Por consiguiente invocamos humildemente la guía de la Luz Todopoderosa, al consagrarnos bajo esta nueva dirección.
El Superviviente Averyman, en su calidad de jefe de los Ancianos, terminó su discurso con estas palabras. Luego se interrumpió y escuchó a la Asamblea.
De pie junto a él, Jared también escuchó el silencio roto únicamente por el suave susurro de muchas espiraciones tensas. Era una inquietud preñada de ansiedad; no una quietud que demostrase el respeto debido a las Ceremonias de la Investidura.
Él tampoco pudo fijar su atención en las palabras del Anciano. Sus pensamientos estaban dominados por la amargura, no tanto porque la Luz hubiese roto el pacto, como porque hubiese decidido emplear un medio tan despiadado para hacérselo saber.
El hecho de que el Primer Superviviente hubiese desaparecido para siempre de los mundos del hombre constituía una tragedia para Jared. En varias ocasiones, durante los últimos dos períodos, él se hubiera lanzado curiosamente galería adelante, de no haber sido por la remota posibilidad de que la pérdida de su padre sólo fuese temporal, para poner a prueba la sinceridad de su arrepentimiento. Una razón más práctica que le impidió seguir el rastro del monstruo, fue la de que a la entrada se habían apostado Protectores.
Lanzó un bufido de desdén, al recordar una pausa desdeñosa en el discurso del Superviviente Averyman.
A los pocos momentos, el Anciano prosiguió:
—No debemos esperar del nuevo Primer Superviviente la prudencia y la sabiduría de que siempre dio muestras su padre, tan trágicamente desaparecido.
Jared luchaba con Impaciencia en dirección a la protegida entrada. Había otra razón que le impedía lanzarse más allá de la Barrera en pos de su padre.
Semejante acción sólo atraería la ira de los Ancianos sobre su cabeza, los cuales elegirían a Romel como Primer Superviviente… hecho que sólo serviría para sumir al mundo en el caos.
Alguien le dio un codazo, obligándole a adelantarse, y se encontró de pie ante el Guardián del Camino.
—Repite conmigo —dijo Philar solamente—: Juro que consagraré todos mis esfuerzos a la Supervivencia, no sólo mía, sino de todos los individuos del Nivel Inferior.
Mientras repetía el juramento, Jared no pudo contener un estornudo.
—Me consagraré —prosiguió el Guardián— a atender las necesidades de todos los que dependen de mí y haré lo que pueda por descorrer la Cortina de las Tinieblas, con la ayuda de la Luz.
Jared subrayó la última palabra con otro estornudo.
Terminada la Ceremonia de la Investidura, permaneció frente a la Gruta Oficial recibiendo los apretones de manos formularios.
Romel fue el último en acercarse a él.
—Ahora empezarás a divertirte —dijo, bromeando. Sin embargo, sus palabras no eran tan banales como pudiera haber parecido y no indicaban cuál podía ser la expresión que ocultaba el espeso velo de cabello.
—Necesitaré la ayuda de todos —reconoció Jared—. No será nada fácil.
—Desde luego, no lo será —dijo Romel, que no conseguía ocultar del todo su envidia—. Por supuesto, lo primero que hay que hacer es terminar el juicio.
Interrumpido por la Investidura, aquel juicio no correspondía de todos modos a Jared. Lo celebraban los Ancianos, que en aquellos instantes penetraban en fila en la Gruta Oficial. No había duda de que Romel lo había mencionado con la sutil intención de aludir a algo más. Por un momento, a Jared casi le pareció oír el silbido familiar del látigo.
—¿Supones acaso —prosiguió Romel, hablando en una voz innecesariamente alta— que el monstruo que raptó al Primer Superviviente era parecido al que tu oíste en el Mundo Original?
Su hermano ya había empezado a apretar el lazo en torno a sus tobillos. Romel no estaba dispuesto a permitir que nadie olvidase que Jared había violado la Ley de la Barrera. Empezaba a tirar de la cuerda. El tirón violento que le haría perder el equilibrio sería lo último.
