12

ANIVERSARIO

Abby

Gotas de agua sobre mi piel se mezclan con la crema solar y magnifican la textura de mi estómago bronceado. El sol nos golpea, a nosotros y a todo el mundo en la playa, y hace bailar al calor en ondas sobre la arena entre los tramos de toallas de colores llamativos.

—Señorita —dijo el camarero agachándose con dos bebidas. El sudor resbalaba por su piel oscura, pero sonreía—, ¿lo cargamos a la cuenta de su habitación?

—Sí, gracias —dije cogiendo mi margarita de fresa helado y firmando el recibo.

America cogió el suyo y removió el hielo con la diminuta pajita.

—Esto-es-el-paraíso.

Todos merecíamos un poco de paraíso para recuperarnos del último año. Tras asistir a decenas de funerales y ayudar a Travis a lidiar con su sentimiento de culpa, nos enfrentamos a más preguntas de la policía. Los estudiantes presentes en la pelea no mencionaron a Travis al hablar con las autoridades, pero se corrió el rumor y las familias tardaron mucho en conformarse con la detención de Adam.

Me costó un montón convencer a Travis de que no se entregara. Creo que lo único que le detuvo fue que le rogara que no me dejara sola y saber que acusarían a Trent por entorpecer la investigación. Los primeros seis meses de matrimonio no fueron nada fáciles y pasamos largas noches discutiendo sobre lo que debíamos hacer. Tal vez estuviera mal intentar que Travis no fuera a la cárcel, pero me daba igual. No creía que tuviera más responsabilidad que ninguna de las personas que eligieron estar en aquel sótano aquella noche. Nunca me arrepentiría de mi decisión, como nunca me arrepentiría de mirar a los ojos a ese inspector y mentirle para salvar a mi marido.

—Sí —dije viendo cómo el agua reptaba por la arena para luego retirarse—. Tenemos que agradecérselo a Travis. Ha estado en el gimnasio con todos los clientes que ha podido meter en sus clases seis días a la semana desde las cinco hasta las diez de la noche. Todo esto ha sido cosa suya. Lo que está claro es que el dinero de mis clases no nos ha traído hasta aquí.

—¿Agradecérselo? Cuando me prometió una boda de verdad, no sabía que se refería a un año más tarde.

—America —la regañé volviéndome hacia ella—, ¿cómo puedes ser tan mimada? Estamos en una playa bebiendo margaritas helados en Saint Thomas.

—Supongo que me estaba dando tiempo para planear tu despedida de soltera y la renovación de vuestros votos —dijo dando un sorbo.

Sonreí y me volví hacia ella.

—Gracias. De verdad. Esta es la mejor despedida de soltera de la historia.

Harmony se acercó y se sentó en la tumbona al otro lado, con su pelo castaño cortito como un duende brillando al sol. Se sacudió el agua salada de forma que se le quedara despeinado.

—¡Qué caliente está el agua! —exclamó poniéndose sus enormes gafas de sol—. Hay un tío ahí enseñando a unos niños a hacer windsurf. Está demasiado bueno.

—Tal vez podrías convencerle de que nos haga de estríper más tarde —dijo America con gesto serio.

Kara frunció el ceño.

—America, no. Travis se pondría furioso. En realidad Abby no está soltera, ¿recuerdas?

America se encogió de hombros y dejó que sus ojos se cerraran tras las gafas de sol. Aunque Kara y yo nos habíamos hecho íntimas desde que me fui de casa, ella y America aún no se llevaban demasiado bien. Probablemente porque ambas decían exactamente lo que pensaban.

—Le podemos echar la culpa a Harmony —dijo America—. Travis no se puede cabrear con ella. Siempre estará en deuda con Harmony por haberle dejado entrar en el Morgan Hall la noche que habíais discutido.

—Eso no significa que quiera convertirme en el foco del odio de un Maddox —dijo Harmony estremeciéndose.

Me reí de su ocurrencia.

