Capítulo XVI

Al principio Jared pensó que recibía impresiones táctiles y sonoras de Leah. Encontró que estaba escuchando —desde luego, tenía que ser a través de la mente de su amiga— a muchas voces que la distancia hacía confusas. La corriente de impulsos vocales, además, saltaba por la «ventana» para rebotar en unas paredes cuadradas próximas.

Indudablemente, aquellos detalles correspondían a la choza en que Leah estaba prisionera. Sin embargo, la sensación era más vivida esta vez. Casi sentía realmente las correas que se clavaban en la carne por encima de los codos, sujetando sus brazos a la cama.

«¿Leah?» —pensó.

Pero no obtuvo respuesta.

Entonces comprendió que sus percepciones eran directas. Era él quien estaba prisionero en aquella choza. Y si no lo había comprendido hasta entonces, posiblemente se debía al hecho de que aún se hallaba bajo los efectos del zip-hiss que lo había privado del sentido.

Escuchó atentamente y llegó a la conclusión de que no había nadie más con él.

Con el mayor sigilo dirigió sus oídos hacía la ventana y oyó el susurro de la gruesa cortina que tapaba aquella abertura. La brisa abría ocasionales resquicios en sus pliegues, por los que las voces se percibían con más fuerza pero con indistintas tonalidades.

Una ráfaga más viva hizo presa en la cortina, apartándola en parte, y él recibió la impresión auditiva de una gran pared de roca que se alzaba a alturas de vértigo.

Estaba seguro de haber escuchado aquello antes y rebuscó en su memoria para saber dónde.

Naturalmente… era la misma pared que Mogan y él atravesaron a tientas para salir a la Radiación. Antes de que la cortina volviese a tapar la ventana incluso pudo oír el remoto hueco de la boca del túnel que daba al infinito.

Ya no le quedaba la menor duda, estaba perdido en la terrible inmensidad de la Radiación Abrió los ojos, esperando verse asaltado por espantosas impresiones.

Con todo, la sensación que experimentó no fue tan terrible como esperaba. Y supuso que ello se debía al hecho de que las paredes de la choza impedían el paso de casi toda la Luz.

Volvió la cabeza hacia la ventana pero la apartó al instante. Durante un breve latido de tiempo antes de cerrar los párpados, captó una terrorífica impresión.

Dijérase que una parte del propio Hidrógeno había saltado al interior de la choza por una hendidura de la cortina para tenderse como una cinta larga y estrecha sobre las relativas Tinieblas del suelo…

Muchos latidos después se obligó a abrir los ojos nuevamente y empezó a luchar contra sus ligaduras. Podía mover los brazos libremente del codo para abajo pero esto de nada le servía. Se sentía aún bajo los efectos del extraño zip-hiss.

Al instante siguiente ahogó un grito de terror y sus párpados temblorosos cubrieron de nuevo sus ojos. Acababa de recibir la impresión de algo amenazador y horrible… ¡exactamente frente a él! Algo bulboso con cinco protuberancias curvadas, que le recordaban vagamente la impresión sónica de una… ¡Pero no, no podía ser! Sin embargo…

Abrió los ojos y movió prudentemente un dedo de la mano izquierda. Una de las protuberancias del bulboso objeto se movió también, tranquilizado, bajó la mano.

Pero su pasmo subió de punto. Las leyendas decían que la Luz lo tocaría todo, dando impresiones increíblemente refinadas. Pero ninguna de las creencias o dogmas sabía ni siquiera insinuado que un superviviente podría recibir sensaciones luminosas… ¡De su propio cuerpo!

Levantó la mano para verla de nuevo y analizó sus impresiones. ¡Qué perfección tan increíble la suya! ¡Podía reconocer todas las grietas y arrugas de la palma, todos las pelos que le cubrían el dorso!

Entonces experimentó una súbita sorpresa, teñida de incredulidad. La mano acababa de desdoblarse en dos, como si el original hubiese dado nacimiento a otra mano idéntica. ¡Las dos manos volvieron a confundirse en una y luego se separaron nuevamente, apartándose aún más!