—No lo sé —respondió con brusquedad, entrando en seguimiento del último de los testigos en la Gruta Oficial.
Había empezado a funcionar en la gruta un difusor portátil y Jared, ocupando su lugar a la cabecera de la losa de juntas, se concentró en el estudio de sus ecos, modificados por las distintas personas que ocupaban el recinto. Todos los Ancianos estaban en sus sitios, mientras los testigos permanecían agrupados a un lado.
—Creo que estábamos escuchando al Superviviente Metcalf —dijo el Anciano Averyman—. Nos estaba diciendo lo que oyó.
Un hombre flaco y nervioso se adelantó, situándose junto a la losa. De una manera muy audible, juntaba los dedos y se retorcía las manos, en ademanes de gran nerviosismo.
—No pude captar su sonido muy claramente —dijo, como disculpándose—. Yo salía del huerto cuando los oí gritar a ti y al Primer Superviviente. Los ecos de vuestras voces me dieron una primera impresión de aquel ser.
—¿Y cómo sonaba?
—No lo sé a ciencia cierta.
Resultaba desconcertante la manera como el testigo movía la cabeza de un lado a otro. Era una cara vellosa y el movimiento ondulante del cabello que le cubría el rostro recordó a Jared la carne aleteante del monstruo del Mundo Original.
—¿Le oíste la cara? —preguntó Averyman.
—No. Estaba demasiado lejos.
—¿No oíste una especie de… sonido sobrenatural?
—No recuerdo nada parecido a un sonido silencioso como el que aseguran haber oído otros.
«Metcalf era una cara vellosa, lo mismo que Averyman y otros dos testigos que habían declarado. Y ninguno de los cuatro, recordó Jared, habían captado impresiones síquicas de un silencio rugiente. Incluso los cara vellosa del Nivel Superior, tampoco habían oído el ruido increíble e inaudible hecho por los monstruos».
Jared carraspeó, sintió dolor en la garganta al tragar saliva, tosió varias veces y se apretó el cuello. Nunca se había sentido de aquella manera.
Averyman ordenó al testigo que se retirase y llamó al siguiente.
A la sazón, los dos períodos de audiencia ya empezaban a resultar tediosos.
Después de todo, sólo había dos clases de testigos… Los que habían oído el sonido sobrenatural y los que no lo habían oído.
Lo que resultaba más importante para Jared era la cuestión personal que se derivaba de su creciente incertidumbre. A la sazón ya no estaba tan seguro de que los monstruos representasen un castigo por su transgresión de las leyes. El hecho de que la horrible amenaza no hubiese terminado con su sincero arrepentimiento sólo podía significar dos cosas: que la Luz no quería aceptar ninguna clase de arrepentimiento, o que su incursión en el Mundo Original no había provocado las iras de los monstruos.
Pero entonces se irguió con atención cuando se le apareció una tercera posibilidad: Que él tuviese razón al creer que la Luz y las Tinieblas eran entidades físicas. ¿Y si en su búsqueda de ambas, hubiese estado a punto de descubrir una verdad significativa? ¿Y si los monstruos, suponiendo que se opusiesen a su éxito, se diesen cuenta de cuán cerca había estado de descubrirla? ¿No harían entonces todo lo posible por sembrar de obstáculos su camino?
Un violento estornudo le obligó a echar la cabeza hacia atrás, provocando un silencio lleno de reprobación por parte de Averyman, que en aquel momento estaba haciendo una pregunta.
El nuevo testigo era un jovenzuelo cuyo excitado relato demostraba sin lugar a dudas que él había oído aquellos extraordinarios sonidos.
—¿Y cómo describirías esas… sensaciones? —dijo el anciano Averyman, terminando la pregunta.
—Eran como unos extraños gritos que rebotaban constantemente contra mi cara Y a pesar de que me tapé los oídos, continué escuchándolos.
El muchacho tenía la cabeza vuelta hacia Averyman y Jared no pudo captar los detalles de su cara. Pero de pronto le pareció de una importancia vital averiguar cuál era la expresión característica del muchacho. Dando la vuelta a la losa, lo agarró por los hombros y lo mantuvo con las facciones expuestas plenamente al difusor portátil.
