2. REFLEXIÓN

Dermot contrajo matrimonio con Marjorie pocos días después de quedar firme la sentencia de divorcio.

La actitud de Celia, con respecto a la otra mujer, era curiosa y extraña. Apenas se había referido a ella al narrarme los hechos, como si la otra fuese algo incorporal. Nunca sostuvo que Dermot hubiera sido arrastrado por debilidad, aunque éste sea el argumento más frecuente de las mujeres en su situación.

Contestó mi pregunta de inmediato y con total franqueza.

—No creo que haya sido… arrastrado, no. ¿Marjorie? ¿Qué es lo que pienso de ella? Pues no lo sé. No recuerdo nada sobre ella. No era Marjorie la que importaba, sino Dermot. Dermot y yo. Fueron sus crueldades para conmigo las que me importaban y lo que no podía soportar…

Así fue, creo yo, cómo pude ver lo que aparentemente Celia nunca había visto hasta entonces. Era una mujer sustancialmente tierna ante el sufrimiento ajeno. En cambio, si Dermot hubiese llevado en su sombrero una mariposa, aún viva, clavada con un alfiler, nunca se hubiera sentido afectado. Tal vez se hubiera hecho a la idea de que a la mariposa le gustaba verse tratada de aquel modo.

Tal fue la actitud que tomó con Celia. Sentía cariño por su mujer, pero deseaba a Marjorie. Esencialmente era un hombre de principios y, por lo mismo, necesitaba casarse con Marjorie. En consecuencia, Celia debía hacerse a un lado. Sus principios le inspiraron la idea de que Celia debía comprender las cosas y de que ella también debía sacar partido de las mismas, alegremente. Al notar que no era así, su ira creció. Y al considerar que había tratado inútilmente de que Celia no sufriera, la hirió más y más, hasta ser absurdamente brutal. Puedo comprenderlo… Casi llego a justificarlo.

Si hubiese llegado a advertir que se estaba comportando cruelmente desde el principio, no la habría hecho sufrir tanto… Como todo hombre toscamente honesto, se mintió a sí mismo. Creía ser un individuo más decente y bondadoso de lo que en realidad era.

Deseaba a Marjorie y tenía que apoderarse de ella, puesto que estaba acostumbrado a conseguir lo que buscaba. La vida con Celia no le sirvió precisamente para mejorar ese aspecto de su personalidad.

Creo que amó a Celia por su belleza y solo por eso…

Ella, a su vez, le amó constantemente… para siempre. Dermot estaba, como ella misma lo ha dicho, en su propia sangre…

Por eso se pegó a él como la hiedra. Y Dermot no era la clase de hombres que aceptan que los demás, aun se trate de seres queridos, dependan de él. Por otra parte, Celia tenía muy poca malicia. Lo cual es algo que no resulta conveniente en el trato con los hombres.

Su madre, en cambio, sí que la tenía. Por mucho que hubiese amado a su John, no creo que éste las tuviera todas consigo. Ella le adoraba, sin duda; pero también le sometió seguramente a pruebas. Hay un animal dentro de cada hombre que desea ser maltratado…

Miriam tenía algo que le faltaba a Celia. Eso que vulgarmente se llama empuje, supongo…

Cuando Celia decidió presentar batalla a Dermot, ya era tarde…

Admitió mucho más tarde que había cambiado su opinión sobre Dermot. Fue cuando su súbita y aparentemente injustificada crueldad dejó de asombrarla.

—Al principio —me dijo— me parecía como si siempre le hubiese amado, como si siempre hubiera hecho cuanto él quería. Hasta que cuando le necesité, porque mi vida se había complicado, pude ver que, de pronto, me abandonaba para apuñalarme por la espalda. Se lo digo en términos de crónica policial, pero la frase expresa lo que sentí.

»La Biblia tiene una referencia que se puede aplicar al caso —siguió—. Creo que dice así: «Pues no es un declarado enemigo quien me ha causado este deshonor. En tal caso, lo hubiese podido enfrentar… Quien me lo causó fuiste tú, mi compañero, mi guía y mi propio y familiar amigo». Fue aquello lo que más me hirió: el hecho de que el culpable del daño fuera mi «propio y familiar amigo».

»Si Dermot podía ser traidor, nadie podía dejar de serlo eventualmente en el mundo, de modo que el mundo entero se tornó inseguro para mí. En el futuro, ya no podría confiar en nada ni en nadie…

»Es algo tremendamente aterrador. No puede usted imaginarse lo aterradora que resulta tal idea. La seguridad era, de repente, algo que ya no existía.

»Veía al hombre del fusil por doquier…

»Claro que la culpa era mía. Confié en Dermot demasiado. No es posible confiar en alguien hasta este punto. Ni siquiera puede considerarse justo.

»Durante todos estos años, mientras Judy crecía, tuve tiempo de pensar… He pensado mucho, sí… Para llegar a la conclusión de que era una tonta. Éste fue mi problema. He sido estúpida y arrogante también.

»Amé a Dermot y no supe conservarle. Tenía que haberme dado cuenta de lo que él quería y deseaba, para mostrarme a la altura de lo que él esperaba de mí. Tenía que haber comprendido (como muchas veces me lo dije luego) que él ansiaba un cambio. Mamá me solía repetir que no me alejara de él, que no le dejara solo… Pero le dejé solo. Tan arrogante fue mi actitud que nunca me pasó por la cabeza que pudiera ser suplantada por otra y esto fue lo que, en realidad, sucedió. Tan segura estaba de que yo era la persona que él amaba y que siempre amaría… Como le he dicho, hoy creo que no es justo confiar tanto en las personas… colocarlas muy alto, en pedestales, nada más que porque una desea verlas allá arriba. No supe ver a Dermot objetivamente y con claridad… Pude haberlo visto así; pero era demasiado engreída para adoptar tal actitud.

»Lo que sucedía a otras mujeres no tenía por qué sucederme a mí… Fui muy tonta.

»Por eso, actualmente, no echo las culpas a Dermot. Simplemente, así era él. Esto es algo que yo debía haber sabido desde el principio, para no ser tan complaciente, para no haberme sentido tan orgullosa. Si hay algo en la vida que te importe sobre todas las cosas, es preciso que te muestres muy astuta, muy vigilante…

»Y esto fue lo que no supe comprender. No fui astuta…

»La mía es una historia vulgar. Ahora lo comprendo muy bien. Basta echar un vistazo a los periódicos, especialmente a las ediciones dominicales, para darse cuenta de ello. Esas mujeres que meten la cabeza en el horno del gas o ingieren un tubo de barbitúricos, hubiesen contado historias diversas, pero en el fondo todas similares. Así es el mundo, realmente. Está lleno de crueldad y de dolor por culpa de la abundancia de tontos.

»Fui tonta y torpe. Viví en un mundo propio y personal. Sí… fui muy tonta…