Al propio tiempo notaba una presión variable en los músculos oculares… una tensión que cruzaba el puente de su nariz cada vez que la mano se dividía, para aflojarse cuando ambas imágenes se reunían. Y descubrió que mediante la concentración, podía evitar la impresión confusa y desde luego falsa de la existencia de dos manos, cuando todos sus restantes sentidos le decían que sólo había una.

Al oír unas voces al lado de la choza, Jared se puso en guardia. Así, tuvo tiempo de fingir que dormía cuando se abrió la puerta. Oyendo entrar a dos de sus captores, permaneció rígido cuando ellos se acercaron para quedarse en pie junto a la cama. Y cuando hablaron, percibió que sus palabras se filtraban a través de la tela que les cubría el rostro como una máscara:

—¿Éste es el nuevo?

—Es el último que han traído. A propósito, por lo que hemos podido averiguar, es el que atacó a Hawkíns para arrebatarle aquella chica sensible al infrarrojo.

—Ah, es ése. Fenton… Jared Fenton. Su padre está deseando verle. —¿Quieres que vaya a decir a Evan que ya lo tenemos?

—No es posible. Lo han trasladado a condicionamiento avanzado.

Jared confiaba en que los dos monstruos no hubiesen notado el respingo que dio al oír mencionar el nombre de su padre. El único medio de evitar de momento la tortura consistía en convencerles de que dormía.

—Bien, Thorndyke —dijo el que estaba más cerca—, manos a la obra.

Jared no pudo evitar dar un nuevo respingo al enterarse de que Thorndyke en persona se encontraba allí.

—¿Le han puesto ya las primeras inyecciones? —preguntó este último.

—Todas.

—Entonces, creo que ya podemos quitarnos las mascarillas, sin miedo al contagio de la gripe.

Jared oyó cómo se quitaban las telas de la cara. De pronto una mano se posó inesperadamente en su hombro.

—Bien, Fenton —dijo Thorndyke—. Voy a decirte muchas cosas que de momento no entenderás. Pero poco a poco lo irás entendiendo todo.

Jared no respondió y entonces el otro captor dijo:

—¿Crees que sigue inconsciente?

—Claro que no. Todos los que no chillan como unos poseídos fingen dormir.

»Vamos, Fenton. Por lo que sabemos, tú estás más acostumbrado a la luz que los demás. Esto no tendría que ser difícil para ti.

Tal vez se debiese a la calculada suavidad de la voz. O tal vez fuese que, sin darse cuenta, Jared ya estuviese cansado de tener los ojos cerrados. Sea como fuere, al siguiente latido la luz penetraba a raudales en su consciencia, trayendo consigo una sensación de impresiones inolvidables.

—Así me gusta —dijo Thorndyke, suspirando—. De lo contrarío no iríamos a ninguna parte.

Pero Jared volvió a cerrar los párpados, para ahuyentar aquellas turbadoras sensaciones. Y comparó las imágenes luminosas que había recibido en aquel brevísimo instante con las vibraciones auditivas que seguía recibiendo.

Thorndyke era un hombre corpulento (puso brevemente en duda que el monstruo fuese un hombre, aunque por último tuvo que reconocerlo así) de facciones chatas que indicaban energía y determinación. Aquellos rasgos, empero, contrastaban de manera sorprendente con el afeminamiento que indicaba su cara lampiña.

La imagen total resultaba algo confusa debido a los holgados pliegues de tela, que se movían al menor ademán del hombre. Pero Jared tuvo que admitir que unas vestiduras apretadas serían incómodas e inconvenientes para unos seres que vivían en la inmensidad y el calor del infinito.

—Descorre esas cortinas, Caseman —dijo Thorndyke— y deja entrar un poco de luz.

—¿Estás seguro de que ya está preparado para ello? —preguntó su compañero, dirigiéndose a la ventana.