Era como ya suponía…, el joven tenía los ojos muy abiertos.
Averyman, sin poder ocultar el disgusto que le producía aquella interrupción.
—¿Deseas decir algo sobre este caso? —preguntó.
No…, nada.
Y Jared volvió a ocupar su sitio. ¡El muchacho pertenecía al grupo de ojos abiertos, como el propio Jared! Otros tres testigos correspondían a la misma categoría. ¡Y todos ellos habían experimentado las extrañas sensaciones!
—¿Sería como ya había conjeturado antes, a saber: que el sonido silencioso estaba relacionado en cierto modo con los ojos, a condición de que estuviesen expuestos? Y entonces recordó las extrañas sensaciones que experimentó durante la Ceremonia de la Excitación del Nervio Óptico. Los fantásticos anillos de ruido parecían danzar claramente baja sus párpados…
Pero ¿qué podía deducirse de todo esto? Si los ojos tenían únicamente por misión sentir la presencia de la Luz, entonces ¿por qué podían percibir también la maldad que emanaba de los monstruos? Se sentía excitado y confuso a la vez por aquel cumulo de preguntas tan preñadas de significado. Y le disgustaba comprobar que, pese a los numerosos indicios, no conseguía llegar a ninguna parte.
Como los ojos parecían ser el elemento que unía a la Divinidad con el Maligno, y del que ambos participaban, llegó a preguntarse con inquietud si la Luz no habría entrado en alguna especie de perversa conspiración con los monstruos. ¡Alto! ¡Ya había permitido que lo dominase un pensamiento sacrílego! Y se dispuso a soportar las justas iras del Altísimo.
Pero en lugar de verse fulminado por el furor divino, recibió una pregunta directa del anciano Averyman:
—Muy bien, Jared —o mejor dicho, Vuestra Supervivencia—, ya has oído estas diversas deposiciones. ¿Qué paralelo puede establecerse entre ellas y tus impresiones de aquel monstruo que oíste en el Mundo Original?
Jared decidió pasarse de listo:
—No estoy seguro de haber oído un monstruo. Ya sabéis que a veces la imaginación puede gastarnos malas pasadas.
Era más prudente no recordar de nuevo su encuentro con aquel ser. Tampoco oía que pudiese ganar nada hablándoles de los seres que invadieron el Nivel Superior.
—¿Eh? ¿Cómo? —preguntó el anciano Haverty—. ¿Quieres decir que no oíste a un monstruo en el Mundo Original? Pero fuiste allí, ¿verdad?
Jared trató de carraspear, pero la dolorosa ronquera persistía.
—Si, estuve allí.
—Y muchas cosas han sucedido desde entonces, recordó el superviviente Maxwell. —Hemos perdido algunas fuentes termales. Un monstruo se ha llevado al Primer Superviviente. ¿Crees que tú eres el culpable de tales infortunios?
—No, no lo soy.
—¿Qué conseguiría acusándose a si mismo?
—Pues hay quien sí lo cree —dijo Averyman secamente.
Jared se levantó de un salto.
—Si esto es un intento por apartarme de…
—Siéntate, hijo mío —le instó Maxwell—. El anciano Averyman te propuso para Primer Superviviente. Pero nada nos puede impedir destituirte, si lo consideramos preferible para la comunidad.
—La cuestión —repitió Haverty— es saber si tú eres la causa de todas las desdichas que han caído sobre este mundo.
—¡Naturalmente que no! ¡Las primeras tres fuentes termales se secaron mucho antes de que yo cruzara la Barrera!
Reinó un silencio pensativo en torno a la losa. Pero Jared se sorprendió más que ninguno de ellos por la verdad que acababa de revelar espontáneamente y que había abierto sus oídos a una oleada de presentimientos.
