Se acostumbra a practicar la más rígida autodisciplina durante el Retiro y la Contemplación, Una decisión tan importante requería largas horas de profundas meditaciones, pues la Unificación equivalía a la concesión inmediata y plena de la Supervivencia… una doble carga de responsabilidades. Al propio tiempo, el que ingresaba en el nuevo estado tenía que enfrentarse también con las perentorias obligaciones impuestas por la Procreación y la Familiarización de la Progenie.
Estas consideraciones, empero, estaban muy alejadas del espíritu de Jared durante los siguientes períodos, mientras reflexionaba en el silencio de su gruta provista de gruesas cortinas.
Pensaba en Della… naturalmente. Pero no como debiera haber pensado en ella, a tenor de lo impuesto por una Unificación normal, sino que más bien sus pensamientos giraban en torno al significado que podía tener el hecho de que ella fuese zivver.
«¿Cómo había conseguido ocultarlo? ¿Y cuáles eran sus intenciones? Después de todo, la situación no dejaba de ser cómica. Allí estaba, por ejemplo, Lorenzo, empeñado en descubrir a un zivver… sin saber que tenía uno ante sus propias orejas. Por lo que se refería a Jared, podría disponer de la joven para acusar a su vez, si el Consejero se decidiese a acusarlo de ser un zivver».
«De este modo, podría delatarla cuando se le antojase. ¿Pero qué ganaría con ello? Por otra parte, el hecho de que ella pensase que él era un zivver creaba una situación muy interesante y él sentía gran ansiedad por saber qué resultaría de ella».
Esta clase de pensamientos siempre terminaban por conducirle a hacer cábalas y conjeturas acerca de la naturaleza de aquella extraña facultad. ¿Qué poder mágico era aquél, que permitía localizar las cosas en un silencio total y en la ausencia de olores? ¿Y si, como su imaginario Pequeño Oyente, los zivvers oyesen ruidos inaudibles que hacían todas las cosas, animadas e inanimadas? Entonces recordó que no era el sonido, sino el calor lo que ellos zivveian.
Cada vez que su mente se volvía hacia estas cuestiones secundarias, sabía que se apartaba del espíritu auténtico del Retiro y la Contemplación. Pero él suponía que todas estas cuestiones merecían ser estudiadas teniendo en cuenta las condiciones especiales que reunía su Unificación.
No obstante, se ahorró un posible disgusto, al no referir al Primer Superviviente la invasión que habían efectuado los monstruos en el Nivel Superior. Eso sólo hubiera servido para poner de nuevo sobre el tapete la cuestión de su condena por su viaje al Mundo Original.
Durante el cuarto período de su retiro fue arrancado de sus meditaciones por una conmoción en el mundo exterior. Al principio pensó que los monstruos habían llegado al Nivel Superior, Pero las veces de los que afluían a todo correr hacia el huerto, mostraban más terror que consternación.
Todos habían abandonado ya la zona de las viviendas cuando él resolvió interrumpir su Retiro. Echó a correr tras ellos. Pero cuando había recorrido la mitad del mundo, el difusor central captó las impresiones del Primer Superviviente y del anciano Haverty que iban a su encuentro.
—¿Piensas mantenerlo mucho tiempo en secreto? —preguntaba Haverty.
—Por lo menos, hasta que resuelva qué puedo hacer —respondió enfurruñado el Primer Superviviente—. ¿Eh? ¿Cómo? Es decir, ¿qué puedes hacer para remediar una cosa así?
Pero Fenton ya había notado la presencia de Jared.
—¿Has interrumpido tu Retiro? —preguntó—. Es igual, da lo mismo.
Haverty se disculpó, explicando que se iba a oír si al anciano Maxwell se le ocurría algo para hacer frente a la situación.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Jared, cuando el anciano se hubo ido.
—Acaban de secarse nueve fuentes termales —dijo el Primer Superviviente, dirigiéndose hacia su gruta.
