—¿Cuál es la herida que le duele más?
—Ah… ah… ah…
—No hable, Arregui… si le duele tanto.
—Po… por a… cá…
—Tiene quemaduras de tercer grado, qué animales.
—Ah… ay, no… por favor…
—¿Y cuántos días lo tuvieron sin comer?
—T… tr… tres…
—Qué bestias…
—Escuche… no vaya a decir nada, prométame.
—…
—Mueva la cabeza si quiere o no. Porque lo que le han hecho es una brutalidad, y va a sufrir mucho unos cuantos días. … Escúcheme, voy a aprovechar que no hay nadie en primeros auxilios y le doy morfina, así descansa. Si está de acuerdo mueva la cabeza. Pero nunca lo vaya a contar, porque me echan a la calle.
—…
—Bueno, en un minuto se le va a pasar.
—…
—Así, un pinchacito de nada, y se va a aliviar.
—…
—Cuente hasta cuarenta.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince.
—Los golpes que le han dado son de no creer. Y la quemadura en la ingle… Va a tardar semanas en cicatrizar. Pero usted no vaya a contar esto porque estoy listo. Ya mañana le va a doler menos.
—… veintinueve, treinta, treinta y uno, treinta y dos, treinta y… tres treinta y… ¿qué número sigue?, ya no se oye ninguna pisada, ¿será posible que no me sigan más?, está tan oscuro que si no juera por usted que sabe el camino y va adelante, yo no avanzaría, de miedo a caerme en algún pozo, ¿y cómo es posible que haya recorrido tanto trecho si estoy agotado, sin comer?, y si de a ratos me quedo dormido, ¿cómo es posible que camine y no me caiga?, «no tengas miedo, Valentín, el enfermero es buena persona y te va a cuidar», Marta…, ¿dónde estás?, ¿cuándo llegaste?, yo no puedo abrir los ojos porque estoy dormido, pero por favor acercate a mí, Marta… no dejes de hablarme, ¿no me podrías tocar?, «no tengas miedo, te estoy escuchando, pero todo con una condición, Valentín», ¿cuál?, «que no me escondas nada de lo que pienses, porque en ese momento, aunque te quiera oír ya no voy a poder», ¿no nos oye nadie?, «nadie», Marta, he estado muy mal…, «quiero saber como estás ahora», ¿y no habrá alguien escuchando, alguien esperando que delate a mis compañeros?, «no», Marta querida, te oigo hablar adentro mío, «porque estoy adentro tuyo», ¿es cierto?, ¿y así va a ser siempre? «no, eso será mientras yo no tenga secretos para vos, como vos no los vas a tener para mí», entonces te cuento todo, porque este enfermero tan bueno me está llevando por un túnel larguísimo hasta una salida, «¿está muy oscuro?», sí, él me dijo que al fondo se ve una luz, muy lejos, pero yo no sé si es cierto porque estoy dormido y por más que me esfuerce no puedo abrir los ojos, «¿en qué pensás en este momento?», tengo tan pesados los párpados que me es imposible abrirlos, tengo tanto sueño, «yo oigo correr agua, ¿y vos?», el agua que corre entre piedras siempre es limpia y si pudiera alcanzar con la mano hasta donde corre el agua, me mojaría la punta de los dedos y después las pestañas para despegarlas, pero tengo miedo, Marta, «tenés miedo de despertarte y estar en la celda», ¿entonces no es cierto que alguien me va a ayudar a escaparme?, no me acuerdo, pero este calorcito que estoy empezando a sentir en las manos y la cara es como el que da el sol, «es posible que se esté haciendo de día», no sé si el agua está limpia, ¿me animo a tomar un sorbo?, «siguiendo la dirección del agua seguramente se podrá llegar hasta donde desemboca», es verdad, pero me parece que es un desierto lo que estoy viendo, no hay árboles, ni casas, nada más que los médanos que siguen y siguen hasta donde me llega la vista, «¿en vez de desierto, no será mar?», sí, es mar, y hay un trecho de playa muy caliente, tengo que correr para no quemarme la planta de los pies, «¿qué más estás viendo?», ni de un lado de la costa ni del otro se ve el velero pintado en cartón, «¿y qué se oye?», nada, no se oyen maracas, el ruido de las olas y nada más, a veces son olas más grandes que rompen con fuerza y llegan hasta cerca de donde empiezan las palmeras, Marta… me parece que cayó una flor en la arena, «¿una orquídea salvaje?», si las olas llegan se la van a llevar mar adentro, ¿y cómo es posible que el viento se la lleve justo en