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—¿Qué eran exactamente el pacto y la promesa? —preguntó Rowan.

Estaba en el cuarto del segundo piso, limpio y estéril, con sus paredes blancas y las ventanas que daban a los tejadillos. Ya no quedaban rastros de Julien. Los viejos libros habían desaparecido.

—Eso ahora no importa —dijo él—. La profecía está a punto de cumplirse y tú eres la entrada.

—Quiero saberlo. ¿Cuál era el pacto?

—Son palabras que han pasado de generación en generación a través de labios humanos.

—Sí, pero ¿qué significan?

—Era el trato entre la bruja y yo: yo debía obedecer hasta sus mínimas órdenes y ella parir una hija que heredara el poder de controlarme y verme. Debía llevarle riquezas y concederle favores. Yo debía mirar el futuro para que ella lo conociera, vengar todos los desprecios y ofensas, y la bruja, a cambio, procuraría dar a luz una mujer a la que yo amaría y serviría como había hecho con la bruja, y la hija me amaría y me vería.

—Y esa hija debía ser más fuerte que la madre y acercarte a la decimotercera.

—Sí, con el tiempo llegué a ver a la decimotercera.

—¿No la viste desde el principio?

—No, la vi con el tiempo. Vi el poder que se acumulaba y se perfeccionaba; vi cómo se alimentaba a través de los hombres fuertes de la familia. Vi a Julien con un poder tan grande que eclipsaba al de su hermana Katherine. Vi a Cortland. Vi el sendero hacia la entrada. Y ahora está aquí.

—¿Cuándo hablaste a tus brujas de la decimotercera?

—En la época de Angélique. Pero debes darte cuenta de lo elemental que era mi comprensión de lo que veía. Apenas podía explicarlo. Las palabras eran completamente nuevas para mí. El proceso de pensar en el tiempo era nuevo. Por esta razón la profecía quedó velada por el hermetismo, no fue intencionado, sino accidental. Sin embargo, ahora está a punto de ser cumplida.

—¿No prometiste nada más?

—¿Qué más puedo darte? Cuando sea de carne y hueso seré tu siervo tal como soy ahora. Seré tu amante y confidente, tu pupilo. Nadie triunfará sobre ti cuando me poseas.

—Salvadas. La vieja profecía dice que cuando se abriese la puerta, las brujas serían salvadas; ¿salvadas de qué?

Silencio.

—Las trece brujas serían defendidas en el momento de mi triunfo final. En compensación, el Impulsor, su fiel siervo, vengaría las persecuciones a Suzanne y Deborah. Cuando el Impulsor cruce la puerta, Suzanne no habrá muerto en vano. Deborah no habrá muerto en vano.

—¿Y éste es el único significado de la palabra «salvadas»?

—Ahora sabes la explicación.

—¿Y cómo lo harás? Tú me has dicho que cuando yo lo sepa, tú lo sabrás. Ahora te digo que no lo sé.

—Recuerda lo que le comunicaste a Aaron: que estoy vivo y que mis células se pueden mezclar con células humanas, mediante la mutación y la renuncia.

—Y ésa es la clave. Tú tienes miedo de esa renuncia. Tienes miedo de quedar encerrado en una forma de la que no puedas escapar. ¿Te das cuenta, verdad, de lo que significa ser de carne y hueso? ¿Te das cuenta de que puedes perder tu inmortalidad? ¿De que incluso durante la transmutación puedes ser destruido?

—No, no perderé nada. Y cuando posea una nueva forma, abriré la puerta para que tu también la poseas.

—¿Estás diciendo que puedo ser inmortal?

—Sí.

—¿Es eso lo que ves?

—Es lo que siempre he visto. Tú eres mi compañera perfecta. Tú eres una bruja entre las brujas. Tienes la fortaleza de Julien y Mary Beth. La belleza de Deborah y Suzanne. Las almas de todas las muertas en tu alma, viajando por el misterio de las células hasta ti, dándote forma y perfeccionándote. Brillas con el resplandor de Charlotte. Eres más bella que Marie Claudette y Angélique. Tienes un fuego interior más intenso que el de Marguerite o mi pobre y descocada Stella. Tienes una visión mucho mayor que la de mis queridas Antha y Deirdre. Eres única.