Jared experimentó una sensación de alivio.
—Ah, creía que eran soubats, o tal vez zivvers.
—Ojalá lo hubiesen sido.
En la intimidad protegida por gruesas cortinas de su morada, el Primer Superviviente empezó a pasear arriba y abajo.
—La situación es muy crítica, Jared.
—Quizá las fuentes manarán de nuevo.
—Las otras tres que se secaron no han vuelto a manar. Temo que se han secado para siempre.
Jared se encogió de hombros.
—Pues nos pasaremos sin ellas.
—¿Pero no te das cuenta de la gravedad que esto tiene? Nuestro equilibrio era muy delicado y precario. ¡Lo que ha sucedido puede muy bien significar que algunos de nosotros no podamos sobrevivir!
Jared se dispuso a pronunciar palabras de aliento. Pero de pronto lo asaltaron sentimientos de culpabilidad. ¿Y si aquello formase parte del castigo que él había suscitado, al provocar las iras del monstruo del Mundo Original? Fuentes termales que se sacaban en ambos niveles…, seres diabólicos que atravesaban la Barrera… ¿Y si todo ello formase parte de la venganza con que los castigaba la Luz Todopoderosa que habían ofendido?
—¿Qué quieres decir con eso de que algunos de nosotros no podremos sobrevivir?
—Pues ya puedes figurártelo. Cada fuente termal alimenta las raicillas de unas ciento veinticinco plantas de maná. Nueve pozos hirvientes secos equivalen a unas mil doscientas plantas menos.
—Pero esto no es más que una fracción…
—Cualquier fracción que reduzca el potencial de supervivencia es un factor critico.
Según la fórmula, sabemos que con nueve fuentes termales menos solamente podemos mantener treinta y dos cabezas de ganado en lugar de cuarenta. Los restantes animales tendrán que reducirse en número de una manera proporcional. ¡Y a la larga, esto significará que diecisiete personas están de sobra aquí!
—Compensaremos esta escasez con más caza.
—La caza disminuirá… pues habrá menos soubats volando por las galerías.
El Primer Superviviente dejó de pasear y se detuvo jadeando pesadamente. No hacían falta ecos para comprender que estaba muy abatido y que las arrugas de su cara aparecían más profundas que nunca.
Jared no pudo evitar una sensación de desamparo al pensar en la absoluta dependencia del hombre respecto a las plantas del maná. En realidad, sólo aquellas plantas se interponían entre los supervivientes y la muerte, pues proporcionaban alimentos a hombres y animales, sin contar sus jugosos zumos, las fibras que empleaban las mujeres para tejer sus ropas, para hacer cuerdas y redes de pesca; las cáscaras que podían partirse en dos y emplearse como recipientes; los tallos que, una vez secos, se aguzaban y se convertían en flechas o en lanzas.
Casi con amargura, recordó entonces la voz de su padre, que descubría nuevas profundidades de respeto y veneración hacía incontables períodos, al recitar una de las leyendas:
—Nuestros árboles del maná son una imitación de las magníficas plantas creadas por la Luz en el Paraíso… pero una imitación muy pobre. Las plantas que creó la Luz estaban coronadas por millares de graciosas ramitas vaporosas que se balanceaban en la brisa y susurraban dulcemente, mientras gozaban de una constante comunión con el Altísimo. Bebían Su energía y la empleaban de tal manera, que mezclaban el agua que absorbían con el suelo y con el aire que los hombres y animales respiraban. Y así transformaban estas cosas en alimentos y en aire puro para hombres y bestias. Pero las plantas que creó la Luz no eran lo bastante buenas, al parecer.
Nosotros tuvimos que crear un árbol desprovisto de las graciosas y susurrantes ramitas de la copa… y que en cambio tenían grandes masas de toscas raicillas que se hundían profundamente en las fuentes termales, para sacar energía del calor del agua y utilizarla para transformar el aire viciado de los mundos y galerías y los elementos del estiércol en fibras y tubérculos, frutos y aire puro.
