritas más largas para el final.
—Mira —dijo levantando una en el aire.
—Vaya, ¡qué larga! —exclamó Mike.
Le echó un vistazo rápido antes de volver la mirada hacia la carretera. Continuó en su carril en la rotonda y tomó la salida a la autovía.
—Me han salido más largas —dijo Sanna como una persona de mundo—. Una vez me salió una larguísima.
—¿Más que ésa? —preguntó Mike.
—Mucho más, el doble.
—¿En serio?
—A lo mejor no el doble.
—Pero muy larga.
—Sí.
Sanna se la metió en la boca, feliz.
Mike sopesó la opción de entrar en la ciudad y pedirle a su madre que se quedara con Sanna un par de horas. Así tendría vía libre para hacer una ronda de llamadas y averiguar algo al mismo tiempo que le ahorraría a Sanna el numerito que les esperaba cuando Ylva se dignara aparecer por casa. Lo malo eran, evidentemente, las preguntas y los reproches que haría su madre. Ella e Ylva se ponían buena cara la una a la otra, pero era una amabilidad que estaba en la cuerda floja y Mike prefería no romper ese equilibrio.
Lo más razonable era que llamara a la policía. No porque lo creyera necesario, sino porque Ylva se lo merecía. Eso le daría gravedad al asunto y reforzaría su imagen de hombre engañado. Lo contrario, que sospechara que ella le estaba siendo infiel pero sin reaccionar, era peor.
Decidió ir a directo a casa. Lo más probable era que Ylva ya estuviera allí.
Mike se lo dijo a sí mismo y salió de la autovía a la altura de Berga.
• • •
La puerta de la casa seguía cerrada con llave y no había nuevos zapatos en el recibidor. Aun así, Mike saludó con un grito.
—¡¿Hola?!
Sanna levantó la cabeza para mirarlo.
—¿Mamá no ha llegado a casa?
Mike negó con la cabeza.
—¿Dónde está?
—No lo sé.
—¿No lo sabes?
Mike no respondió.
—¿Se ha ido?
Sanna lo dijo de broma.
—No, no, no se ha ido —dijo Mike intentando sonreír—. En algún sitio tiene que estar. Evidentemente.
—Pero entonces, ¿dónde está?
—Supongo que en casa de alguna amiga.
Miró la hora. Las dos menos cuarto.
—Tengo que hacer unas llamadas —dijo.
—No paras de llamar por teléfono.
—Tengo que hacerlo. ¿No te vas a casa de ninguna amiga?
—¿De quién?
—¿Klara, a lo mejor?
—No está.
—¿Ivan?
—Quiero esperar a mamá.
—Por favor, termina de ver la película. Yo vendré en cuanto haya acabado de hablar.
Sanna suspiró y desapareció.
Mike esperó hasta que oyó el ruido de la película y luego llamó a Nour.
—¿Con quién has hablado? —le preguntó después de que ella le dijera que nadie sabía nada.
—Pia y Helenea —informó Nour—. No sé con quién más hablar.
Mike reunió fuerzas.
—¿Puede que esté con el tipo del restaurante?
Soltó una risita forzada cuando lo dijo, como si pretendiera hacer ver que su pregunta era impensable.
—No —dijo ella—. Lo he llamado por si acaso. No han estado juntos.
Mike se sintió aliviado a pesar de saber que eso significaba que posiblemente su mujer lo estuviera engañando con otro.
—¿A qué hora os separasteis ayer? —preguntó Mike.
Nour respiró hondo y soltó el aire con un suspiro.
—Creo que eran las seis y cuarto o así.
—Entonces tendría que haber llegado a casa sobre las siete, si hubiese venido directamente —calculó Mike.
—Supongo.
—¿Y se marchó cuesta abajo?
—Dijo que se iba a casa.
—Creo que tendré que llamar a la policía, a pesar de todo.
A Nour le pareció que Mike estaba un poco avergonzado, casi como si le estuviera pidiendo consejo. No sabía qué contestarle. Mike rompió el silencio.
—Tengo un amigo en Estocolmo. Una vez se meó en el palacio. Había estado en el Café Ópera y se fue a casa por el puente de Skeppsbron cuando ya no podía aguantar más y le cambió el agua al canario donde la fuente, ya sabes. La policía lo encerró toda la noche en el calabozo, ni siquiera lo dejaron llamar a casa. La novia lo esperó con el rodillo, creía que le había puesto los cuernos.
La historia no venía a cuento y Mike habló en tono forzado como para convencerse a sí mismo. Estaba a punto de desmoronarse.
—Quiero decir que puede haber pasado algo así.
«Sí —pensó Nour—, si Ylva fuese un tío y hubiese un palacio donde mearse».
—Por supuesto —dijo Nour—, puede haber pasado algo parecido. Creo que será mejor que llames a la policía.
—Por si acaso —dijo Mike.