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Un crepúsculo ceniciento cubría Oak Haven. El cielo casi no se veía. Los robles eran negros y espesos, y las sombras que proyectaban se ensanchaban para terminar de absorber la luz tibia del verano que se aferraba a la oscura grava del camino.

Michael estaba sentado en la galería principal, la silla inclinada hacia atrás, un pie sobre la barandilla de madera y un cigarrillo en los labios. Había terminado la historia Mayfair y sentía una alegría despiadada, llena de serena animación. Sabía que Rowan y él eran ahora el nuevo capítulo que aún quedaba por escribir. Rowan y él eran personajes de esta narración desde hacía cierto tiempo.

Durante un rato se aferró casi con desesperación al placer del cigarrillo, mientras observaba los cambios en el cielo del atardecer.

La oscuridad era cada vez más intensa en la inmensidad del paisaje, el distante muelle se desvanecía y ya no podía divisar los coches que pasaban por el camino, sólo veía el parpadeo amarillo de las luces. Cada sonido, aroma y cambio de color despertaba un aluvión de dulces recuerdos, algunos sin ningún tipo de origen ni ninguna característica especial. Se trataba, simplemente, de la certeza de lo conocido, de saber que estaba en casa y que aquí las cigarras cantaban como en ninguna otra parte.

Pero este silencio era una agonía, esta espera, todos esos pensamientos que bullían en su cabeza. ¿Por qué no lo había llamado Aaron? Sin duda, el funeral de Deirdre ya habría terminado. Aaron tenía que estar de camino y quizá Rowan estuviera con él. Esta noche hablarían sobre todo esto al abrigo de este hermoso lugar.

Pero todavía le quedaba una carpeta, un fajo más de notas por leer. Lo mejor era hacerlo cuanto antes. Apagó el cigarrillo en el cenicero que había sobre la mesilla y abrió la carpeta bajo la luz amarillenta. Eran papeles sueltos, algunos escritos a mano, otros a máquina o impresos, y empezó a leerlos.

Copia de la carta enviada a la casa matriz de Talamasca, Londres

por Aaron Lightner

«Agosto de 1989

Parker Meridien Hotel

Nueva York.

Acabo de terminar la entrevista fruto de un “encuentro casual” con el médico de Deirdre Mayfair (a partir de 1983), aquí, en Nueva York, como ya he mencionado. Varias sorpresas.

Enviaré la transcripción manuscrita completa de la entrevista (la cinta se ha perdido; el médico me la pidió y se la di), que pienso terminar en el avión rumbo a California.

Este médico afirma haber visto al Impulsor, no sólo cerca de Deirdre, sino también lejos de la casa de First Street, en dos ocasiones. En una de ellas por lo menos —en un bar de Magazine Street— se materializó con claridad. (Nótese el calor y la corriente de aire descritos con precisión por el individuo.)

El doctor también estaba convencido de que el Impulsor trataba de impedirle que le diera tranquilizantes a Deirdre y que durante su última aparición intentaba que él volviera a la casa de First Street e interviniera de alguna manera en lo que le sucedía a su paciente.

El doctor llegó a esta conclusión tiempo después. Durante las apariciones estaba asustado. No escuchó ninguna palabra proveniente del Impulsor ni recibió ningún mensaje telepático claro. Al contrario, creía que el espíritu trataba desesperadamente de comunicarse con él y que sólo podía hacerlo a través de su muda presencia.

Este médico no dispone de poderes de médium de ningún tipo.

La única conclusión que puedo sacar es que el Impulsor ha adquirido mucha fuerza en los últimos veinte años, o que siempre ha sido más fuerte de lo que pensábamos y puede materializarse donde quiera.

No pretendo sacar una conclusión precipitada, pero me parece más que probable. Además, la imposibilidad del Impulsor para trasmitir alguna palabra clara o alguna sugerencia directamente a la mente del doctor, sólo refuerza mi opinión de que el médico no era un médium natural y no podía colaborar en estas materializaciones.

Como bien sabemos, el Impulsor, en sus relaciones con Petyr van Abel, operaba con la energía y la imaginación de una psique poderosa, llena de profundos conflictos y culpabilidades morales. Con Arthur Langtry, en cambio, trataba con un médium entrenado y sus apariciones y/o materializaciones sólo tenían lugar en la casa de First Street y cerca de Antha o Stella.

¿Puede el Impulsor materializarse cuando y donde quiere? ¿O simplemente, tiene la fuerza para hacerlo cada vez más lejos de la bruja?

Esto es lo que tenemos que descubrir.

Al servicio de Talamasca,

Aaron.

P.D. — No intentaré ver a Rowan Mayfair en San Francisco. La prioridad de este viaje es ponerme en contacto con Michael Curry. He hablado con Gander antes de salir de Nueva York y me informa que Curry es ahora una persona casi inválida, encerrada en su casa. No obstante, si hay alguna novedad con respecto al caso Mayfair, póngase en contacto conmigo en el Saint Francis Hotel. Me quedaré el tiempo que haga falta para ponerme en contacto con Curry y ofrecerle ayuda».