—Creo que sí. Se porta casi tan bien como un zivver. Probablemente tuvo más escarceos con la luz de lo que suponemos.

Una oleada de aprensión dominó a Jared cuando Oyó que le descorrían la cortina y notó el asalto de una luz ardiente sobre sus párpados cerrados.

La mano de Thorndyke se posó de nuevo en su hombro.

—Tranquilízate, Fenton. Nadie va a hacerte daño.

Naturalmente, aquello era falso. Querían ablandarlo, infundirle una falsa sensación de confianza. Así, cuando arrancasen sus últimas esperanzas con la tortura, su diabólico júbilo seria mayor.

Abrió los ojos. Pero esta vez no pudo resistir la luz cegadora que entraba a raudales en la choza. Pero cuando volvió a cerrar los párpados, no lo hizo tanto por temor de la luz como porque había visto… ¡a dos Thorndyke de pie, uno al lado de otro! Un temor incontenible lo dominó, haciéndole temblar.

Thorndyke se echó a reír:

—La falta de coordinación óptica hace las cosas un poco confusas, ¿verdad?

Pero pronto aprenderás a enfocar las imágenes.

Se acercó a un banco de reducidas dimensiones y se sentó junto a la cabecera de la cama.

—Vamos a dejar algunas cosas bien sentadas. Algunas no las entenderás. Otras te parecerá que van contra toda lógica. Acepta buenamente lo que puedas. Por último, lo entenderás todo. Primeramente… no estás en la Radiación. Nosotros no somos demonios. Tú no estás muerto ni te has perdido tratando de hallar el camino del Paraíso. En el cielo, ahí afuera, está el sol. Es un objeto impresionante, pero te aseguro que no es el propio Hidrógeno.

—Ni tampoco la Luz Todopoderosa —añadió Caseman.

—No, Fenton —afirmó Thorndyke—. Contrariamente a lo que ahora crees, es posible que más adelante empieces a pensar que este mundo exterior es verdaderamente el Paraíso.

—A decir verdad —observó Caseman—, terminarás por concebir el Paraíso de otro modo… inalcanzable en sentido material, como algo situado más allá del infinito, pero de un infinito distinto. Esto significa que tendrás que cambiar muchas de tus antiguas creencias y admitir nuevas ideas.

Reinó un momentáneo silencio que crispó los nervios de Jared. Luego Thorndyke preguntó:

—¿Nos sigues? ¿No quieres decir nada?

—Quiero regresar a mi Nivel —articuló Jared sin abrir los ojos.

—¡Vaya! —dijo Caseman, riendo—. ¡Ya habla!

—Ya sabía que querrías regresar —dijo Thorndyke con tono fatigado—. Pero no es posible. No obstante, vamos a ver qué dices a esto: ¿Te gustaría… oír a… como se llama esa chica?

—Della —le dijo Caseman.

Jared se debatió en sus ligaduras.

—¿Qué le habéis hecho? ¿No puedo… verla?

—¡Caramba!, ¡este incluso sabe lo que hace con sus ojos! ¿Qué hay de esa chica, Caseman? ¿Cómo le va?

—Hace grandes progresos, como los demás zivvers, pues para ellos la vista no es algo completamente desconocido. Desde luego, no comprende una palabra de lo que le sucede. Pero de momento se limita a aceptar las cosas como son.

Thorndyke se dio una palmada en el muslo.

—Muy bien, Fenton; verás a la muchacha mañana… es decir, el próximo período.

Aquello era el comienzo de la tortura. Ofrecerle cosas tentadoras, y luego mantenerlas fuera de su alcance.

—De momento, hemos terminado con los preliminares —dijo finalmente Thorndyke—. Antes de irnos te daremos una serie de datos para que los vayas rumiando.

