Capítulo XVII

—Creo que estaba equivocada, Jared. Realmente, esto no es tan horrible. Y además, creo que quizás los monstruos deseen ayudarnos, en definitiva.

Los pensamientos de Leah poseían una cualidad que faltaba en ellos las últimas veces que ambos establecieron contacto. A la sazón, sus palabras informuladas eran ordenadas y tranquilas. Dijérase que Thorndyke, después de vencer su resistencia, había establecido un completo dominio sobre su mente y emplease a la mujer como cebo. Esto es lo que Jared imaginó.

—No, Jared… no es esto, en absoluto. Al menos, yo no lo creo. Estoy segura de que no obro al dictado de ellos.

Si fuese así, es decir, si Leah fuese un instrumento de los monstruos, se dijo Jared, entonces éstos demostrarían ser más solapados que todo cuanto él había imaginado.

—Estos seres no pueden ser monstruos —prosiguió ella—· En realidad, no me han hecho ningún daño, como no sea obligarme a abrir los ojos a la luz. Y he estado en contacto con Ethan. ¡Él incluso piensa que son buenos! No les tiene el menor miedo.

Jared rodó por el suelo y, aunque estaba más dormido que despierto, recordó que había caído agotado entre la espesura baja del infinito.

—Ethan está satisfecho —dijo ella— porque puede circular sin mi ayuda, sin tener que utilizar ni tan siquiera su bolsa de grillos para los ecos. Dice que no le es necesario oír, pudiendo ver lo que le rodea.

Un sonido sorprendente brotó en un punto situado en lo alto y Jared se quedó rígido, pegado a la tierra húmeda y áspera. Aunque de momento lo asustó, las tres notas agudas y finas que llenaban el infinito con un melancólico orgullo rezumaban un extraño acento y parecían llenar aquel vacío auditivo.

—No temas —le dijo Leah, alentándolo, pues sin duda oyó las bellas notas por sus oídos—. Yo las he oído muchas veces. Ésta fue una de las cosas que finalmente me hicieron comprender que esto no puede ser la Radiación.

—¿Quién produce estas notas? —preguntó Jared, mientras volvía a escuchar la suave y penetrante sucesión de notas altas, bajas y medias.

—Es un animal alado… un pájaro. —Y al notar su aprensión, añadió—: No…, no es como un soubat. Es un animalillo pequeño y delicado. Ethan dice que es una de las criaturas originales del infinito, o del «mundo exterior» como él lo llama, que consiguieron sobrevivir.

Notando que él permanecía callado, Leah prosiguió:

—Ahora es lo que llaman «noche» aquí fuera. Pero pronto terminará y volverá el día. Ethan dice que tienen que encontrarte antes de que salga el Hidrógeno.

Jared notó un persistente picor un dolorcillo en sus hombros y espalda. No era una sensación intensa pero sí lo bastante molesta para despabilarlo por completo, de una manera que resultaba bastante desagradable.

Abrió los ojos y sus dedos se clavaron en la tierra blanda. ¡La luz cegadora que antes le rodeaba había desaparecido! Se hallaba rodeado por un suave resplandor agradable a la vista que le hizo comprender que las cosas no tenían que ser todo luz o tinieblas allá fuera, pues podía existir un intermedio.

Las tres notas resonaron nuevamente claras y distintas y él captó sus sutiles ecos en los tallos de las plantas del Paraíso que crecían a su alrededor. Más por encima de las afiligranadas copas de las plantas —«árboles», recordó que se llamaban—, las subyugantes notas se perdían en el espacio inmenso.

Y entonces, mientras sus ojos trataban de atravesar las delicadas copas de los árboles, vio un gran disco de luz fría que recordaba al sol, pero era muy distinto a éste. Tenía poco más o menos su mismo tamaño. Pero mientras el Hidrógeno era tan furioso como el bramido de mil cataratas rugientes, aquella esfera era dulce y cautivadora, y recordaba las agradables notas de la criatura alada.

Su mirada recorrió la gran cúpula que cubría aquel infinito y, pasmado, tuvo que renunciar a contar los diminutos puntos de luz que titilaban allá arriba, unos más fuentes y otros más débiles.

Entre las motitas luminosas que tachonaban la inmensa cúpula había zonas sombrías que le recordaron las galerías de los mundos en que había transcurrido su vida hasta entonces. Pero las motitas de luz eran tan fascinantes que sus ojos apenas tenían tiempo para fijarse en las tinieblas intermedias. ¡Un mundo sin límites materiales, excepto la tierra plana sobre la que reposaba!

Y, rodeando a aquel mundo, no un infinito de rocas y fango, sino un infinito de semioscuridad animado con brillantes puntos de luz y un gracioso disco luminoso… al menos en aquellos momentos. En otros, era un infinito de luz radiante y estrepitosa dominada por un enorme objeto feroz llamado el «sol».

«Una nueva especie de infinito», había dicho Caseman.

