Comisaría de Puigcerdà
Cuando Magda llegó al despacho tras la reunión con el corresponsal que el periódico Regió7 tenía en la Cerdanya, ya era medio día, pero allí persistía el olor agrio de la reunión de la tarde anterior. Había logrado mantener el caso Bernat fuera de la entrevista gracias a su pericia y a la promesa de una exclusiva cuando lo resolvieran. Bien, eso le proporcionaría una nueva aparición en el medio más leído en el valle que aprovecharía para comenzar su escalada por la vacante en el CRC. Recordó la conversación telefónica que por fin había mantenido con Casaus, el alcalde de Pi, y su respuesta desconcertada e indecisa cuando ella se había postulado para el puesto vacante. Magda dejó las llaves y el lujoso Prada sobre la mesa y se acercó a la ventana para ventilar el ambiente. Si aquello persistía, habría que hablar con Desclòs sobre la necesidad de cambiarse el uniforme con más frecuencia. Pensó en quién delegaría para darle semejante consejo al caporal. Por suerte, la comisaría contaba con una secretaria autóctona que sabía cómo lidiar con ese tipo de cosas. Sí, estaba claro que Montserrat era la más indicada para esa misión.
En cuanto al caso Bernat, se estaba demorando demasiado. No en vano ya eran varios los miembros prominentes de la comunidad que le habían telefoneado con alguna excusa para averiguar cómo discurría la investigación. Y no podía permitir que aquel asedio durase mucho, o empezarían las murmuraciones sobre la eficiencia de su comisaría. Magda cerró la ventana y bajó la vista.
En el aparcamiento, Silva se dirigía al coche patrulla, seguido por Desclòs y otros dos agentes. Pensó en el registro y recordó el desacato del sargento. En ese momento, J. B. se volvió y Magda presenció cómo increpaba al caporal Desclòs. Tuvo la tentación de abrir la ventana para oír de qué iba la bronca, pero las trifulcas entre subordinados no estaban a su altura, y puede que a Desclòs no le viniese mal que alguien le espoleara.
Además, ésa no era su guerra, concluyó apartándose el pelo de la frente con el anular y el meñique. Ella debía aclarar cuanto antes la muerte de Jaime Bernat.
Puede que mientras lo resolvían tuviese que mover alguna pieza para acallar rumores. Tal vez algún interrogatorio en las dependencias de la comisaría para que trascendiese que estaban avanzando. Un paso estudiado que mostrase la rápida reacción del cuerpo. Aunque sólo fuese con ese fin, estaría más que justificado. Y, tal como se iba desarrollando todo, la veterinaria era el eslabón más débil. Además, estaba sola, lo cual facilitaba las cosas. Según se desarrollase el registro de esa tarde, decidiría el siguiente paso.
Magda se sentó en su butaca y pensó en Silva. Obviamente, la estaba poniendo a prueba, y ambos lo sabían. Pero aún le necesitaba para dar los pasos que ella le iría indicando. Después, si algo salía mal, siempre podía cargarle la mochila de la incompetencia y devolvérselo al comisario Millás con una nota en la que quedase bien claro que Silva no daba el perfil mínimo para encajar en su comisaría.