Esta fue la planta del maná.
—¿Qué haremos ante la situación que plantean estas fuentes secas? —preguntó Jared por último.
—¿Has terminado ya la Contemplación?
—Supongo que ya he agotado el tiempo.
—Tanto mejor. —El Primer Superviviente apoyó una mano en su hombro—. Tengo la impresión de que tendremos urgente necesidad de ayuda del Nivel Superior antes de poco tiempo. Supongo que comprenderás que no tienes elección posible. En las actuales circunstancias, esta Unificación tiene que realizarse.
—Lo comprendo.
El Primer Superviviente le apretó el brazo con afecto.
—Estoy seguro de que estarás dispuesto a regresar al Nivel Superior así que terminen los Siete Períodos de Retiro.
En el exterior, el profundo silencio que había caído sobre el mundo se vio roto por las primeras frases de la Letanía de la Luz. La voz ferviente del Guardián del Camino, vieja y cascada, pronunciaba con veneración las oraciones. Los fieles contestaban en un murmullo no menos reverente.
Recordando que las Ceremonias de Revitalización no produjeron el menor resultado cuando las tres primeras fuentes se secaron, Jared apartó la cortina a un lado se encaminó a la Zona de Reuniones, para participar en el servicio. Aquella nueva experiencia no aumentaba gran cosa su entusiasmo.
Permaneció algo apartado, sin mezclarse con la Congregación. Si se hubiese puesto en primera fila hubiera distraído al Guardián y a los supervivientes, pues aquélla era la primera ceremonia a la que asistía desde hacía innumerables períodos. Y aún se sintió más cohibido cuando el fino oído de un niño lo descubrió:
—¡Es Jared, madre! ¡Es Jared Fenton! —gritó la criatura, tirando del brazo de su madre.
—¡Cállate y escucha al Guardián! —Le reprendió la mujer.
Philar, el Guardián, paseaba entre los fieles, mientras sus palabras denotaban claramente el objeto que apretaba contra su pecho.
—Tocad esta Santa Bombilla —decía—. Recibid la inspiración de lo que conduce a la virtud. Arrojemos lejos de nosotros a las Tinieblas. Sólo si renunciamos al mal podremos cumplir nuestros deberes de Supervivencia y esperar la llegada de aquel gran período en que nos reuniremos con la Luz Todopoderosa.
Si el Guardián del Camino no era el hombre más flaco del Nivel Inferior, pensó Jared, andaba muy cerca de alcanzar tal distinción. Rebotando de su cuerpo, los ecos del difusor central ponían de relieve las puntas angulosas de los huesos que amenazaban con asomar a través de su piel. Su barba era tan rala, que casi era inaudible. Pero los rasgos más prominentes de su cara demacrada eran los ojos, tan hundidos en sus cuencas y con los párpados tan fuertemente apretadas, que era dudoso que los hubiese abierto jamás.
Llegó frente a Jared y se detuvo. Su voz se hizo más baja pero no por ello su fervor aumentó.
—Entre todas las cosas de este mundo, esta Santa Bombilla es la única que ha estado en contacto con la Luz. Tócala. —Oyendo que Jared vacilaba, insistió—: ¡Tócala!
Jared tendió la mano a regañadientes y tocó la fría y redonda superficie. A pesar de su tamaño mucho mayor, poseía las mismas propiedades de la Bombilla en miniatura que tocó en el objeto abandonado por los monstruos en el Nivel Superior.
Y se preguntó si.
Mas al punto desechó aquel pensamiento. ¿No fue su condenada curiosidad —sobre la Bombilla y otras muchas cosas— lo que había metido a ambos mundos en su actual aflicción?
El Guardián continuó su ronda canturreando:
—Sean anatema quienes pretendan que la Luz nunca moró en esta reliquia. Caigan sobre ellos las iras del Todopoderoso.