Michael hojeó rápidamente el resto de la última carpeta. Eran todos artículos sobre él que ya había leído. Dos fotografías en papel brillante de él de la United Press International, una biografía suya escrita a máquina, extraída básicamente del material adjunto. Bueno, conocía el informe sobre Michael Curry. Dejó esta parte a un lado, encendió un cigarrillo y volvió al relato manuscrito del encuentro entre Aaron y el médico en el Parker Meridien.

La letra fina de Aaron era muy fácil de leer. Las descripciones de las apariciones del Impulsor estaban subrayadas con cuidado.

Terminó el relato y estuvo completamente de acuerdo con los comentarios de Aaron.

Luego se levantó con la carpeta en la mano, salió de la galería y se dirigió a su escritorio. Su libreta de notas de tapas de piel estaba donde la había dejado. Se sentó con la mirada ausente, sin notar que la brisa del río agitaba las cortinas ni que ya era de noche. Tampoco vio la bandeja de la cena, intacta delante del sillón de orejas, con los platos cubiertos por varias tapas de plata convexas.

Levantó la pluma y empezó a escribir:

«Yo tenía seis años la Navidad en que vi al Impulsor en la iglesia, detrás del pesebre. Debió de ser en 1947. Deirdre seguramente tendría la misma edad y es posible que estuviera en la iglesia. Pero tengo la sensación de que no estaba.

Cuando el Impulsor se presentó ante mí en el Auditorio Municipal, es posible que ella también estuviera allí. Pero otra vez tengo… aunque no podemos saberlo, para citar la frase favorita de Aaron.

Sin embargo, las apariciones en sí mismas no tienen nada que ver con Deirdre. Nunca la he visto en el jardín de First Street ni en ninguna otra parte, que yo sepa.

Sin duda, Aaron ya ha escrito lo que le he contado y me hago eco de su hipótesis: el Impulsor se me apareció sin que yo estuviera cerca de la bruja. Probablemente puede materializarse donde quiere.

La pregunta, sin embargo, sigue siendo por qué. ¿Por qué a mí? Existen otras coincidencias incluso más tentadoras y exasperantes.

Por ejemplo, y puede que no tenga mucha importancia, conozco a Rita Mae Dwyer Lonigan. Yo estaba con ella y Marie Louise en la barca la noche que se emborrachó con su novio, Terry O’Neill. Por eso la mandaron a Santa Rosa, donde conoció a Deirdre. Recuerdo cuando Rita Mae se marchó a Santa Rosa.

¿Significará algo?

Y hay más. ¿Y si mis antepasados hubieran trabajado en Garden District? No sé si lo hicieron o no. Sé que la madre de mi padre era huérfana y se crió en Santa Margarita. Creo que era hija de padre desconocido. ¿Y si su madre hubiera sido doncella en la casa de First Street?… Bueno, son puras especulaciones.

Después de todo, sólo hay que ver lo que esta gente ha hecho en términos de procreación. Cuando se hace algo así con perros o caballos se llama endogamia o línea de crianza.

Los mejores especímenes machos se han cruzado una y otra vez con la bruja, de modo que determinados rasgos se fortalecen a través de la mezcla genética, rasgos éstos que sin duda incluyen características psíquicas, pero ¿y los otros rasgos? Si no he leído mal esta endemoniada historia, Cortland no sólo era el padre de Stella y Rowan, sino también de Antha, pese a que todos pensaran que era Lionel.

Ahora bien, si Julien era el padre de Mary Beth… creo que lo mejor sería hacer una especie de árbol genealógico por ordenador sobre este aspecto de la endogamia, una especie de diagrama. Con las fotos se podría penetrar directamente en la ciencia genética. Tengo que contarle todo esto a Rowan. Ella lo comprenderá. Cuando hablamos me dijo algo acerca de que la investigación genética generaba mucho rechazo. La gente no quería admitir todo lo que se puede determinar genéticamente sobre los seres humanos. Todo esto me lleva al concepto de libre albedrío, y mi creencia en el libre albedrío es en parte lo que me está volviendo loco.

En todo caso, Rowan es la beneficiaria genética de todo esto, alta, delgada, sexy, extremadamente sana, brillante, fuerte, triunfadora. Un genio de la medicina con poderes telequinéticos para matar, que, por el contrario, decide salvar vidas. Y aquí es donde volvemos al libre albedrío. El libre albedrío.

Pero ¿dónde demonios encajo yo en este esquema con mi libre albedrío intacto? Quiero decir, ¿qué significa que “todo está planeado”, para emplear las palabras de Townsend en el sueño? ¡Dios mío!

¿Es posible que yo esté relacionado de algún modo con esta gente a través de los sirvientes irlandeses que trabajaron para ellos? ¿O simplemente se cruzan con personas de fuera cuando necesitan mayor vigor? En fin, cualquiera de los polis o bomberos de Rowan podía haber hecho este trabajo. ¿Por qué yo? ¿Por qué me tuve que ahogar?, si es que ellos hicieron que me ahogara, cosa que todavía no termino de creer. ¿Por qué el Impulsor se me aparecía desde mis primeros años de vida?