—¿Están las almas de los muertos en esta casa?

—Las almas de los muertos se han ido de la tierra.

—Entonces ¿qué es lo que ha visto Michael en esta habitación?

—Vio las impresiones dejadas por los muertos. Estas impresiones brotaron de los objetos que tocó. Son como los surcos de un disco. Al poner la aguja en el surco, se oye la canción. Pero el cantante no está allí.

—Pero ¿por qué lo rodearon cuando tocó las muñecas?

—Para jugar el mismo juego. Como si guardases una fotografía de tu madre y al exponerla a la luz creyeras que los ojos brillan de vida. Quizá se pueda llegar de algún modo al alma de los muertos, quizá más allá de esta tierra haya un reino de eternidad. Yo no veo esa eternidad con mis ojos. Veo sólo las estrellas.

—Yo creo que invocaban el alma de las muertas con las muñecas.

—Es como una súplica, como te he dicho. Ponerse en contacto con las impresiones dejadas, pero nada más. El alma de los muertos no está aquí. El alma de mi Suzanne pasó junto a mí hacia lo alto. El alma de mi Deborah se elevó como si tuviera alas cuando su frágil cuerpo cayó al pie de la iglesia. Las muñecas son recuerdos, nada más. ¿No lo ves? Nada de esto importa ahora. Estamos superando este reino de emblemas, recuerdos y profecías. Nos dirigimos hacia una nueva existencia. Trata de ver la entrada si puedes. Pasaremos por ella, saldremos de esta casa y entraremos en el mundo.

—Y la transmutación puede duplicarse. ¿Es eso lo que intentas que crea?

—Eso es lo que tú sabes, Rowan. He leído el libro de la vida por encima de tu hombro. Existen posibilidades con las cuales ni siquiera hemos empezado a soñar.

—Y me convertiré en un ser inmortal.

—Sí, mi compañera y mi amante. Inmortal como yo.

—¿Cuándo sucederá?

—Cuando tú lo sepas yo lo sabré. Y lo sabrás muy pronto.

—Estás muy seguro de mí, ¿verdad? No sé cómo hacerlo, te lo he dicho.

Silencio.

—No, apártate de mí. Háblame. Eso es lo que deseo ahora.

—Eres la puerta, amada mía. Anhelo ser corpóreo. Estoy cansado de mi soledad. ¿No ves que el momento casi ha llegado? Mi madre, mi belleza… Es el momento de que yo renazca.

Rowan cerró los ojos y sintió sus labios sobre la nuca, los dedos que le recorrían la columna. Luego una mano tibia que se cerraba sobre su sexo, unos dedos que se deslizaban dentro de ella, labios contra labios. Dedos que le pellizcaban los pezones dolorosa y deliciosamente.

—Deja que te envuelva entre mis brazos —susurró él—. Pronto llegarán los demás y les pertenecerás durante horas. Yo tendré que rondarte de lejos, observarte, recoger las palabras que caen de tu boca como gotas de agua para calmar mi sed. Deja que te abrace. Dame estas horas, mi bella Rowan…

Sintió que la levantaba y que sus pies ya no tocaban el suelo. La oscuridad se arremolinaba en torno a ella, unas manos fuertes la hacían girar, le acariciaban todo el cuerpo. La gravedad había desaparecido. Sintió que su fuerza aumentaba, que el ardor aumentaba.

El viento frío agitó los cristales de la ventana. La gran casa vacía parecía llena de murmullos. Ella flotaba en el aire. Giró sobre sí misma, palpó en las sombras un nudo de brazos que la sostenían, y sintió que él le separaba las piernas y le abría la boca. Sí, adelante.

—¿Está muy cerca el momento? —susurró.

—Muy pronto, querida mía.

—No puedo hacerlo.

—Oh, sí, podrás, amada mía. Tú lo sabes. Ya verás…