Y efectivamente lo era. Una nueva especie de conceptos tremendamente nuevos… el lenguaje que él conocía no podía expresarlos.

A pesar del sentimiento de pasmo y maravilla que empezaba a dominarlo, no podía contener una sensación de desesperación profunda. En aquellos momentos, rodeado con la luz más suave que había conocido desde que lo llevaron a aquel mundo exterior, supo que no podría volver a soportar las profundas tinieblas de las galerías y los Niveles. Sintió desprecio por sí mismo al darse cuenta que reconocía de manera tan franca que no tenía el valor de regresar a sus mundos familiares. ¿Significaba aquello que tendría que pasar el resto de su vida allí, entre las cosas incomprensibles del infinito?

—Mucho me temo que sí, Jared. —Las palabras silenciosas de Leah constituían una sobria afirmación—. Tienes que saber… que he sondeado muchas mentes durante el último período. La mayoría de nuestros semejantes piensa que los mundos interiores pertenecen ya al pasado.

Jared se incorporó bruscamente. ¡Si captaba los pensamientos de Leah estando despierto, esto significaba que ella no podía estar lejos! Pero antes de que pudiese interrogarla, la dolorosa sensación de quemadura en sus hombros y brazos se sobrepuso a sus pensamientos. Y cuando se rascó la piel, le pareció que hervía.

El pájaro entonó sus jubilosas notas y él escuchó la dulce melodía, que parecía derramar su belleza sobre el agradable espectáculo que contemplaban sus ojos.

Era verdaderamente encantador aquel mundo nocturno… no poseía la belleza con que el sonido delicado halaga el oído, pero era agradable por las sensaciones que provocaban las formas y las siluetas de las cosas y las variaciones de luz y tinieblas que llegaban a sus ojos.

No obstante, se dio cuenta de pronto de un elemento perturbador que parecía surgir en el infinito y que le obligó a volver la cabeza con aprensión para mirarlo.

Una parte de la cúpula, a gran distancia y más allá de las últimas copas de los árboles, parecía perder sus tinieblas. Un resplandor uniforme brotaba lentamente del suelo, engullendo los puntos luminosos de aquella parte.

Leah había dicho que el período actual de «noche» era sólo temporal y que el Hidrógeno volvería para derramar su furiosa luz sobre todas las cosas. ¿Señalaría aquello el final de la fase de calma que habla experimentado?

Se levantó tembloroso, alejándose de la porción levemente iluminada de la cúpula, abriéndose paso entre la espesura.

Pero se detuvo sorprendido y su cabeza se volvió hacia la derecha, al ver otra clase de luz entre los tallos de las plantas paradisíacas… ¡Un cono luminoso que oscilaba y que sólo podía significar el regreso de Thorndyke o de otro de sus captores!

El pájaro derramó de nuevo sus agudos trinos desde lo alto, rasgando la semioscuridad con sus melodiosas notas y Jared trató desesperadamente de captar sus ecos. Pero únicamente pudo oír que había cuatro personas ocultas en el vacío detrás del cono luminoso. El sonido reflejado no le dio otros detalles.

Se agazapó entre la espesura, escuchando intensamente al grupo que se aproximaba y confiando que las plantas bajas que lo rodeaban impedirían que la luz revelase su presencia.

Se levantó una brisa y su cuerpo se puso en tensión cuando la copa del árbol se puso a susurrar y a balancearse. Las suaves corrientes de aíre venían del lugar donde se hallaban los cuatro seres y transportaron su olor hasta Jared.

Entre ellos se hallaba Thorndyke, lo cual no le sorprendió en lo más mínimo.

Aunque sólo había estado una vez en presencia de aquel hombre, reconoció fácilmente su olor personal.

Pero mezclado con él había otros tres que eran inconfundibles… ¡Ethan! ¡Owen! ¡Della!

Estaba dispuesto a creer que aquellos seres del infinito dispusieron de mucho tiempo para plegar a Owen y Ethan a su voluntad. ¡Pero con Della no lo hubieran conseguido, pues ella sólo llevaba allí medio período más que él!

—Della es zivver, Jared —le señaló Leah—. Debe de entender estas cosas mucho más fácilmente que tú o que yo.

Sin responder a aquellos pensamientos no solicitados, Jared retrocedió a través de las plantas bajas haciendo el menor ruido posible. A su izquierda, la cúpula distante se iba tiñendo de luz y él estaba seguro ya de que pronto asistiría a la salida del horrible sol.

—¡Jared, por favor, no huyas! ¡Quédate donde estás!

Eran los pensamientos de Ethan, transmitidos por Leah, los que esta vez se introducían en su mente. ¡Aquello sólo podía significar que Ethan, Leah e incluso Thorndyke actuaban de acuerdo!

—Sí, Jared —admitió ella—. Ethan ha llegado hasta ti con mi ayuda. El sabe lo que es mejor para ti. Dice que si no pueden llevarte pronto a la choza, caerás enfermo.

