4. COMIENZOS

Bueno, y aquí quedamos. Solo me resta narrar un episodio al que me he referido al principio de esta historia.

Pero ¿contiene un significado o no?

Si las cosas son como yo creo, toda la vida de Celia quedó concentrada en aquel momento, en el que yo me despedía de ella.

Poco antes de la hora, estaba profundamente dormida. Me costó mucho que se despertara y lograr que se vistiese. Yo deseaba que abandonara la isla cuanto antes.

Parecía una niña adormecida: obediente, dulce y como atontada.

Acaso me equivocara; pero pensé que el peor momento del peligro había quedado atrás.

Sin embargo, ya en el barco, cuando le decía adiós, pareció despertarse. Por su expresión se hubiese dicho que me veía por primera vez.

—Ni siquiera sé su nombre… —me dijo.

—No importa —repuse—. Pronto lo olvidaría. Apenas soy un apreciado pintor de retratos. Mejor dicho, lo era.

—¿Ya no?

—No. Tuve mala suerte en la guerra.

—¿Qué le sucedió?

—Esto.

Y le mostré el muñón que llevaba donde en un tiempo tenía una mano.

Sonó la campana y hube de correr…

Solo tuve una impresión… Aunque muy clara.

Horror… y luego, alivio.

Pero la palabra alivio no es suficiente. Era algo más que alivio. Liberación sería un término más adecuado.

El hombre del fusil estaba allí de nuevo, saben ustedes, su símbolo del miedo…

El hombre del fusil la había perseguido durante todos aquellos años…

Y ahora, por fin, le había visto de frente…

Para comprender que solo era un ser humano.

Era yo…

Así he visto yo las cosas.

Creo firmemente que Celia terminó por volver al mundo para empezar una nueva vida…

Volvió teniendo ya treinta y nueve años. Volvió para ser por fin adulta…

Y me dejó su historia y sus terrores…

Ignoro dónde fue. Ni siquiera sé su nombre. Si la he llamado Celia es porque me parece que le va bien. Podría saber su nombre completo. Con ir a su hotel y preguntarlo… Pero eso es algo que no puedo hacer… Supongo que nunca más la volveré a ver…