»Aunque de momento no los comprendas, más tarde te serán útiles:

»Tus dos niveles y el grupo de zivvers son los descendientes del Complejo de Supervivencia Número Once de los Estados Unidos. Imagínate todo un mundo, no como los que tú conoces, sino uno inmensamente superior, poblado de billones de personas —¿ya sabes lo que es un billón?— que apenas cabían en él. Este mundo estaba dividido en dos sectores, dispuestos a atacarse con armas de un poder destructivo que sobrepasaba a todo lo imaginable. Su empleo significaba además la contaminación radiactiva de la atmósfera durante muchas generaciones.

Thorndyke se interrumpió y Jared tuvo la impresión de que había contado aquella historia cientos de veces.

—Finalmente, la guerra estalló —continuó Thorndyke—, pero por fortuna hubo tiempo de realizar unos preparativos para la Supervivencia de algunos grupos humanos… diecisiete, para ser exacto. Se crearon refugios subterráneos, cerrados herméticamente contra la posible contaminación del aire.

—A decir verdad —intervino Caseman—, el hecho de hacer posible que superviviese un puñado de seres humanos fue un verdadero triunfo, que jamás hubiera sido posible sin disponer de la energía nuclear y de un tipo de plantas que vivían gracias a la termo síntesis en lugar de la fotosíntesis, sin realizar la función clorofí…

Caseman se interrumpió de pronto, como si comprendiese que aquellos conceptos estaban más allá de la capacidad de su oyente.

—Eran las plantas que vosotros llamabais maná —le explicó Thorndyke—. Sea como fuere, lo cierto es que estos refugios fueron preparados, la guerra estalló y los pocos escogidos abandonaron su… Paraíso, por así decir. En general, todo sucedió conforme al plan previsto. Todas las instalaciones funcionaron perfectamente; los conocimientos y las instituciones familiares se preservaron, y la vida prosiguió sin que nadie olvidase su verdadero origen ni el lugar donde se hallaban. Varias generaciones después, cuando la atmósfera exterior se hubo purificado, los descendientes de los primeros supervivientes decidieron que había llegado el momento de regresar a la superficie.

—Excepto en el Complejo Once —advirtió Caseman—. Allí, las cosas no fueron tan bien.

—Efectivamente —asintió Thorndyke—. Voy a explicártelo, Fenton. Por lo que he podido oír, tú no eres un creyente… nunca aceptaste la idea de que la luz fuese Dios. Es probable que ahora incluso tengas una idea bastante clara de lo que es en realidad, aunque seas más terco que una mula en lo tocante a abrir los ojos. De todos modos, vamos a suponerlo así. La luz es algo tan natural como, por ejemplo, el ruido que produce una cascada.

»En su forma elemental Surge en abundancia de lo que tú jurarás que es el propio Hidrógeno cuando lo veas. También tenemos medios de producirla artificialmente, como tú ya sabes. Cada uno de los complejos para la supervivencia disponía de sus propios sistemas de iluminación, que funcionaron perfectamente hasta el momento en que pudieron regresar al mundo exterior.

Caseman, acercándose más al lecho, interrumpió de nuevo para decir:

—Excepto el vuestro. Tras varias generaciones fuisteis incapaces de mantener en funcionamiento aquellos sistemas. Y entonces ocurrió algo.

—Probablemente, todo se debió a una pequeña avería inicial —prosiguió Thorndyke—. Pero el hecho es que las luces se apagaron. Al propio tiempo, la mayoría de las conducciones de agua recalentada que distribuían este liquido a vuestra cámara principal se cortaron. Los supervivientes tuvieron que penetrar más profundamente en el complejo, ocupando otras cámaras que estaban parcialmente acondicionadas para recibir posibles excedentes de población.

Vagamente Jared empezaba a formarse una imagen de lo que ellos querían que creyese. Pero era algo tan increíble —al menos las partes que podía entender— que la lógica se insurgía contra tamaños despropósitos. Por ejemplo, ¿cómo era posible imaginar que todo el infinito estuviese abarrotado de gentes hostiles entre sí? Sin embargo, no había nada de amenazador en las voces de Thorndyke o de Caseman. En realidad sus palabras, aunque inteligibles en su mayor parte, resultaban hasta ciento punto apaciguadoras.