Jared agachó la cabeza, dándose cuenta de que muchos de los que le rodeaban no tendrían ninguna dificultad en identificarlo como el objeto de aquellas acusaciones.
—Así, todos nosotros nos enfrentamos con nuestra propia generación espiritual durante este Período de Revitalización —concluyó el Guardián—. Los ecos de la pared son claros. Si no tratamos de expiar nuestras culpas, aquella misma Luz Todopoderosa que desterró al superviviente de Su presencia, tiene el poder de destruirlo completamente.
Volvió a colocar la Santa Bombilla en su nicho y se volvió hacia la Congregación, con los brazos extendidos. Una anciana se acercó para colocarse en posición humilde ante él y Jared escuchó cómo las manos de Philar ejecutaban el rito final.
—¿Lo sientes? —le preguntó el Guardián.
La anciana gruñó negativamente, decepcionada, y se alejó.
—Paciencia, hija mía. Quien persevera contra las Tinieblas termina por alcanzar la verdadera Excitación.
Otra superviviente, dos niños y un superviviente acudieron humildemente ante Philar el Guardián, antes de que éste consiguiese la primera reacción positiva, merced al rito consistente en la Excitación del Nervio Óptico. La obtuvo de una joven. Así que el Guardián hubo apartado el cabello que cubría su cara, ella gritó extasiada:
—¡Lo siento! ¡Oh, lo siento!
La emoción que vibraba en la voz de la joven produjo un escalofrío a Jared.
Acariciando la cabeza de la muchacha con audibles gestos de aprobación, el Guardián se volvió hacia el siguiente.
Jared era el último de la cola, pues no quería pensar que los que sufrían la Excitación sintiesen algo más que una presión especial de los dedos del Guardián.
Por el contrario, quería acudir a la ceremonia sin prejuicios de ninguna clase, que pudiesen influir su primera participación en aquel ritual.
Cuando llegó su turno, los demás fieles habían abandonado la Zona de Reuniones, dejándole solo con el Guardián. Mientras esperaba con la cabeza inclinada, escuchó la severa expresión de Philar. El Guardián no ocultaba su creencia de que la flagrante falta de respeto que había demostrado Jared por la Barrera, era lo que había acarreado las actuales desdichas del Nivel Inferior.
Unas manos huesudas se tendieron hacia la cara de Jared. Los dedos del Guardián ascendieron por sus mejillas hasta sus ojos. Luego las yemas apretaron sus blandos párpados inferiores.
Al principio no sucedía nada. Luego el Guardián aplicó una presión casi dolorosa.
—¿Lo sientes? —preguntó.
Pero Jared permanecía silencioso y estupefacto. Dos semicírculos vellosos de sonido silencioso danzaban en su cabeza. Los sentía no donde el Guardián ejercía presión, sino en un punto próximo a la parte superior de sus globos oculares. La Excitación Efectiva producía la misma sensación que él había experimentado dos veces en presencia de los monstruos ¡Asombroso! ¿Era lo que entonces sentía parte integrante de la propia Luz? Si así fuese, ¿por qué, entonces, tenía que sentir él la presencia del Todopoderoso, de una manera algo distinta, cuando se hallaba cerca de los Diablos Gemelos? Sí la Luz era buena, ¿por qué tenía que estar asociada con aquellas malignas criaturas?
Jared reprimió aquellos profanos pensamientos, expulsándolos por completo de su mente, junto con el recuerdo de haberlos sustentado.
Fascinado, escuchaba los anillos bailarines, que se hacían más o menos vívidos según el Guardián variase la presión de sus dedos.
—¿Lo sientes?
—Sí, lo siento —admitió Jared con voz débil.
—No esperaba que lo sintieses —repuso el otro, con cierta decepción—. Pero me alegra saber que todavía hay esperanza para ti.
Fue a sentarse en un reborde, al pie del nicho que albergaba la Santa Bombilla, y su voz perdió parte de su severidad.
