103

Habitación 202, hospital de Puigcerdà

Pero ¿cómo podía vivir tan empanado? Desde luego, no era normal, aquello no-era-normal. A esas alturas, nueve de cada diez habitantes del valle estaban al tanto del accidente y de quiénes se habían visto implicados. Incluso el diagnóstico de Dana sería ya la comidilla en todas las tiendas. Y él ni siquiera se había enterado. Eso lo decía todo del tipo que tenía a Dana en sus manos. Daba igual quién hubiese mandado el brandy. Ella no había sido, y eso haría que él tuviese que dejarla en paz, como habían pactado.

Pero también podía ser que el sargento la hubiese engañado, que nunca hubiese tenido intención de cumplir con su parte del trato. Al fin y al cabo, cuántas veces ella misma había hecho promesas sin intención de cumplirlas… Además, dejar en paz a Dana quizá no dependiese sólo de él, porque la comisaria parecía de esas que siempre decían la última palabra. Aun así, la pista de la botella les ayudaría a dar con el verdadero asesino de Jaime y, si lo hacían de prisa, Dana quedaría fuera del caso. Lo importante era evitar que la imputasen, porque eso relacionaría su apellido con un asunto penal de por vida. Cuando Kate oyó el ruido, la BlackBerry llevaba un rato vibrando sobre la mesa. La había silenciado para no molestar a Dana y estaba sobre la mesita, lejos de la cama.

Al ver quién era salió al pasillo.

—Sí…

—¿Dónde narices estás? ¡Es mediodía! —La BlackBerry tenía el manos libres conectado y Kate intentó deshabilitarlo mientras oía a Luis—. No te puedes imaginar lo que acaba de pasar. Llego del juzgado y me encuentro con una nota del mismísimo Mendes para que prepare el expediente del caso del hermanísimo porque Marina va a pasar a recogerlo. ¡Marina! Estoy anonadado, apenas puedo respirar. Mira, ahora mismo no me siento los dedos de las manos. Espero que estés ahí por alguna razón de vida o muerte, porque yo no…

—Luis, ¡para!

Luis se calló de golpe.

—Un momento, estoy intentando quitar el manos libres. No pasa nada. Sólo quiero que hagas una cosa: cierra la puerta del despacho y limpia el dossier de cualquier rastro del asunto de Andorra. No puede quedar nada de él. Luego llévale los documentos a Marina. No pasa nada.

Kate miró alrededor. Estaba sola en el pasillo del hospital, pero trató de quitar el manos libres varias veces sin éxito. Al final se impacientó y bajó el volumen.

—Entonces ¿nos quitan el caso? ¿Lo dejamos nosotros? Dime qué pasa porque casi me da un infarto cuando he leído la orden y no creo que me merezca este…

—Luis, ¡basta! Sólo tienes que saber que Marcos llevará el caso hasta que yo vuelva.

—Claro, sólo… Buena manera de ponerme en mi lugar, jefa.

Kate respiró hondo y adoptó un tono más conciliador.

—Estoy en el hospital con Dana. Ayer tuvo un accidente y está completamente sedada. Me quedaré como mínimo esta semana y te iré llamando con lo que haya.

Le imaginó mordiéndose los labios, como siempre que metía la pata.

—Soy un impresentable, ¿no?

—No, sólo estás preocupado por algo que ya no depende de ti. Debí haberte llamado después de acordarlo con Paco, pero, como comprenderás, tuve mucho lío.

—No, no, no te preocupes por mí. No sé ni cómo he podido pensar que no lo sabías, soy idiota. Y Dana, ¿cómo está?

—Aún no se ha despertado. Puede que le queden lesiones permanentes.

Kate notó que se le anudaba la garganta y carraspeó:

—Bueno, te dejo, que viene el médico.

—Llámame con lo que necesites. Y cuídate, jefa.

—No te olvides de limpiar el dossier. Asegúrate de revisar todos los folios. Ya te llamaré.

Kate se aseguró de haber colgado y cerró con fuerza los ojos. Había olvidado preguntarle algo, pero necesitaba dejar pasar unos segundos. Esperó un poco y volvió a llamarle.

—Lo que sea, jefa, soy un idiota…

Kate sonrió.

—¿Se sabe ya algo sobre lo que tenía que desestimar el juez?

—¿Te refieres a la lista que le dimos a Paco?

—Sí.

—Pues me temo que nuestras expectativas no se van a cumplir. Según lo que me ha llegado del juzgado, no han desestimado nada. Pero el listado oficial aún no ha salido. Y descuida, que esa lista de Paco también se queda en mi mesa.

—Gracias.

—Siempre a tu servicio, jefa.

Al colgar, Kate vio una llamada perdida del sargento, la ignoró y leyó un SMS que acababa de recibir del mismo número. El mensaje rezaba que J. B. estaría a las 13.45 delante del casino de Puigcerdà para ir a la finca de los Herrero y que, si quería ir, fuese puntual y se mentalizase de que tendría que estar calladita.

Kate sonrió, miró la hora y escribió la respuesta. Aún sonreía cuando se la envió. A continuación le mandó un whatsapp a Miguel para pedirle que la relevase en el hospital y luego marcó el número del bufete y el de la extensión de Marina.

—Despacho del abogado Farrés.

—Hola, Marina.

El manos libres permanente empezaba a ser un incordio. Kate miró al pasillo y bajó aún más el volumen. Marina permanecía en silencio.

—Veo que no estás muy habladora; seré breve, pues. Dentro de un rato Luis te traerá el expediente de Mario Mendes. Quiero que me informes de las decisiones, avances y cambios que afecten al caso.

—Me parece que te has confundido de extensión. Tu adjunto está en la…, ay, se me ha olvidado, ¡qué pena…!

—Estás bien con Marcos, ¿verdad? Pues para seguir estándolo vas a hacer exactamente lo que te he pedido.

—¿Y si no?

—Sabrá hasta qué punto tu lealtad está con él. Me incomodaría tener que hablarle de nuestra conversación del día de mi ascenso, pero si no me dejas alternativa…

—No me asustas, no puedes convencerle ni demostrarlo.

—No me hará falta intervenir personalmente, sólo recibirá la grabación. No creo que siga contando contigo cuando sepa lo que estabas dispuesta a hacer para ocupar el puesto de Luis.

Al otro lado de la línea, Marina permaneció en silencio.

—¿Con esto estaremos en paz?

—Es probable.

—Entonces dime cómo quieres que lo haga.

—Cada noche me mandas un correo con lo que haya.

—¿Un correo? ¡Ni hablar! No me fío de ti, Salas.

—También quiero estar al tanto de cualquier decisión que tome el juez sobre la desestimación de pruebas. Me da igual cómo me llegue la información. Hoy supongo que sólo tendréis tiempo de poneros al día, empezaremos mañana. Disfruta del caso, querida.