Epílogo

Kildrummy, un año y medio después

Angela acababa de abrir una carta y lo que había leído la había enfadado.

Necesitaba contárselo a Kieran y fue en su busca. Al entrar en el salón, Edwina, que estaba allí con el pequeño Aleix, al verla preguntó:

—¿Ocurre algo, hija?

Con una sonrisa forzada para no preocuparla, se acercó hasta su pequeño hijo y, cogiéndolo, lo besó mientras preguntaba:

—¿Cómo está mi gordito? —El pequeño sonrió y ella añadió—: Mamá te va a comer a besitos.

Aleix era pelirrojo como ella, con los ojos azules de su padre. Era un niño regordete y divertido, que solía pasar gran parte del día sonriendo. Tras hacerle varias carantoñas más, Angela se volvió hacia su suegra e inquirió:

—¿Dónde está Kieran?

—He oído que estaba con Zac en las caballerizas.

Sin perder un minuto, Angela se recogió las faldas y corrió hacia allí. Al llegar, se cruzó con Louis, que, al verla, le comentó:

—Iolanda quiere que pases por casa. Ha hecho su famosa tarta de arándanos.

Angela se relamió y, tocándole la cabeza al pequeño Sean, dijo:

—Dile a tu hermana que me guarde un buen trozo.

Louis, subiéndose al pequeño a los hombros, corrió con él hacia la casa. Iolanda y el niño eran toda su vida.

Al entrar en las caballerizas, Angela sonrió al ver a Kieran. Allí estaba, junto a Zac.

Al verla, su marido le guiñó un ojo y, abriendo los brazos para recibirla, exclamó:

—Qué agradable visita, tesoro.

Angela lo abrazó y, tras besarlo, dejó la carta sobre una mesa y dijo:

—Estoy muy enfadada.

Zac, mirando a su amigo, levantó las cejas. Kieran murmuró:

—Esto huele a problemas.

Angela asintió y, con los brazos en jarras, anunció:

—La carta es de Sandra.

Ante la mención de ese nombre, Zac sonrió y dijo:

—Me muero por leer esa carta.

—Sandra viene de visita a Kildrummy para final de año —explicó Angela sonriendo.

—¡Bien! —aplaudió Zac.

Ver a aquella jovencita era lo que más le apetecía del mundo.

Pero Kieran, por el gesto de su mujer, sabía que eso no era todo y, efectivamente, añadió:

—Al parecer ¡se ha prometido!

—¡¿Cómo?! —preguntaron al unísono Zac y Kieran.

Tan incrédula como ellos por la noticia, prosiguió:

—Según cuenta en la carta se trata de un adinerado lord inglés que su abuela le ha impuesto y…

—¿Cuándo has dicho que viene? —preguntó Zac con gesto serio.

—Para final de año.

El joven asintió y, sin decir nada más, salió del granero.

Kieran, al verlo, miró a su mujer y comentó:

—Menudo disgusto le acabas de dar…

—Lo sé, pero cuanto antes lo sepa, antes lo digerirá.

—O antes hará algo para evitar ese enlace —se mofó Kieran.

Angela sonrió. Sin duda lo que pretendía era lo segundo y su marido, mirándola, dijo divertido:

Mi cielo… que te conozco. —A continuación, abrazándola murmuró hundiendo la nariz en su cuello—: Me gusta que te pongas las joyas de tu madre.

Ella se tocó el cuello sonriendo. Llevaba uno de los collares que Kieran había conseguido rescatar de los prestamistas de Edimburgo.

—Esta noche te quiero desnuda en mi cama sólo con ese collar puesto.

Divertida, asintió y cuchicheó:

—Cariño, si me haces ojitos, no te puedo decir que no.

Y se besaron. Tras regresar de la fiesta de los clanes de Stirling, su vida mejoró y, cumplido el plazo de la unión de manos, Kieran organizó un bodorrio por todo lo alto, que las Sinclair todavía debían de estar lamentando.

Después de varios besos que a ambos no sólo les calentaron el corazón, Angela, queriendo volver al tema que la había llevado allí, preguntó:

—¿Crees que Zac hará algo para impedir esa boda?

Aspirando el dulce perfume de su mujer, Kieran asintió.

—Presiento que para final de año, o quizá antes, vamos a tener jaleíto.

Angela aplaudió por lo que aquello podía suponer para su amiga Sandra y él, divertido por aquella sonrisa tan bonita, murmuró cuando ella le propuso con gestos ir al fondo de las caballerizas:

—Pero qué descarada eres, cariño mío.

Fascinada por la pasión que vio en su mirada, Angela sonrió y dejándose besar con todo el amor que aquel maravilloso hombre le demostraba, afirmó:

—Lo sé y me encanta saber que te gusta.