—Aquí te hemos oído muy poco, Jared. Tu padre se ha mostrado muy preocupado a causa de esto, y yo lo comprendo. Algún período el destino de este mundo estará en tus manos. ¿Y serán buenas?
Jared se sentó también en el saliente.
—Lo siento —murmuro—. Lo siento.
—Te creo hijo mío —dijo el Guardián, depositando la mano sobre su brazo con simpatía—. Ojalá lo hubieses sentido antes. Las cosas hubieran sido distintas para ti… y quizás distintas también para todo el mundo.
—¿Fue culpa mía que las fuentes calientes se secaran?
—No puedo pensar en nada que más pudiese disgustar al Todopoderoso que la violación de la ley de la Barrera.
Jared se retorcía las manos con desesperación.
—¿Qué puedo hacer?
—Puedes expiar tu culpa. Entonces oiremos qué pasa después.
—Pero tú no lo entiendes. ¡Tal vez es algo más que la simple violación de la Barrera! He llegado a pensar que la Luz tal vez no fuese Todopoderosa, que el Eterno Fulgor…
—Te comprendo, hijo mío. Has tenido tus dudas, como otros supervivientes las tienen de vez en cuando. Pero recuerda… tarde o temprano, los hombres no son juzgados por su escepticismo. Lo que da la verdadera medida de un superviviente arrepentido es la sinceridad con que renuncia a sus erróneas creencias.
—¿Crees que podré hallar la suficiente sinceridad?
—Estoy seguro que si… sobre todo después de la conversación que hemos sostenido. Y no tengo ninguna duda de que, si la Reunión con la Luz tuviese lugar en nuestro tiempo, tú estarías preparado para ella.
El Guardián pareció escuchar el infinito.
—¡Qué período tan hermoso, Jared!… La Luz estará por doquier, tocándolo todo en constante comunión mientras el Todopoderoso aportará al hombre el conocimiento total del universo. Y las Tinieblas serán borradas completamente.
Jared pasó el resto de aquel período en la reclusión de su gruta. No obstante, el tema de sus meditaciones no fue la Unificación. En cambio, pasó revista a sus nuevas creencias teniendo buen cuidado en no abrigar pensamientos que pudiesen resultar ofensivos al Todopoderoso.
En aquel breve espacio de tiempo renunció a su antigua obsesión, o sea la búsqueda de las Tinieblas y la Luz, sin experimentar ningún pesar por ello.
Y resolvió no trasponer jamás la Barrera.
Una vez las nuevas convicciones estuvieron firmemente arraigadas en su espíritu, descansó convencido que a partir de entonces todo iría bien… espiritual y físicamente. Tan seguro parecía estar de haber obrado acertadamente, que no le hubiera sorprendido en absoluto saber que las doce fuentes secas habían empezado a manar de nuevo. Le parecía haber suscrito un pacto con la Luz.
Acababa de reafirmar su resolución cuando entró el Primer Superviviente.
—El Guardián acaba de decirme que has escuchado el sonido, hijo mío.
—He oído muchas cosas a las que antes había permanecido sordo.
La vehemencia con que pronunció estas palabras provocaron en el rostro de su padre una cálida sonrisa de aprobación y orgullo.
—Hace mucho tiempo que esperaba oírte hablar así, Jared. Esto significa que ahora ya puedo llevar mis planes adelante.
—¿Qué planes son éstos?
—Este mundo necesita una dirección joven y enérgica. Ya le faltaba antes de que los manantiales se secasen. Bajo la amenaza de esta grave situación, aún nos es más necesaria la imaginación y los recursos de un dirigente joven.
—¿Quieres que me convierta en el Primer Superviviente?
—Lo más pronto posible. La preparación será muy laboriosa. Pero yo te prestaré toda mi ayuda.
Unos seis períodos antes, Jared no hubiera aceptado la proposición. Pero entonces sólo le pareció una ampliación insignificante de la vida de abnegación y sacrificio a la que se había consagrado.