—¿No lo comprendéis? —dijo, inclinándose ansiosamente sobre la losa, y dejando que el sonido del difusor portátil le diese de pleno en el rostro, para que todos pudiesen apreciar su sinceridad—. ¡Lo que ahora sucede no es consecuencia de que yo haya cruzado la Barrera! ¡El Nivel Superior se enfrenta con idénticas dificultades! ¡Perdieron algunos pozos hirvientes y uno de sus supervivientes desapareció, antes de que yo fuese al Mundo Original!
—Nos hubiéramos hallado más dispuestos a creerte —apuntó Averyman, con cinismo— si nos lo hubieses dicho antes.
—No me di cuenta de que cruzaba la Barrera después de que tuvieron lugar estos sucesos. Y me figuré que si os hablaba de ellos, aún estaríais más seguros de que era yo el responsable.
—¿Eh? —intervino Haverty—. ¿Cómo sabemos que dices la verdad y que en el Nivel Superior también han sufrido accidentes parecidos?
—Preguntadlo a los miembros de la Escolta Oficial, cuando me acompañen de regreso allí.
Jared se sentía como un superviviente que hubiese conseguido escapar de las profundidades horrendas de la Radiación. Había roto las cadenas de la superstición, que hubieran tendido una cortina de temor sobre el resto de su vida.
Su alivio era casi limitado… sabía que su viaje al Mundo Original en busca de las Tinieblas y la Luz no había provocado la venganza de una Potencia ofendida.
Aquello significaba que no estaba obligado a renunciar a su búsqueda. Desde luego, no podría consagrar tanto tiempo a la empresa como en principio había planeado… se lo impediría su cargo de Primer Superviviente y la inminente Unificación. Pero, al menos, podría continuar lo que había iniciado.
La depresión que lo dominaba desde hacía muchos períodos desapareció ante el júbilo que lo embargaba. Si su garganta no le doliese, quizás hubiera prorrumpido en alegres exclamaciones.
Estornudó y las sienes empezaron a palpitarle dolorosamente.
Pocos momentos después, el anciano Maxwell también estornudó y luego se sonó la nariz.
De pronto algo se movió en el Mundo exterior y el cuerpo de Jared se puso en tensión cuando a su olfato llegó el olor del monstruo.
Alguien entró en la gruta y se apresuró a calmar a los presentes.
—No os alarméis con este olor. —Era la voz de Romel—. Proviene de algo que llevo en la mano… algo que el monstruo dejó caer cuando se llevaba al Primer Superviviente.
Jared interceptó los clics del difusor portátil, después de que rebotaron contra el objeto que su hermano mostraba. Era la tela que él había enterrado en la galería.
Romel aseguraba su presa en la cuerda imaginaria, disponiéndose a dar el tirón que haría caer a Jared de bruces.
Los ancianos examinaron atentamente el hediondo objeto y Maxwell preguntó:
—¿Dónde lo encontraste?
—Escuché como Jared lo ocultaba. Y yo lo desenterré.
—¿Por qué tenía que hacer semejante cosa?
—Pregúntaselo.
Pero antes de que Maxwell pudiera hacerlo, Romel agregó:
—Creo que trataba de cubrir al monstruo. Que nadie interprete mal mis palabras. Jared es mi hermano. Pero ante todo están los intereses del Nivel Inferior. Por esto denuncio esta conspiración.
—Esto es ridículo… —principió a decir Jared.
—¿Eh? ¿Cómo? —le interrumpió Haverty—. ¿Una conspiración? ¿Qué conspiración? ¿Por qué tendría que conspirar tu hermano con el monstruo? ¿Cómo podría hacerlo?
—¿No recordáis que huyó y se encontró con él en el Mundo Original?
Los ecos sólo reflejaron la impresión del cabello que cubría el rostro de Romel.
Pero Jared sabía que la sonrisa oculta tras aquel velo era tan sardónica como lo fuera todas las veces que el látigo realizó sus perversos fines en una época anterior.
—Si oculté la tela —empezó a decir— lo hice porque…
Pero Haverty insistió:
—¿Qué ganaría conspirando con un monstruo?
Romel dio un nuevo tirón a la cuerda.