—Ya sabes que no ha tenido ningún pronto en mucho tiempo. Ahora ya tiene su ira dominada.

Ese semestre, Harmony y yo íbamos a dos clases juntas. Cuando la invité al apartamento a estudiar, Travis vio que era la chica que le había dejado entrar en nuestro colegio mayor. Su hermano era miembro de la fraternidad Sigma Tau, igual que Travis, y por esa razón era una de las pocas chicas guapas del campus con las que Travis no se había acostado.

—Travis y Shepley llegarán mañana por la tarde —recordó America—. Tenemos que corrernos una juerga esta noche. ¡No irás a creer que Travis está en casa sin hacer nada! Vamos a salir por ahí y nos lo pasaremos de puta madre, lo quieras o no.

—Está bien —asentí—, pero nada de estríperes. Y no hasta demasiado tarde. En esta boda sí va a haber público y no quiero estar resacosa.

Harmony levantó la banderita que había junto a su tumbona y casi de inmediato apareció un camarero.

—¿En qué puedo ayudarla, señorita?

—Una piña colada, por favor.

—Por supuesto —dijo antes de retirarse.

—Qué pijo es este sitio —comentó America.

—¿Y todavía te preguntas por qué hemos tardado un año en ahorrar para esto?

—Tienes razón, no debería haber dicho nada. Trav quería que tuvieras lo mejor. Lo pillo. Y ha sido un detalle que mi madre y mi padre me pagaran el billete, porque sin eso no podría haber venido ni de coña.

Solté una risilla.

—Me prometiste que sería dama de honor y hacer todo lo que perdí por tu culpa el año pasado. Me tomo que hayan pagado el viaje como vuestro regalo de boda y de aniversario y además mi regalo de cumple, todo en uno. Si quieres saber mi opinión, les ha salido barato.

—Aun así, es demasiado.

—Abby, te quieren como a una hija. Mi padre está emocionado con la idea de llevarte al altar. Déjales que hagan esto sin fastidiarles su buena intención —declaró America.

Sonreí. Mark y Pam me trataban como si fuera de la familia. Después de que mi padre se metiera en una situación peligrosa el año anterior, Mark creyó que yo necesitaba una nueva figura paterna y se propuso él mismo para desempeñar ese papel. Si necesitaba ayuda con las clases o con los libros o me hacía falta una aspiradora nueva, Mark y Pam se presentaban en mi puerta. Ayudándome, también tenían una excusa para venir a visitarnos a America y a mí y, evidentemente, eso era lo que más disfrutaban.

Ahora no solo tenía al rebelde clan de los Maddox como familia, sino también a Mark y a Pam. Había pasado de no tener a nadie a pertenecer a dos familias maravillosas, que eran increíblemente importantes para mí. Al principio me angustiaba, porque nunca había tenido tanto que perder. Pero con el tiempo comprendí que mi nueva familia no iría a ninguna parte y aprendí que podía sacar muchas cosas buenas de la desgracia.

—Lo siento. Intentaré aceptarlo como una buena chica.

—Gracias.

—¡Gracias! —exclamó Harmony cogiendo su copa de la bandeja. Firmó el recibo y empezó a beber el cóctel de fruta—. ¡Estoy tan emocionada de haber venido a esta boda!

—Yo también —declaró America mirándome.

Casi no me había perdonado que me hubiera casado sin invitarla. Lo cierto es que esperaba que ella nunca me hiciera lo mismo, pero el matrimonio aún le quedaba muy lejos.

Shepley y ella pensaron en buscar casa juntos, pero al final decidieron que, aunque siempre estaban el uno con el otro, America debería quedarse en Morgan y que Shepley se instalaría en Helms, un colegio mayor masculino. A Mark y Pam les gustaba más así. Querían mucho a Shepley, pero les preocupaba que el estrés de las facturas y los trabajos de la vida real distrajeran a Shepley y America de sus estudios. A America ya le costaba, incluso estando en el colegio mayor.