Dios mío, no hay manera de interpretar todo esto. Quizá yo estaba destinado a Rowan desde siempre, y no estaba previsto que me ahogara, por eso me rescató. Pero si estaba previsto que me ahogara, ¡no puedo aceptarlo! Porque si eso estaba previsto, entonces podrían estar previstas muchas cosas más. Es horrible.

Podría seguir escribiendo de esta manera durante los próximos tres días, cavilando, hablando sobre un punto u otro. Pero me estoy perdiendo. Todavía no tengo la menor pista sobre el significado de la “entrada”. Ni una sola de las cosas que he leído arroja luz sobre esta imagen. Tampoco he visto ningún número en especial. A no ser que el número trece esté en la entrada y que éste sea el sentido.

En cuanto al poder de adivinación por contacto de mis manos, sigo sin saber cómo debo usarlo, a no ser que tenga que tocar al Impulsor cuando se materialice para saber qué es en realidad ese espíritu, de dónde viene y qué quiere de las brujas. ¿Pero cómo puedo tocar al Impulsor si él no desea que lo toque?

Por supuesto, me sacaré los guantes y apoyaré las manos sobre objetos relacionados con esta historia y con la casa de First Street si Rowan, propietaria ahora, lo permite. Pero la sola idea me aterroriza. No logro verlo como la consumación de mi propósito. Lo veo como un contacto íntimo con innumerables objetos, superficies, imágenes… y además… por primera vez tengo miedo de tocar objetos que pertenecieron a personas muertas. Pero debo intentarlo. ¡Debo intentarlo todo!

Son casi las nueve. Aaron todavía no ha llegado. Fuera la oscuridad es silenciosa e inquietante. No quiero parecerme a Marlon Brando en La ley del silencio, pero las cigarras en el campo también me ponen nervioso. Siento aprensión en esta habitación, incluso con estas hermosas lámparas. No quiero mirar los cuadros de la pared, ni los espejos, por miedo a que algo me asuste.

Detesto estar asustado.

No soporto estar esperando aquí. Quizá sea injusto esperar que Aaron llegue en el preciso instante en que acabo de leer; pero el funeral de Deirdre ha terminado y aquí estoy, con la cabeza y el corazón llenos de Mayfair. A pesar de todo espero, espero porque he prometido que lo haría, él no ha llamado y tengo que ver a Rowan.

Una última nota: si cierro los ojos pienso en las visiones, si evoco la sensación, a pesar de todo lo que ha pasado, descubro que todavía creo que la gente que vi era buena. Me enviaron de vuelta con un propósito noble. Y yo decidí —libre albedrío— aceptar la misión.

Ahora no puedo atribuir ningún sentimiento, ni positivo ni negativo, a la idea de la entrada y al número trece. Y es algo perturbador, muy perturbador. Pero sigo creyendo que mi gente allí en lo alto era buena.

No creo que el Impulsor sea bueno. En absoluto. La evidencia de que ha destruido a algunas de estas mujeres parece indiscutible. Quizás ha destruido a las que se le han resistido. Y la pregunta de Aaron: “¿Cuáles son los planes de este ser?” es pertinente. Esta criatura hace cosas por su cuenta. ¿Pero por qué lo llamo criatura? ¿Quién lo creó? ¿La misma persona que me creó a mí? Y me pregunto quién es. Busca a este ente.

Es un ente perverso.

Entonces, ¿por qué me sonrió en la iglesia, cuando tenía seis años? ¿Me dejará que lo toque y descubra sus planes o no?

Pase lo que pase, ahora mismo no estoy desesperado. Estoy enloquecido y me siento incapaz de seguir mucho más en esta habitación. Estoy desesperado por ver a Rowan, por poner todas estas piezas en orden y cumplir la misión que me encomendaron allí, porque creo que fue la mejor parte de mi persona quien la aceptó.

Ojalá Aaron ya estuviera aquí. A propósito, me cae muy bien. Todos ellos me caen bien. Comprendo qué es lo que hacen aquí. Lo comprendo. A nadie le gusta saber que lo vigilan, lo espían, escriben sobre él y ese tipo de cosas. Pero lo comprendo. Rowan lo comprenderá. Debe hacerlo.

El documento que han elaborado es una pieza única, demasiado importante. Cuando pienso en lo profundamente implicado que estoy en todo esto, en lo involucrado que he estado desde el momento en que aquel ente me miró a través de la verja… bueno, gracias a Dios que ellos existen, que “vigilan”, como dicen. Gracias a Dios que saben lo que saben.

Porque si no… Y Rowan lo comprenderá. Rowan lo comprenderá quizá mejor que yo, porque verá cosas que yo no veo. Y quizás eso es lo que está planeado…, pero estoy empezando otra vez.

¡Aaron, regrese, por favor!»