—Ahora es Primer Superviviente, ¿no es cierto? —recordó a los reunidos, lanzando una carcajada. Jared se abalanzó sobre su hermano. Pero dos ancianos lo sujetaron.
—Esta reacción violenta —afirmó Averyman—, sólo sirve para que las acusaciones parezcan más fundadas.
—Si oculté la tela, lo hice porque deseaba estudiarla más adelante. Si la hubiese traído al mundo, me habría visto obligado a responder a las preguntas que estoy respondiendo ahora.
—No deja de ser un argumento razonable —gruñó Averyman—. ¿Y en cuanto a esta acusación de conspirar con el monstruo?
—¿Creéis que me beneficiaría en algo que un monstruo raptase a un zivver?
—No lo creo.
Entonces les refirió la invasión del Nivel Superior por los dos monstruos.
—¿Y por qué no lo decías antes? —preguntó Averyman sin ocultar su indignación, cuando él hubo concluido.
—Por la razón antedicha…, entonces aún no comprendía que yo no tenía ninguna responsabilidad en lo que estaba sucediendo.
Tras un breve silencio, Maxwell le advirtió:
—Desde luego, nos proponemos comprobar lo que has contado acerca del zivver que fue raptado por los monstruos.
—Si encontráis que miento, sentenciadme a la condena que os plazca en el Pozo del Castigo.
Averyman se levantó:
—Creo que esta audiencia ya ha durado demasiado para un solo período.
—¡Desde luego, ya ha durado demasiado! —gritó Jared, sin poderse contener—. ¡En vez de estar aquí mano sobre mano, tratemos de rescatar al Primer Superviviente!
—Calma, calma —dijo Haverty, apaciguador—. No cometamos imprudencias. Quizás se trate del Cobalto y el Estroncio en persona.
—¡Pero volverán!
—Confiamos en los Protectores que hemos apostado a la entrada y en los exorcismos del Guardián.
Era una posición estúpida, nacida de su sorda superstición. Pero Jared oía que no podría sacarlos de ella.
Aquel mismo período, más tarde, él se retiró a la gruta familiar de los Fenton a fin de calcular una fórmula para una nueva distribución de las restantes vainas de maná entre los supervivientes y el ganado. Agazapado sobre la caja de arena, alisó el lugar destinado a la escritura y principió de nuevo con su estilo. Pero con un violento estornudo, borró todo cuanto había escrito y tiró el instrumento, disgustado.
Apartando la caja, apoyó la cabeza sobre la losa. No solamente el escozor que sentía en la garganta lo estaba volviendo loco, sino que además le parecía tener la cabeza rellena de lana caliente y húmeda. En otras ocasiones había tenido fiebre, pero nunca nada parecido a aquello. Tampoco había oído hablar de que nadie se sintiese tan enfermo.
Esforzándose por apartar sus pensamientos del malestar físico, se alegró ante la idea que aún le parecía increíble de que ningún Ser Divino se interponía en el camino de su búsqueda de la Luz. Era Posible que a los monstruos no les gustase que él buscase las Tinieblas y la Luz. Pero contra los monstruos se podía luchar… únicamente tenía que descubrir un medio de anular su temible facultad de infundir el sueño.
Resultaba tentador, además, oír como todo parecía señalar hacia la existencia de un plan vasto e incomprensible en el que estaban entretejidas tantas cosas materiales e inmateriales. ¿Cuál era la oscura relación que existía entre los Ojos y la Luz, la Luz y las Tinieblas, las Tinieblas y el Mundo Original, el Mundo Original y la Radiación? Aquellos Vínculos aparentes se extendían a los Diablos Gemelos para volver después de trazar un gran círculo a los ojos y a la antinomia Luz-tinieblas.
Recordó entonces a Ciro, el Pensador, que pasaba el tiempo entregado a la meditación en su gruta, situada en el otro extremo del mundo. Recordó que hacía innúmeros períodos oyó manifestar al anciano algunas ideas nuevas acerca de las Tinieblas. Tal vez fueron aquellas controversias filosóficas lo que le impulsaron en su búsqueda de las Tinieblas… y de la Luz. Jared comprendió que tenía que hablar de nuevo con el Pensador, lo antes posible.