—Solo espero que vaya bien. Odio la idea de estar ahí delante con toda esa gente mirándonos.

America suspiró con una sonrisa.

—Elvis no está invitado, pero estoy segura de que, aun así, será preciosa.

—Aún no me puedo creer que Elvis estuviera en tu boda —comentó Harmony entre risillas.

—No el Elvis muerto —aclaró Kara impávida.

—Esta vez no está invitado —dije mientras observaba a los niños de las clases celebrar que ya hacían windsurf solos.

—¿Cómo fue casaros en Las Vegas? —preguntó Harmony.

—Fue… —dije recordando el momento en que nos fuimos, casi un año antes— estresante y aterrador. Estaba asustada. Lloré. Fue casi perfecto.

La expresión de Harmony era una mezcla de repulsión y sorpresa.

—Eso parece.

Travis

—Que te jodan —dije cabreado.

—¡Ah, venga! —contestó Shepley temblando de la risa—. Antes me decías que yo era «la nenaza».

—Insisto: que te jodan.

Shepley apagó el motor. Había aparcado el Charger en el extremo del aparcamiento de Cherry Papa’s, hogar de las estríperes más gordas y sucias de la ciudad.

—Que no te vas a llevar a una a casa.

—Se lo prometí a Paloma: nada de estriptis.

—Y yo te prometí una despedida de soltero.

—Tío, vámonos a casa. Estoy a reventar y mañana por la mañana tenemos que coger un avión.

Shepley frunció el ceño.

—Las chicas se han pasado todo el día tiradas en una playa en Saint Thomas y ahora probablemente estén de fiesta en una discoteca.

Negué con la cabeza.

—Abby y yo no vamos a discotecas sin el otro. Ella no lo haría.

—Lo hará si lo organiza America.

Volví a negar con la cabeza.

—Que no lo hará, joder. No voy a entrar en un club de estríperes, así que piensa en otra cosa o llévame a casa.

Shepley suspiró y entornó los ojos.

—¿Y ese?

Entonces seguí la línea de su mirada hasta el edificio siguiente.

—¿Un hotel? Shep, te quiero, tío, pero no es una despedida de verdad. Estoy casado. Y aunque no lo estuviera, no me acostaría contigo.

Shepley negó con la cabeza.

—Ahí dentro hay un bar. No es una discoteca. ¿Está eso permitido dentro de la larga lista de reglas del matrimonio?

Fruncí el ceño.

—Simplemente respeto a mi mujer. Y sí, capullo, podemos entrar ahí.

—¡Genial! —exclamó frotándose las manos.

Cruzamos la calle y Shepley abrió la puerta. Estaba completamente oscuro.

—Eh… —empecé a decir.

De repente se encendieron las luces. Los gemelos, Taylor y Tyler, me tiraron confeti a la cara, la música empezó a sonar a todo volumen y descubrí la imagen más dantesca que jamás he visto: Trenton con un tanga de tío cubierto de kilos y kilos de purpurina. Llevaba una peluca rubia barata y Cami le jaleaba partiéndose de risa.

Shepley me empujó hacia dentro. Mi padre estaba en el otro extremo del local, al lado de Thomas. Los dos estaban negando con la cabeza. Mi tío Jack estaba al otro lado de Thomas y el resto del local estaba lleno de compañeros de Sigma Tau y del equipo de fútbol.

—Te advertí que nada de estriptis —murmuré boquiabierto viendo a Trenton bailar un tema de Britney Spears por todo el local.

Shepley soltó una carcajada.

—Lo sé, hermano, pero me parece que el estriptis ha tenido lugar antes de que llegáramos.

Qué desastre. Mi cara se contrajo de asco al ver a Trent arrimarse y restregarse con la gente por todo el local, aunque no quería mirar. Todos le jaleaban. El techo estaba decorado con recortes en forma de tetas colgando y hasta había una tarta con forma de tetas sobre la mesa al lado de mi padre. Había estado en varias despedidas de soltero, pero esta tenía que llevarse algún premio a la más friki.