¡Pero no! ¡Aquélla era precisamente la reacción que ellos trataban de provocar en él! Usaban aquellas argucias para ganarse su confianza. Sin embargo él estaba decidido a no renunciar a su resolución de escaparse y encontrar a Della, para huir ambos de la Radiación.

Abriendo los ojos, los posó brevemente en la figura de Thorndyke. A un lado de aquella impresión central podía ver la ventana con las cortinas corridas. Más allá se alzaba la enorme pared de roca y tierra con la oscura boca del túnel, como un negro y tenebroso orificio.

Luego se tensó cuando las impresiones lumínicas se hicieron aún más claras. A lo lejos vio docenas de figurillas en movimiento… figuras de supervivientes o monstruos, estaba seguro de ello, pero que… ¡no eran mayores que su dedo meñique! ¡Y también vio entonces que la boca del túnel que conducía a su mundo era tan pequeña como la uña de aquel dedo!

Caseman observó la mueca de espanto que aparecía en su rostro.

—¿Qué le pasa ahora, Thorndyke?

Pero el interpelado se limitó a reír.

—No está acostumbrado aún a juzgar la correcta perspectiva de las cosas. No te asustes, Fenton. Ya te acostumbrarás a ver aparentemente pequeñas las cosas distantes. ¿No son más fuertes las voces próximas que las lejanas?

—Para ser un neófito, va bastante bien —observó Caseman.

—Yo incluso aseguraría que lleva una notable ventaja a sus compañeros.

—Probablemente ya ha estado fuera antes de ahora. ¿No es cierto, Fenton?

Pero Jared no respondió. Con los ojos cerrados, se decía tristemente que los horrores del infinito eran mucho peores de lo que había sospechado. ¡Tenía que regresar a sus propios mundos!

—Volviendo al Complejo de Supervivencia Once —dijo Thorndyke, interrumpiendo sus ansiosos pensamientos—. Cuando sus moradores abandonaron la cámara principal, abandonaron también en ella el conocimiento y la razón. Pudimos comprobarlo al romper los sellos y realizar nuestra primera incursión en las galerías. ¡Ah! Nosotros pertenecemos a una expedición procedente del Complejo de Supervivencia Siete, cuyos moradores salieron del refugio hace casi una generación. Como decía, nos tropezamos con un superviviente solitario en una de las galerías. Cuando conseguí reducirlo mediante una llave Nelson, empezamos a imaginarnos lo que había ocurrido.

—Era un superviviente del Nivel Superior —observó Caseman—. Necesitamos varias semanas para hacerlo entrar en razón. Al propio tiempo, comprendimos que la tarea de rescatar a los demás y hacerlos salir a la luz del sol no sería tan sencilla.

—No bastaba, en efecto, con presentarnos ante vosotros para deciros: «Aquí estamos; esto es la luz y ahora os llevaremos afuera».

—En efecto —afirmó Thorndyke—. Mientras estudiábamos la situación, tuvimos que actuar sin prisas, capturando a los supervivientes de uno en uno, mientras trazábamos el plano del refugio. No podíamos penetrar en masa hasta que conociésemos todos los rincones y vericuetos en que os esconderíais si os asustábamos y os obligábamos a huir de vuestras grandes cámaras… que vosotros llamabais «mundos».

El relato empezaba a resultar coherente y Jared se obligó a seguir escuchando.

Levantándose, Thorndyke rió brevemente.

—Habíamos planeado educar a algunos supervivientes, explicándoles lo sucedido y devolviéndolos al interior, sin luz, para que explicasen poco a poco las cosas a sus compañeros.

—Pero no dio resultado —explicó Caseman—. Cuando os acostumbráis a utilizar los ojos, ya no podéis andar por la oscuridad sin luz. Muchos, incluso, tienen miedo de volver.

Thorndyke se frotó las manos.

