UNA AVENTURA A LA LUZ DE LA LUNA
Rory y Sheila se excitaron mucho al saber que iban a ver a Sacolín a la luz de la luna.
—¿Qué amigos irán a visitarle a la luz de la luna? —dijo Sheila—. ¿Tal vez las zorras… o las nutrias?
—Puede que los tejones —exclamó Rory—. Mira…, Sheila, aquí en este libro de Benjy hay un dibujo de un tejón. ¿Verdad que es un animal muy curioso?
Todos los niños miraron el dibujo.
—Tiene una cara muy graciosa —dijo Rory—. Rayada en blanco y negro… muy fácil de ver. ¡Si saliera por la noche podría verle a un kilómetro de distancia, de haber luna!
Tía Bess no quiso dejar ir a los niños hasta que llegó una noche verdaderamente cálida. La luna brillaba con fuerza llenando el campo de luz. Los tres niños estaban muy excitados y Penny, triste.
—Bueno, Penny, no olvides que tienes una auténtica piel de serpiente —le dijo Benjy—. ¡Eso debiera compensarte de todo!
Penny se animó. No era probable que aquella noche los otros vieran despojarse de su piel a una serpiente… y de todas formas luego le contarían todo lo que ocurriera. Tío Tim le había prometido que en compensación le ayudaría a lavar los huevos recién puestos, y Penny estaba deseando hacerlo al día siguiente después del desayuno.
Benjy, Rory y Sheila fueron o la cueva de Sacolín, que estaba sentado fuera con algunos de sus amigos. Los niños vieron que eran conejos, pero salieron huyendo en cuanto ellos se acercaron.
—Quisiera que los animales no huyesen de nosotros —comentó Sheila—. Hola, Sacolín…, estamos tan emocionados. ¿Qué vamos a ver esta noche?
—Espero que veáis al caballero que da su nombre a estos bosques —dijo Sacolín mostrando sus blancos dientes en una sonrisa.
—¿Qué caballero? —preguntó Sheila extrañada.
—El señor Brock, el tejón —replicó Sacolín—. Años atrás había muchos más tejones de los que hay ahora, y su nombre regional Brock, fue dado a nuestros bosques. Ha estado durmiendo todo este crudo invierno, pero ahora saldrá. Vamos.
—¿Entonces, sabe dónde vive? —le preguntó Benjy trotando al lado de Sacolín.
—Sé donde viven todos los tejones de los bosques de Brock —repuso Sacolín riendo—. Mirad… ahí va la zorra roja de caza nocturna. ¡Espero que no vaya en pos de los pollitos de vuestro tío!
A la luz de la luna, recortándose contra el resplandor del cielo, los tres niños pudieron ver la graciosa figura de una zorra en la ladera de la colina. Allí estaba parada escuchando y olfateando.
—Me huele a «mí»… pero también os huele a vosotros —dijo Sacolín—. Si estuviera solo vendría trotando detrás de mí como un perro.
Benjy suspiró de envidia.
—Se parece bastante a un hermoso perro con una gran cola, ¿verdad? —dijo—. ¡Oh, se ha ido!
Penetraron en los bosques del Brock, y pronto llegaron a un lugar donde Sacolín se detuvo. Una lechuza cantó fuerte sobresaltando a Sheila.
—Ahora hablar bajito —les aconsejó Sacolín—. Quedaos aquí de manera que el viento sople en este sentido y de este modo el tejón no nos olerá.
Los niños contemplaron la orilla, y en ella se veía claramente a la luz de la luna, un gran agujero oscuro.
—Ésa es la entrada de la madriguera del tejón —les dijo Sacolín—. Puede que salga dentro de pocos minutos. Le aguardaremos.
Fuera de la madriguera del tejón había un montón de tierra.
—¿Qué es eso? —susurró Sheila.
—Ésa es la tierra que el tejón ha ido sacando al excavar su escondite —dijo Sacolín con una voz que semejaba el rumor del viento entre los árboles. Era maravilloso cómo podía hacer que sus palabras semejaran el soplo del viento.
—¿Y qué es ese montón de hojas secas que hay allí? —susurró Rory.
—Eso es la cama vieja del tejón —repuso Sacolín—. En el otoño recoge muchas hojas muertas y las lleva a su madriguera para su cama. De este modo está calentito y cómodo. Pero si se despierta para dar un pequeño paseo durante una temporada cálida, a menudo saca las hojas de su cama y los remueve.
—¡Oh…, mirad…, mirad! —susurró Sheila agarrándose al brazo de Sacolín—. ¡Algo está saliendo por el agujero!
—¡Y vaya si era cierto! Un rostro rayado salía olfateando el aire de la noche. Era Brock, el tejón.
Ninguno de los cuatro hizo el menor ruido ni movimiento alguno. El tejón sacó un poco más la cabeza olfateando ruidosamente. Olfateaba el olor de sus enemigos. Jamás salía si olfateaba algo extraño o sospechoso.
El viento soplaba en dirección a los niños, por eso no pudo olerles. Ni tampoco ellos pudieron olerle a él, ya que su olfato no estaba acostumbrado a percibir el olor de los cuerpos de los animales, mas Sacolín sí podía olerle. Sacolín conocía el olor de los tejones y le gustaba porque eran limpios.
El tejón salió de su «madriguera» y los niños pudieron verle con toda claridad o la luz de la luna… ¡pero en cuanto penetró en las sombras pareció desaparecer!