Las cortinas se separaron, dando paso a Many, uno de los Nuevos Supervivientes.
—Para ser un Primer Superviviente que sólo tiene unos cuantos latidos de experiencia —refunfuñó— no te has buscado pocas dificultades para empezar… Mira que proponer a los ancianos que vayamos a la caza del monstruo…
Jared se echó a reír.
—Quizá debiera haberme callado la boca.
Many se apoyó en la losa y estornudó.
—El Guardián puso el grito en la cúpula cuando se enteró. Ahora afirma ante quien quiera oírlo que Romel hubiera sido mejor para el cargo de Primer Superviviente.
—Cuando decida qué debo hacer para resolver la cuestión de las fuentes secas, ya le daré su merecido.
—Dice también que el modo como actuaste durante la Audiencia demuestra que tu arrepentimiento no es sincero. Y predice mayores desdichas para el mundo.
Como si las palabras de Many quisieran corroborar la profecía de Philar, el Guardián, unas voces acongojadas atravesaron la cortina.
Corriendo hacia el exterior, Jared detuvo a uno de los hombres que pasaban huyendo.
—¿Qué es todo este alboroto?
—¡El río! ¡Se está secando!
Aun antes de llegar a la orilla, los ecos del difusor central le dieron una idea de la situación. El río había descendido de manera tan alarmante por debajo de su nivel normal, que la líquida suavidad de sus sonidos reflejados quedaba completamente oculta en el vacío de ambas orillas. Y sólo se percibía el débil gorgoteo del agua al pasar alrededor de unas rocas que antes no estaban expuestas.
Un chillido de terror resonó cerca de la entrada principal y, sin interrumpir su rápida carrera, Jared se desvió hacia allí.
Cuando tuvo el difusor central detrás, empezó a formarse una impresión más clara de lo que tenía enfrente. Los Protectores situados a la entrada de la galería se hallaban dominados por la mayor excitación.
—¡El monstruo, el monstruo! —gritaba una voz.
De pronto Jared se detuvo cuando todo el túnel empezó a resonar bruscamente con el ruido silencioso de los monstruos. Las sensaciones que recibió eran como la Excitación Efectiva ampliada mil veces. Pero a la sazón no tocaban sus glóbulos oculares los medios anillos de sonido inaudible, como sucedió durante la Ceremonia del Nervio Óptico. En cambio, el ululante silencio parecía algo distinto e impersonal… algo objetivo, relacionado no con una parte de sí mismo, sino más bien con la boca del túnel.
Pero no paraba ahí la cosa. El bramido silencioso se desparramaba, como si fuera un verdadero sonido, tocando muchas cosas… la cúpula, la pared de su derecha, las piedras colgantes que había junto a la entrada.
Reanudando su avance, se tapó la cara con las manos. Instantáneamente dejó de percibir el distante y susurrante rugido de la Excitación Efectiva. Esto lo demostraba sin lugar a dudas… ¡La extraña cosa que despedían los monstruos infligía su sobrenatural presión sobre los ojos!
Libre de aquellas sensaciones que lo confundían, se concentró entonces en los ecos que le llegaban directamente. No había ningún monstruo en la entrada. Pero unas cuantas pulsaciones antes estuvo allí uno de ellos, como lo demostraba su olor, que aún flotaba en el aire. Y sus oídos distinguieron el objeto tubular que yacía en el suelo del túnel. Aun desde aquella distancia pudo oír que era como el que Della había encontrado en el Nivel Superior.
En el mismo momento en que llegaba a la entrada, uno de los Protectores levantó una piedra sobre su cabeza y corrió hacía el tubo.
—¡No! ¡No hagas eso! —gritó Jared.
El Guardián arrojó la piedra.
Con los ojos descubiertos nuevamente, Jared se inclinó para recoger los restos del objeto. Estaba caliente y tintineaba al sacudirlo.
Observó, asimismo, que ya no había trazas del silencio ululante.