el momento en que yo iba a agarrarla?, y la lleva hasta mar adentro, y no importa que desaparezca debajo del agua porque sé bucear y me zambullo, pero en el mismo lugar donde yo estoy seguro de que cayó la flor… lo que se ve ahora es una mujer, una nativa, podría alcanzarla si ella no se me escapara nadando tan rápido, no la alcanzo, Marta, y es imposible gritarle debajo del agua y decirle que no tenga miedo, «debajo del agua se oye lo que se piensa», me mira sin miedo, se ha atado al pecho una camisa de hombre, pero ya estoy tan cansado, no tengo más oxígeno en los pulmones después de nadar debajo del agua, pero Marta, la nativa me toma la mano y me lleva hasta la superficie, se lleva un dedo a los labios en señal de que no le hable, los nudos mojados atados tan fuerte que no puede deshacerlos si no es con mi ayuda y mientras desato los nudos ella mira para otro lado, …yo no me acordaba que estaba desnudo y la estoy rozando, la isleña roja de vergüenza se abraza a mí, mi mano está caliente y la tocay la seca, le toco la cara, el pelo largo hasta la cintura, las nalgas, el ombligo, los senos, los hombros, la espalda, el vientre, las piernas, los pies, otra vez el vientre, «¿puedo pedirte que pienses que ella soy yo?», sí, «pero a ella no le digas nada, no le hagas el menor reproche, dejala que crea que soy yo, aunque falle en algo», con un dedo en los labios la nativa me hace seña de que no diga nada, pero a vos Marta yo te cuento todo, que siento lo mismo que sentía con vos, porque estás conmigo, y que ya pronto me sale un chorro blanco y caliente de adentro, la voy a inundar, ay, Marta, qué felicidad, yo te cuento todo así no te vas, para que estés conmigo en todo momento, sobre todo ahora, en este instante, ¡que no se te ocurra irte en este preciso instante!, el más lindo de todos, ya, sí, no te muevas, callada es mejor, ya, ya, y después, al rato, también te cuento que la nativa cierra los ojos porque tiene sueño, quiere descansar, y si yo cierro los ojos quién sabe cuándo los volveré a abrir, los párpados me pesan tanto, si se hace de noche no me voy a dar cuenta porque estoy con los ojos cerrados, «¿y no tenés frío?, es de noche y estás durmiendo destapado, el aire del mar está fresco, ¿no sentiste frío en toda la noche?, tenés que contarme», no, no sentí frío, mi espalda toca esta sábana tan lisa y tibia sobre la que dormí todas las noches desde que llegué a la isla, y no sé cómo explicarte, mi amor, pero la sábana me parece… que es en realidad una piel muy suave y tibia, de mujer, y no se ve más nada en este lugar que esa piel que llega hasta donde la vista me alcanza, no se ve más que la piel de mujer acostada, soy como un granito de maíz en la palma de su mano, ella está acostada en el mar y levanta la mano y desde aquí arriba puedo ver que esta isla es una mujer, «¿la nativa?», la cara no alcanzo a verla, está allá lejos, «¿y el mar?», como siempre, voy nadando debajo del agua y no se ve el fondo de tan profundo que es pero debajo del agua mi madre oye todo lo que pienso y estamos hablando, ¿querés que te cuente lo que me pregunta?, «sí», bueno… me pregunta si es cierto todo eso que sacaron los diarios, que murió mi compañero de celda, en un tiroteo, y si fué culpa mía, y si no me da vergüenza de haberle traído tanta mala suerte, «¿qué le contestaste?», que fue culpa mía, y que estoy muy triste, pero que no hay que ponerse triste porque el único que sabe es él, si estaba triste o estaba contento de morirse así, sacrificándose por una causa buena, eso solamente lo habrá sabido él, y ojalá, Marta, de veras lo deseo con toda mi alma, ojalá se haya muerto contento, «¿por una causa buena?, uhmm… yo creo que se dejó matar porque así se moría como la heroína de una película, y nada de eso de una causa buena», eso lo sabrá él sólo, y hasta es posible que ni él lo sepa, pero yo en la celda no puedo dormir porque él me acostumbró a contarme todas las noches películas, como un arrorró, y si alguna vez salgo en libertad no lo voy a poder llamar e invitarlo a una cena, él que me invitó tantas veces, «¿y en