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Centro DIR, Barcelona

Empujada por el discurso alienante y la voz pletórica del monitor de spinning, Kate apenas sentía las piernas. El corazón se le iba a desbocar. El cansancio mental y físico que acusaba antes de salir del despacho había desaparecido por completo con el esfuerzo físico que la mantenía sobre la bici como una posesa. Imaginaba las células musculares de sus cuádriceps bombeando potasio y calcio en un intento desesperado por sobrevivir a lo que quedaba de clase. La única parte de su cuerpo que en ese momento no funcionaba por inercia era el cerebro. Sin embargo, notaba las pulsaciones con tanta fuerza que su cabeza parecía estar esperando a que acabase la hora de clase para explotar definitivamente como una calabaza de Halloween con un petardo dentro. Antes de comenzar la sesión le tentó la idea de abandonar. Pero, en cuanto sonó la música, su cuerpo empezó a moverse y ocurrió lo de siempre: que cuando emprendía algo, Kate no se rendía jamás.

Sin embargo, a pesar de la intensidad de la sesión de spinning, un mal presentimiento la mantenía conectada mentalmente al despacho. El asunto de Mario Mendes, con el hueso de fiscal que tenía asignado y los últimos listados con sus movimientos bancarios en Banca Andorrana, se complicaba por momentos. Kate sonrió al recordar la respuesta de Paco cuando ella le había hablado de su preocupación por la alta efectividad del fiscal que les tocaba. Si te vas a quedar más tranquila, revisa tus propios resultados y encontrarás ese mismo porcentaje de victorias. Kate amplió la sonrisa y pedaleó con más fuerza. Paco siempre encontraba las palabras justas para devolverle la seguridad. En este caso, además, él tenía interesantes relaciones con varios de los jueces que podían asignarles. Kate contaba con eso y también con la colaboración del técnico andorrano al que habían investigado. De modo que nada estaba decidido aún. Entonces ¿a qué venía esa vocecilla interior que le susurraba con insistencia que no se confiase?