—No, no con la enfermedad de la Radiación —se apresuró a asegurarle Ethan—. Una enfermedad causada por una prolongada exposición al sol sin estar acostumbrado. Y podrías contraer otras dolencias… de las que Thorndyke quiere preservarte.

Entonces la voz de Ethan se hizo audible, en un aparte dicho sin duda en beneficio de Jared:

—Está ahí… en esa espesura.

Jared se levantó de un salto, saliendo de su escondrijo, y vaciló por un momento mientras la intensa luz que llevaba Thorndyke lo deslumbraba, impidiéndole ver nada más. Entonces dio media vuelta, dispuesto a huir.

—¿No querías encontrar la luz? —le reprendió Owen con aspereza—. Y ahora que la has encontrado, te portas como una vieja asustada.

Deteniéndose indeciso, Jared escuchó aquella voz familiar que había oído durante tantos períodos… incluso desde antes de que los monstruos cruzasen la Barrera. Pero era lo que Owen había dicho, más que la sorpresa de oír su voz, lo que le obligó a detenerse.

Era cierto. Había consagrado su vida a la búsqueda de la luz. Y durante todo aquel tiempo había admitido la posibilidad de que, cuando la encontrase, resultaría ser algo completamente antinatural, profundamente incomprensible y horripilante.

La había encontrado. Y lo único que supo hacer, fue acobardarse y rehuir su propio descubrimiento.

Tal vez aquel infinito —aquel mundo exterior— no fuese algo tan espantoso si él hacia un esfuerzo para defenderlo.

—Podría dispararte una inyección desde aquí —dijo la voz tranquila de Thorndyke, que le llegase a través de la semioscuridad—. Pero confío en que sabrás entrar en razón y no habrá necesidad de ello.

Pero cuando el cono de luz avanzó, Jared se apartó involuntariamente.

La piel le causaba una irritación constante y notó que su cara se contraía con una mueca de dolor cuando se frotó con las manos la superficie llena de ampollas de sus brazos y hombros.

—No debes preocuparte mucho por esto —le dijo Owen, riendo—. Hasta ahora, no había sabido lo que eran las quemaduras del sol. Ya te las curaremos si te dignas acompañarnos.

Entonces, como si sondeara su mente, Thorndyke dijo:

—Claro que hay cosas que no comprendes. Del mismo modo que hay cosas, en este mundo exterior, que ni siquiera nosotros sabemos.

El cono de luz atravesó las finas copas de los árboles.

—Por ejemplo —dijo Thorndyke, cuya voz parecía seguir el movimiento del rayo luminoso—, no sabemos lo que hay ahí fuera. Y cuando lo sepamos, habrá siempre nuevas cosas por descubrir más allá. El infinito siempre es infinito… tanto en tu mundo subterráneo como en éste. La eternidad es la eternidad. No hago más que mostrarte algunas de las barreras, algunas de las incógnitas.

Jared ya no se sentía tan desvalido e insignificante como antes, en presencia de aquellos seres del mundo exterior. Thorndyke había llamado a la región que se extendía dentro de aquella altiva muralla de piedra de un «mundo subterráneo».

Pero, en muchos aspectos, aquella creación de proporciones mucho más vastas no era más que una colosal caverna. Una caverna que también tenía una cúpula y un infinito más allá de ella, dividido por una cortina de tinieblas que separaba lo conocido de la desconocido.

Una figura penetró atrevidamente en el cono de luz… una diminuta figura humana. Pero él no se alarmó, pues ya sabía que iría creciendo al aproximarse… hasta alcanzar proporciones normales.

Dominado ya por la calma, vio avanzar aquella figura, dándose cuenta entonces de que una luz más poderosa que la arrojada por Thorndyke la iluminaba. Sólo podía ser la luz que se intensificaba en el borde de la cúpula, a su espalda.

Nuevamente la brisa susurró entre los árboles del Paraíso, trayéndole el olor de Della, fuerte y claro.

—Yo tampoco entiendo todas estas cosas —dijo ella, avanzando a su encuentro—, pero estoy dispuesta a quedarme y zivvar qué pasa.

Y una idea que lo llenó de satisfacción se desplegó en su mente: zivver y ver eran dos actos tan semejantes que, en aquel mundo, las diferencias físicos existentes entre él y Della eran negligibles. Ya no había razón alguna para que se sintiese inferior.

Su atención permaneció fija en ella mientras se aproximaba. Sobre sus cabezas el pájaro entonaba su deleitoso cántico y la dulce belleza de su melodía reforzó las impresiones que le daban sus ojos, fijos en la joven que se acercaba.

Las delicadas y refinadas impresiones que recibía de Della le parecieron tan suaves como el melodioso trinar del pájaro, como la música que ella arrancó a las melodiosas piedras, y vibrantes como la poderosa voz de una gran catarata, disminuida por la distancia.

Ella extendió la mano y Jared la estrechó.

—Nos quedaremos aquí y veremos qué pasa… los dos juntos —dijo Jared, dirigiéndose hacia Thorndyke y sus compañeros.

FIN