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Comisaría de Puigcerdà

—¿Qué tal sigue su amiga, la veterinaria?

La comisaria le indicó con un gesto que se sentase, pero Kate permaneció de pie.

—Estaría mejor si no fuesen a por ella con tanta inquina. De todos modos, pronto la dejarán en paz.

Magda obvió la respuesta y se retiró el pelo con el anular y el meñique. Abrió con afectación el portafolios que tenía delante y clavó sus ojos en los de Kate.

—Quería hablarle del accidente, del informe preliminar que nos ha llegado. Parece que Dana Prats tendrá que responder por la muerte de los dos ocupantes del otro vehículo.

Kate sonrió con sarcasmo. La tira del bolso le resbalaba en la mano.

—No sé cómo no le da vergüenza…

—¿Cómo dice?

—Ser tan poco profesional. Anteponer sus intereses a la verdad. Es vergonzoso.

La comisaria sonrió.

—Comprendo su irritación, créame, y también la impotencia y la frustración que debe de sentir por no poder hacer nada. Todos tenemos amigos por los que enarbolar la bandera de la inocencia. Pero esta vez, hágame caso, lo tiene perdido.

Kate la vio erguirse en la butaca y mirarla con arrogancia.

—Acépteme un consejo: céntrese en cuidarla y deje de removerlo todo. Tengo entendido que no va a quedar muy bien después del accidente.

Magda la observó apretar la tira del bolso. La cara de la abogada era una máscara. Bien, a eso iba. La comisaria pensó en su siguiente frase y empleó un tono de afectación.

—Todo esto me parece una lástima. Pero la verdad es que los hechos son los que son y las pruebas apuntan al mismo objetivo. Todo está bastante claro —resolvió encogiéndose de hombros.

Kate la miraba directamente. Magda se preguntó si conseguiría verla perder los estribos. La respuesta no se hizo esperar. La abogada entornó los ojos y le soltó con rabia:

—¿Por qué miente? ¿Se siente mejor, más importante? Me pregunto a quién quiere engañar… Usted sabe tan bien como yo que Dana no tuvo nada que ver con la muerte de Jaime Bernat y, para serle sincera, no me explico ese interés desmedido en implicarla. Cualquiera podría pensar que existen razones ocultas tras esa insistencia…

Estaba empezando a molestarla y no iba a dejar que siguiese por ahí. En un segundo la echaría del despacho, pero no sin saber por qué había ido a ver al sargento.

—Comprendo su decepción, y que busque culpables, pero las pruebas son las pruebas.

—Hay otras pruebas que crean una duda más que razonable sobre su implicación, motivos que apuntan que el verdugo de Jaime fue otra persona y que van a hacerles quedar como unos completos incompetentes.

—¿Y qué pruebas son ésas?

—Cuando llegue el momento lo sabrá.

—Espero por su bien que no esté actuando al margen de la ley.

—¿Qué le hace pensar eso?

—El sargento. La ha citado en su despacho.

—¿Y?

—Bueno, es evidente que usted no es su tipo. Me inclino a pensar que se llevan algo entre manos sobre el caso…

Magda se irguió en la butaca sin perder de vista a su interlocutora. Lo que acababa de decirle la había sorprendido, era evidente, pero ¿por qué? ¿Tal vez la abogada esperaba que el sargento pudiese hacer algo? Qué lástima, habría que aclararle quién mandaba en la comisaría.

—No pierda el tiempo, él no va a hacer nada que yo no haya aprobado primero. Aquí nadie decide sin mi beneplácito.

Tras dos golpes, J. B. apareció por la puerta.

—Comisaria, la letrada había quedado conmigo. —Y mirando a Kate añadió—: Cuando quieras.

No iba a ponérselo tan fácil.

—Señorita Salas —dijo Magda—, si llega a mis oídos que está usted interviniendo en un caso criminal o que posee pruebas de él me veré obligada a informar al juez, y ya sabe lo que esas irregularidades representarían para su carrera.

Kate dio un paso adelante y apoyó las manos en el respaldo de la silla. Magda la miró sin comprender y el sargento carraspeó desde la puerta.

La comisaria la escuchó decir:

—Voy a hacerle una propuesta… que estoy convencida de que no querrá que trascienda —dijo Kate lanzando una mirada fugaz hacia la puerta.

Magda le sostuvo la mirada. Interesante. Y se apartó el pelo con el anular y el meñique.

—Sargento, espere en su despacho. En cuanto terminemos, la abogada Salas irá para allá.

J. B. miró a Kate esperando que se volviera hacia él, pero ella seguía mirando a la comisaria y no se volvió ni siquiera cuando le oyó cerrar la puerta.

Magda se apoyó en el respaldo de la butaca dispuesta a escuchar.

—Sé quién mató a Jaime Bernat. Le entregaré todas las pruebas en cuanto se retracte de la petición de imputación de Dana que le ha hecho al juez. Luego podrá disfrutar de haber resuelto el caso y nosotras nos iremos a casa.

—¿Y qué pruebas son ésas? —preguntó la comisaria con sarcasmo.

Kate se mantuvo en silencio y Magda entornó los ojos antes de añadir:

—No lo entiende, ¿verdad? El caso está resuelto si yo no decido lo contrario, y para eso tiene que darme algo más.

—Manel Bernat, el hijo de la hermana de Jaime. Él es el asesino, la persona que le mató por haber inducido a su madre al suicidio y haberse quedado con sus tierras y con el dinero de su herencia. Encuéntrele y habrá resuelto el caso.

—¿Y cómo sabe usted eso? ¿O es que me está pidiendo un acto de fe?

—No, sólo le pido que le localice y le interrogue.

—¿Por qué debería hacerlo?

—Porque, de lo contrario, va a quedar como una completa inepta cuando se descubra la verdad en el juicio. Yo sólo quiero evitar que Dana se vea inculpada, no me interesa salir en la foto. Tiene en su mano hacerlo usted misma o arriesgarse a que todo salga a la luz sin su pleno control.

Magda dudó mientras Kate le sostenía la mirada. La abogada parecía ir en serio. De acuerdo, por probar no se perdía nada.

—Muy bien, le buscaremos y si tiene razón hablaré con el juez.

—La citación es para dentro de dos días. Y al paso que van sus hombres, pueden encontrar al tipo en Navidad. No le daré ninguna información hasta que se retracte ante el juez.

—Entonces me ahorra un trabajo.

—Bien, usted decide.

Kate se volvió, pero antes de tocar el pomo de la puerta oyó el clic y la voz de Magda:

—Montserrat, haga venir al sargento.

Kate abrió la puerta y encontró a J. B. tras ella. Él la evitó y miró directamente a Magda.

—Sargento, póngase de acuerdo con la abogada Salas y localice a… ¿Cómo era?

Kate dudó un instante. Y Magda continuó:

—Tiene mi palabra de que si está en lo cierto haré lo que me ha pedido.

—Manel Bernat —continuó Kate.

Magda miró al sargento.

—… Manel Bernat. Dele prioridad absoluta.

Cuando cerraron la puerta por fuera, y por fin se quedó sola, el despacho le pareció un remanso de paz. Puede que todo aquello fuese un farol, pero la nieta del ex comisario no parecía de las que hablaban en balde. Y el sargento había estado inusualmente disciplinado. Extraño. En fin, de un modo u otro habría resuelto el caso en apenas una semana larga. Lo único que le preocupaba ahora eran las dos llamadas perdidas que tenía de Hans.