este momento qué es lo que más te gustaría comer?», voy nadando con la cabeza afuera del agua así no pierdo de vista la costa de la isla, y estoy muy cansado al llegar a la arena, no quema más porque el sol ya no está tan fuerte y antes que se haga de noche tengo que buscar alguna fruta en la selva, no sabés qué linda es esta mezcla de palmas, de lianas, a la noche está todo plateado, porque la película es en blanco y negro, «¿y la música de fondo?», maracas muy suaves, y tambores, «¿no será una señal de peligro?», no, es música que anuncia, al iluminarse un foco muy fuerte, la aparición de una mujer muy rara, con vestido largo que brilla, «¿de lamé plateado, que le ajusta la figura como una vaina?», sí, «¿y la cara?», tiene una máscara, también plateada, pero… pobrecita… no puede moverse, ahí en lo más espeso de la selva está atrapada, en una tela de araña, o no, la telaraña le crece del cuerpo de ella misma, de la cintura y las caderas le salen los hilos, es parte del cuerpo de ella, unos hilos peludos como sogas que me dan mucho asco, aunque tal vez acariciándolos sean tan suaves como quien sabe qué, pero me da impresión tocarlos, «¿no habla?», no, está llorando, o no, está sonriendo pero le resbala una lágrima por la máscara, «¿una lágrima que brilla como un diamante?», sí, y yo le pregunto por qué es que llora y en un primer plano que ocupa toda la pantalla al final de la película ella me contesta que es eso lo que no se sabe, porque es un final enigmático, y yo le contesto que está bien así, que es lo mejor de la película porque significa que… y ahí ella no me dejó seguir, me dijo que yo quería encontrarle explicación a todo, y que en realidad hablaba yo de hambre, aunque no me animase a admitirlo, y me miraba, pero cada vez más triste, y le caían más lágrimas, «más diamantes», y yo no sabía qué hacer para quitarle la tristeza, «yo sé lo que le hiciste, y no estoy celosa, porque nunca más la vas a ver en la vida», es que ella estaba muy triste, ¿no te das cuenta? «pero te gustó, y eso no tendría que perdonártelo» pero nunca más la voy a ver en la vida, «¿y es cierto que tenés mucho hambre?», sí, es cierto, y la mujer-araña me señaló con el dedo un camino en la selva, y ahora no sé por dónde empezar a comer tantas cosas que me encontré, «¿son muy sabrosas?», sí, una pata de pollo al espiedo, galletitas con pedazos grandes de queso fresco y rodajas arrolladas de jamón cocido, y un pedazo tan rico de fruta abrillantada, de zapallo, y con una cuchara al final me como todo el dulce de leche que quiero, sin miedo de que se termine porque hay mucho, y me está viniendo tanto sueño, Marta, no te podés imaginar qué ganas tengo de dormir después de comer todo lo que me encontré gracias a la mujer-araña, y después de que me coma una cucharada más de dulce de leche y después de dormir… «¿ya te querés despertar?», no, mucho mucho más tarde, porque de tanto comer estas cosas ricas me ha venido un sueño muy pesado, y voy a seguir hablando con vos en el sueño, ¿será posible?, «sí, éste es un sueño y estamos hablando, así que después también, no tengas miedo, creo que ya nadie nos va a poder separar, porque nos hemos dado cuenta de lo más difícil», ¿qué es lo más difícil de darse cuenta?, «que vivo adentro de tu pensamiento y así te voy a acompañar siempre, nunca vas a estar solo», claro que sí, eso es lo que nunca me tengo que olvidar, si los dos pensamos igual vamos a estar juntos, aunque no te pueda ver, «eso es», entonces cuando me despierte en la isla te vas a ir conmigo, «¿no querés quedarte para siempre en un lugar tan lindo?», no, ya está bien así, basta de descanso, una vez que me coma todo y después de dormir ya voy a estar fuerte otra vez, que me esperan mis compañeros para empezar la lucha de siempre, «eso es lo único que no quiero saber, el nombre de tus compañeros», ¡Marta, ay cuánto le quiero!, eso era lo único que no te podía decir, yo tenía miedo de que me lo preguntaras y de ese modo sí te iba a perder para siempre, «no, mi Valentín querido, eso no sucederá, porque este sueño es corto pero es feliz».