—¡Qué extraño! —susurró Sheila—. Ahora no puedo ver su rostro rayado. Parece haber desaparecido… y no obstante sé qué está entre esas sombras porque le oigo.
—Su rostro tiene esas rayas para que no pueda ser visto con facilidad en el bosque bañado por la luna —dijo Sacolín con su voz grave—. Por esa misma razón la cebra es rayada, Sheila. Las rayas blancas y negras semejan la luz de la luna y las sombras del bosque. Ahora viene, mirad… observad su cuerpo robusto y su pelaje gris rojizo, así como su hocico puntiagudo. ¡Brock! ¡Brock!
El tejón se detuvo en seco mirando en dirección a Sacolín. Olfateó con fuerza percibiendo el olor de los niños al mismo tiempo que el de su amigo, y se volvió para regresar a su guarida. Entonces Sacolín le habló en su lenguaje… gruñidos y otros ruidos curiosos que Benjy sabía no iba a poder imitar ¡aunque estuviera ensayando toda la vida! El tejón se detuvo, mirando indeciso a Sacolín.
El hombre dejó a los niños para acercarse solo a Brock, que se puso patas arriba como un perro lanzando gruñidos de placer mientras Sacolín se arrodilló junto a él para acariciarle y rascarle donde más le gustaba. Los niños apenas se atrevían a respirar ante algo tan insólito.
Sacolín hablaba al tejón, le gruñía, y de cuando en cuando se dirigía a los niños con la misma voz.
—¿Veis sus grandes pezuñas, niños? ¡Mirad qué negro es por debajo! ¿Veis qué cuerpo más robusto y ancho tiene este tejoncito mío?
Benjy no pudo soportarlo por más tiempo, tenía que participar o estallaba. Seguro, seguro que el tejón le dejaría jugar con él como lo estaba haciendo Sacolín…
Corrió para participar en el juego… para antes de que llegara el tejón se había marchado y Sacolín quedó allí solo de rodillas. ¡Benjy oyó como el tejón se abría camino por el bosque!
—¡Oh! —exclamó decepcionado—. Se ha ido.
—¡Naturalmente! —replicó Sacolín—. ¿Querías conseguir en un minuto, lo que a mí me ha costado años? ¡Y sin duda sabes que ningún animal, doméstico o salvaje, soportaría una carrera así! ¡Incluso Sombra, el perro, se hubiese asustado!
—Sí… lo sé —dijo Benjy—. Pero oh, Sacolín, deseaba tanto tocar a ese tejón. ¿Cómo consiguió domesticarlo tanto?
—Una vez tuve tres cachorros de tejón —repuso el salvaje—. Cuando crecieron me dejaron participar de su vida. Ése es uno de esos cachorros. Me siguen conociendo y me quieren. Acercaos a la madriguera de Brock, niños, y mirad dentro. ¡No podréis ver mucho… pero si pudieseis entrar veríais lo grande que es!
—¿Es muy grande? —preguntó Rory arrodillándose para introducir su cabeza.
—¡Rory va a entrar a mirar! —exclamó Sheila riendo—. ¡Cuidado no te encuentres con dos o tres tejones más, Rory!
—Esta madriguera tendrá cerca de dos metros —le dijo Sacolín—. También hay pasillos y galerías y señor Brock se ha hecho una entrada posterior detrás de estos arbustos. Creo que la zorra roja solía vivir en uno de esos pasadizos, pero el tejón la echó. No puede soportar el olor a zorra.
—¡Cielo santo! ¡Es una auténtica cosa subterránea! —exclamó Rory—. Ojalá fuese lo bastante pequeño para poder entrar. ¿A dónde ha ido el tejón, Sacolín?
—A buscar comida —replicó el hombre—. Ha dormido casi todo el invierno y tiene hambre. Cuando se echa a dormir bloquea esta entrada y la posterior también.
—Yo creía que era demasiado patoso para buscar su propio alimento —dijo Benjy.
—Por lo general se apodera de animales heridos o enfermos —repuso Sacolín—. Sé a dónde ha ido el señor Brock esta noche, estoy seguro. Ha ido a las rocas que hay no lejos de la granja de vuestro tío para ver si alguna pequeña corneja ha caído de su nido.
—¿Caen en las trampas alguna vez? —preguntó Rory.
—Casi nunca —repuso Sacolín conduciendo a los niños lejos de la madriguera del tejón—. Estoy seguro de que el tejón que visteis esta noche jamás caerá en una trampa. Tiene una curiosa manera de manejarlas.
—¿Cuál es? —quiso saber Benjy.
—¡Rueda pesadamente sobre ellas! —dijo Sacolín—. Aguarda hasta oír saltar el muelle, y entonces sabe que la trampa está segura. Después de esto, con toda calma se apodera del cebo y se marcha tan tranquilo.
—¡Es más listo de lo que parece! —exclamó Sheila con admiración—. ¿Va a enseñarnos algo más esta noche, Sacolín?
—Sólo el camino de vuestra casa —replicó Sacolín riendo—. ¡Ahí está… mirad! Venid a verme cualquier otro día.
Entonces se encaminaron hacia la granja a la luz de la luna, aguzando la vista para ver tejones, zorras o cualquier criatura que pudiera acercarse. En cuanto a Benjy, intentaba imitar los ruidos que Sacolín hizo para entenderse con el tejón… ¡hasta que los otros dijeron que tendrían que comprar algodón para taparse los oídos, si no se callaba!