104

Comisaría de Puigcerdà

Magda colgó el teléfono con un golpe y miró el reloj. La una y media y ya no había ni rastro del sargento. Nunca estaba cuando se le requería. Era evidente que le faltaba disciplina y que no sabía mostrar respeto a su superior, a quien se empeñaba en ningunear desde que había llegado. Y esta vez ni siquiera Montserrat sabía dónde se había metido. Ahora que, con lo que acababa de decirle a la secretaria, seguro que la llamaba en cuanto llegase, y entonces le pondría en su sitio de una vez por todas.

Faltaban dos días para la cena del campeonato social del miércoles y Magda no quería tener que repetirle a Vicente que el caso Bernat aún no estaba resuelto. Si el bastón que había encontrado Desclòs tenía huellas de la veterinaria —y eso era más que probable porque lo había encontrado en su finca—, estaba hecho. Al fin y al cabo, que la chica estuviese en el hospital no era relevante, como tampoco que no pudiese declarar. Casi mejor. Dejar pasar un tiempecito haría que la noticia cuajase y luego todo se daría por hecho. El caso era dar una respuesta en breve, y cuando volviese en sí el proceso ya seguiría su curso. Relajó los hombros moviéndolos hacia atrás y luego hacia adelante. Necesitaba un buen masaje y le habían hablado maravillas de la nueva masajista del club. Además, quería ver si los comentarios que había oído en el vestuario sobre su físico le hacían justicia.

Tras dos golpes en la puerta, Montserrat entró con la prensa quincenal. La dejó sobre la mesa y salió sin abrir la boca. Su aviso para el sargento la había dejado tiesa. Bien, de eso se trataba. Magda se apoyó en el respaldo y desdobló el periódico. En seguida localizó lo que buscaba.

En ocasiones, una buena foto en blanco y negro era mucho mejor que una mala en color. En la segunda página del Regió7, el periódico más leído en el valle, aparecía un artículo sobre Jaime Bernat, con imagen incluida. Tal como se había hablado con el director, sólo publicarían de él información biográfica, nada sobre las circunstancias de su muerte. A cambio, cuando el caso estuviese resuelto, ella les ofrecería detalles jugosos para sus lectores.

Magda había recibido el artículo hacía un par de días y ya le había dado el visto bueno. Por eso, en lugar de releerlo se centró en las fotos. Por la de Jaime pasó de refilón. En ella Bernat debía de tener unos cincuenta años. Magda pensó que no había cambiado tanto y le pareció increíble que estuviese muerto.

Entonces observó la foto del entierro con los ojos entornados. En el centro sobresalía ella, con el traje de chaqueta ribeteada, al lado de Vicente y algunos miembros de su consistorio. El juez Desclòs destacaba en otro corro con los alcaldes de Pi y de Bellver, ambos con silla en el CRC, y otros miembros destacados de la comunidad. Ella era la única mujer en la foto y, evidentemente, dejaba el pabellón muy alto. En el lado izquierdo salía Santi conversando con dos hombres de su edad y con el caporal Desclòs. Verle allí le produjo cierta irritación, pero no se podía obviar quién era su padre, ni su relación con Santi. Y, por increíble que pareciese, ésas eran su cuna y su lugar en el orden social del valle. Magda estudió a Santi y se preguntó si habría tenido algo que ver en la muerte de su padre. En fin, de todos modos las pruebas y los testigos apuntaban a la veterinaria.

Alejó un poco el periódico y entornó los ojos. Era una foto pésima, con tan poca definición que ni se podía sospechar el color real de sus espectaculares zapatos. Magda recordó las gafas que guardaba en el cajón del escritorio, pero rechazó la idea. En realidad, aún no las necesitaba. Había decidido encargarlas para descansar la vista cuando fue a buscar las de sol y le había dado por probarse algunos modelos de Gucci. Buscó de nuevo sus zapatos en la foto y entrecerró los ojos. No les hacía justicia. Se echó para atrás en la butaca, apoyó los pies en el último cajón entreabierto y dobló el periódico. Volvió a mirar la foto. Los lujosos zapatos le habían recordado la cita del día siguiente con Hans y sus pensamientos ya estaban lejos.