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No entiende qué le ocurre. Todo empezó… ¿cuándo? No consigue recordarlo. Se oían muchos gritos, había gente que corría de un lado para otro. Se había asustado, incluso se había mareado un poco. Pero entonces una cálida manta cayó sobre ella y lo cubrió todo, incluso su mente.

Oye voces que le susurran, en tono acusador pero reconfortante, que la empujan a seguir. Sin saber cómo ha recorrido kilómetros, pero no es consciente de la distancia. Solo nota un dolor sordo en las piernas, en la espalda y en la boca del estómago. Tiene hambre. Mucha hambre.

El olor se le cuela por la nariz y tira de ella, como si estuviera atada a una cuerda. No tiene fuerzas para resistirse a esa llamada, aunque se siente como si tuviera los pies en carne viva. Está rodeada de gente que camina con prisa. Le da vergüenza que la vean, pero en realidad los demás la ignoran, pasan a su lado mientras ella se tambalea. Otra borracha más.

Se enfada con ellos por dar por sentado que tiene esa debilidad. Quiere pegarles, hacerles daño, dejarlos en evidencia y demostrarles lo estúpidos y mezquinos que son. Pero las voces la tranquilizan, se llevan su rabia y le dicen que la reserve para más tarde. No pregunta qué significa «más tarde», se limita a caminar hacia el olor.

Es como un sueño. Salta de una imagen congelada a otra sin el aburrido movimiento que las separa. Está en una calle muy concurrida; está en un callejón tranquilo; está delante de una casa grande un poco retirada de la acera; está dentro de la casa.

Él la ve allí de pie, se vuelve hacia ella. Es viejo, pero se mueve con agilidad al dirigirse hacia ella. Entonces él la mira a los ojos, y ella tiene la sensación de que algo se ha muerto en su interior. La postura arrogante del hombre despierta su rabia una vez más. Las voces que susurran se agolpan de nuevo en su mente, como una furia tumultuosa. Los recuerdos ocultos durante toda una vida florecen como flores negras, fétidas y podridas. Hombres sudorosos que la embisten una y otra vez, el dolor que la envuelve. Que se acabe. Dios, por favor, que se acabe. Pero no se acaba nunca. Sigue y sigue, noche tras noche tras noche. Le hicieron cosas. Él le hizo cosas. De eso está completamente segura, aunque haya olvidado todo lo demás en su vida.

Nota algo frío, duro y afilado en la mano. No tiene ni idea de cómo ha llegado hasta allí, ni siquiera sabe dónde está ni quién es. Pero sí sabe por qué ha ido hasta allí, sí sabe lo que tiene que hacer.