—Por el momento, con esto hay bastante, Fenton. Medita en lo que te hemos dicho. Supongo que la próxima vez sentirás deseos de hacerme algunas preguntas. Para que nos ayuden a contestarlas, traeremos con nosotros a algunas personas que tú conoces y en quienes confías.

Jared volvió a abrir los ojos a tiempo de ver cómo salían de la estancia. Y observó, lleno de consternación, que al menos en lo tocante a la perspectiva tenían razón. Cuanto más se alejaban más se empequeñecían.

Se debatió desesperadamente tratando de librarse de sus ataduras, sin conseguirlo. Luego, deteniéndose para descansar, volvió la cabeza hacia la pared opuesta. Instantáneamente una gran oleada de intensa luz penetró en sus ojos y él lanzó un grito de terror. Aullando hacia él desde un ángulo de la ventana se veía el borde de aquel enorme disco que, según Thorndyke, no era el Hidrógeno. Jared hubiera dicho que maniobraba hacia su choza… tratando de penetrar en ella para abrasarlo.

Frenéticamente, apeló a todas sus fuerzas en un intento final de liberarse. Las ataduras se partieron y saltaron por el aíre, mientras sentía el calor del… sol, según lo había llamado Thorndyke, intensificándose sobre su espalda.

Se abalanzó a la puerta y clavó las uñas en la cortina sólida, hasta partírselas sin conseguir alivio. Tras una momentánea vacilación, cruzó corriendo la estancia y saltó por la ventana.

Cuando cayó de pie, vio que el sol no estaba tan cerca como temiera. Pero se presentaban otras complicaciones. Las impresiones que captaron sus ojos le dijeron que su choza no era más que una en una hilera. ¡Pero cada choza sucesiva era un poco más pequeña que la precedente, hasta que la última era apenas mayor que su mano!

Además, toda aquella gente que le había visto y oído a lo lejos gritaban y corrían hacia él. ¡Y aunque parecían más pequeños que su meñique, a medida que se aproximaban se iban haciendo mayores!

Desconcertado, dio media vuelta y echó a correr por la pendiente, en dirección a la altiva pared en la que se abría la boca del túnel.

—¡Se ha escapado un superviviente! ¡Se ha escapado un superviviente! —gritaban sus perseguidores.

Tropezó en un pequeño obstáculo que no había oído y se levantó asustado. El calor de aquel gran objeto que llamaban el «sol» mordía despiadadamente sus hombros desnudos y espalda mientras ascendía por la cuesta, acercándose cada vez más a la boca del túnel.

El oscuro orificio se partió en dos y ambas partes se separaron mientras él maldecía sus músculos oculares, tratando de dominarlos. Por último, los dos orificios se fundieron en uno que se destacó más claramente mientras él se detenía ante la boca de la cueva, jadeando ansiosamente.

¡Pero no se atrevía a meterse en el túnel!

¡Las Tinieblas eran demasiado espesas y amenazadoras!

¡Podía haber un soubat esperando tras el primer recodo!

¡O podía caer por un pozo insondable, que no vería ni oiría!

Con sus perseguidores casi pisándole los talones, giró en redondo y empezó a correr junto a la inmensa pared de roca. Tropezó repetidamente y en una ocasión rodó por un talud hasta una espesura de plantas bajas y ásperas, que detuvieron su caída.

Se abrió paso a través de aquel obstáculo y prosiguió su avance, corriendo casi siempre con los ojos cerrados y chocando con los gruesos tallos de las plantas del Paraíso que le cerraban el paso. Pero las voces de sus perseguidores se iban debilitando y el calor del Hidrógeno en sus brazos y espalda no era tan implacable como lo fuera durante innumerables latidos.

Echó a correr, se detuvo para tomar aliento y corrió de nuevo, hasta que finalmente cayó rodando a través de otra espesura de plantas que cubrían el terreno. Cuando se detuvo se introdujo aún más en la espesura y terminó por tenderse exhausto, con la cara pegada a la tierra húmeda.