—¡Eh! —dijo Trenton, sudoroso y sin respiración. Se quitó un par de mechones de pelo falso de la cara.

—¿Has perdido alguna apuesta? —pregunté.

—Ya que lo dices, sí.

Taylor y Tyler estaban al otro lado del local golpeándose las rodillas y riéndose tanto que apenas podían respirar.

Le di una palmada en el culo a Trenton.

—Estás buenorro, hermanito.

—Gracias —dijo.

La música volvió a sonar y movió las caderas hacia mí. Le aparté y con la misma resolución se puso a bailar por todo el local animando a la gente.

Miré a Shepley.

—Me muero por ver cómo explicas todo esto a Abby.

Sonrió.

—Es tu mujer. Hazlo tú.

Durante las siguientes cuatro horas, estuvimos bebiendo, hablando y viendo cómo Trenton hacía el más absoluto ridículo. Como era de esperar, mi padre se retiró pronto. Él y el resto de mis hermanos tenían que coger un avión: a la mañana siguiente todos volaríamos a Saint Thomas para celebrar la renovación de nuestros votos.

En los últimos doce meses, Abby había estado dando clases particulares mientras yo hacía entrenamientos personales en el gimnasio. Habíamos conseguido ahorrar un poco —después de pagar las tasas de la universidad, el alquiler, los plazos del coche— para volar a Saint Thomas y pasar unos días en un buen hotel. Podíamos haber gastado el dinero en muchas otras cosas, pero America no dejaba de hablar de ello y no pudimos evitarlo. Cuando sus padres nos dieron el regalo de boda-cumpleaños de America-aniversario, tratamos de decir que no, pero America insistió.

—Venga, tíos. Me va a doler todo por la mañana si no me retiro ya.

Todo el mundo gruñó y me increpó con palabras como «nenaza» o «rajado», pero la verdad es que ya estaban acostumbrados a la nueva versión más mansa de Travis Maddox. Llevaba casi un año sin dar un puñetazo a nadie.

Bostecé y Shepley me dio con el puño en el hombro.

—Vamos.

Condujimos en silencio. No sé lo que pensaba Shepley, pero me moría de ganas de ver a mi mujer. Se había marchado el día anterior y era la primera vez que nos separábamos desde la boda.

Shepley aparcó delante del apartamento y paró el motor.

—Entrega a domicilio, mamón.

—Admítelo: lo echas de menos.

—¿El apartamento? Sí, un poco. Pero echo más de menos verte luchar y ganar mogollón de dinero.

—Sí, a veces yo también. Te veo mañana.

—Te recojo aquí a las seis y media.

—Hasta luego.

Shepley se marchó y subí lentamente la escalera buscando las llaves del apartamento. Odiaba volver a casa cuando Abby no estaba. Desde que nos conocíamos no había sensación peor que esa y ahora era incluso más deprimente, porque ya ni siquiera estaban Shepley y America para molestarme.

Metí la llave y abrí la puerta, la cerré con cerrojo tras de mí y lancé mi cartera sobre la encimera. Ya había llevado a Toto a la guarde de perros para que le cuidaran mientras estábamos fuera. Había demasiado silencio. Suspiré. La casa había cambiado mucho en el último año. Los pósteres y carteles de bar ya no estaban y en su lugar había fotos de nosotros dos y varios cuadros. Ya no era un piso de soltero, pero el cambio era para bien.

Entré en mi dormitorio, me desvestí y me quedé solo con los bóxer de Calvin Klein. Me metí en la cama bajo el edredón de flores azul y verde, otro detalle que nunca se habría visto en esta casa de no haberle metido mano Abby. Cogí su almohada y apoyé la cabeza sobre ella. Olía a Abby.

El reloj marcaba las dos de la madrugada. En doce horas estaría con ella.