—Me extraña no oír tus argumentos contrarios —dijo el Primer Superviviente, esperanzado.
—No los oirás, si así lo quieres.
—¡Muy bien! Dentro de un par de períodos te comunicaré algunas de las cosas que hay que hacer.
Luego, cuando regreses del Nivel Superior, empezaremos tu educación.
—¿Cómo se tomarán esto los Ancianos?
—Cuando se enteren de lo que ha pasado entre tú y Philar, el Guardián, no presentarán ninguna objeción.
Al comenzar el período siguiente, incluso antes de que el difusor central de ecos hubiese sido puesto en marcha, Jared fue despertado bruscamente.
—¡Levántate! ¡Ha sucedido algo!
Era el Anciano Averyman. Y debía de haber sucedido algo verdaderamente grave, para justificar su irrupción en una gruta particular.
Jared se levantó de un salto, notando que su hermano se agitaba inquieto en el lecho contiguo.
—¿Qué sucede? —preguntó.
—¡El Primer Superviviente! —exclamó Averyman, corriendo hacia la salida—. ¡Ven… pronto!
Jared corrió tras él, oyendo simultáneamente que su hermano Romel se despertaba y que el lecho de su padre estaba vacío. Alcanzando al Anciano cerca de la entrada del mundo.
—¿Adónde vamos?
Pero Averyman se limitó a resoplar con más fuerza. Que había sucedido algo grave era indudable, a juzgar no sólo por la extraña conducta del Anciano. Voces indistintas, teñidas de aprensión, se oían en pequeños grupos aislados. Y Jared escuchó a otras varias personas, que evidentemente habían estado levantadas muy temprano y habían oído lo que había pasado.
—¡Ha sido el Primer Superviviente! —consiguió articular Averyman, dando ansiosas boqueadas—. Habíamos salido a pasear temprano, como era nuestra costumbre. Y él estaba diciendo las medidas que pensaba adoptar para traspasarte el poder. Cuando pasamos frente a la entrada…
Tropezó y Jared chocó con su forma caída.
Alguien puso en marcha el difusor central y Jared se orientó cuando los detalles de su mundo se hicieron audibles a su alrededor. Entre otras impresiones, le llegó la de Romel avanzando en su seguimiento.
El Anciano Averyman se incorporó y consiguió dominar su jadeante respiración.
—¡Fue espantoso! ¡Aquel ser surgió como una tromba de la galería, aleteando y despidiendo un hedor insoportable! Tu padre y yo nos quedamos helados de espanto…
El olor del monstruo todavía flotaba en el aire. Al notarlo, Jared prosiguió su avance.
—Después se oyó aquel siseo —dijo la voz de Averyman que se había quedado rezagado— y el Primer Superviviente cayó donde estaba. No se movió… ¡Ni siquiera cuando el monstruo fue hacia él!
Jared llegó a la entrada y se abrió paso a codazos entre varios supervivientes que se preguntaban qué había sucedido.
El hedor aún era más ofensivo en la galería y su intensidad aumentaba en dirección al Mundo Original. Mezclado con él percibíase el olor familiar del Primer Superviviente. A corta distancia parecía notarse una acumulación de la pestilencia.
Jared guiado por el olfato, se acercó al lugar e, inclinándose, recogió del suelo algo suave y fláccido.
Tenía unos dos palmos de largo y al tacto parecía tela de maná, pero su textura era incomparablemente más fina. Y de cada ángulo pendía una cinta del mismo material Era algo que requería un examen más detallado. Pero como estaba empapado con el olor del monstruo, si lo llevaba al mundo no dejaría de producir cierta conmoción. Por lo tanto volvió a dejarlo en el suelo y lo cubrió de tierra, tratando de recordar bien el lugar donde lo había dejado.
En el camino de regreso casi chocó con su hermano, que avanzaba a tientas por la galería.
—Tengo la impresión de que vas a ser el Primer Superviviente antes de lo que suponías —dijo Romel, no sin cierta envidia en su voz.