CAPÍTULO XIII

El «Mercedes» se detuvo a cincuenta centímetros de la parte posterior del «403» que, a su vez, tenía el morro contra el flanco del camión.

Alex saltó a tierra. En dos zancadas llegó a la portezuela derecha del «403». Langelot saltó por el otro lado y bloqueó la portezuela izquierda. Montferrand bajó más lentamente del camión y se acercó a la portezuela izquierda, abriéndola.

—Señor profesor, soy el capitán Montferrand de los Servicios Especiales. Le ruego que nos acompañe inmediatamente. Hemos recibido órdenes precisas y debo advertirle que las cumpliremos puntualmente, cualquiera que sea su actitud… A cambio, le doy mi palabra de oficial francés de que será usted bien tratado, que no correrá ningún peligro inútil y que su estancia entre nosotros terminará el día del lanzamiento de Rosalía. Su hija le espera en el otro coche.

Roche-Verger miró al oficial y le hizo una mueca horrible. Luego preguntó:

—¿Es usted de la Policía?

—No, nada de eso. Soy militar.

—¿Y qué dirá la Policía cuando se entere?

—Nuestra misión no consiste en preocuparnos de lo que dice la Policía, señor profesor. Nosotros dependemos del Ministerio de Defensa y no del de Interior.

—Se pondrán furiosos, seguro.

—Es probable.

—¡Secuestrado! ¡Y delante de sus narices! ¡Es una buena broma para ellos! ¿No cree lo mismo, Timothée?

Timothée se guardó su opinión.

—¿Y qué van a hacer con mi coche? —siguió el profesor.

—Un chófer lo llevará a su garaje habitual.

—Y a mi amigo Timothée, ¿le llevarán también a su casa?

—Lo lamento. El señor Timothée ha sido testigo de la invitación que acabamos de hacerle y que usted acaba de aceptar; así que nos vemos obligados a rogarle que nos acompañe él también.

—¿Y su partida de billar en Chez Louis? —se indignó Roche-Verger—. Ya sabrán que juega muy bien al billar.

—Tendrá que dejarla para la semana que viene —dijo Montferrand—. Estoy seguro de que el señor Timothée no pondrá dificultades…

—¡No, no! —respondió Timothée, que parecía aterrado—. Disponga todo lo que convenga con el señor profesor.

—¡A caballo! —dijo Montferrand.

El profesor Roche-Verger, con una ligera risita, dejó su sitio a un segundo chófer suplementario, que había bajado del camión, y se dirigió hacia el «Mercedes» a la pata coja.

—¡Papá! —gritó Choupette—. Estoy encantada de que hayas accedido. Langelot me ha explicado que no estarías seguro en casa. Los italianos querían dar quinientos mil francos y los ingleses nos han seguido y la D.S.T. ha venido a registrar la casa. Con estos señores estarás bien, son muy amables.

Roche-Verger besó cariñosamente a su hija y se recostó sobre los almohadones del «Mercedes».

—Predicas a un convencido, Choupette. Tres semanas sin verle la cara a un policía. ¡Va a ser el mismísimo Paraíso!

Entre tanto, Montferrand se había acercado cojeando al «Mercedes», en el que se habían instalado ya los demás agentes del S.N.I.F.: Alex y Charles, delante con Timothée; Langelot detrás, con el profesor y su hija.

—¿Tiene todas las consignas, Alex? ¿No hay más preguntas?

—No, mi capitán.

—De todas maneras, estableceremos contacto por radio a las horas convenidas, gracias al 113.

—Sí, mi capitán.

—Entonces, buena suerte.

—¡Cómo! —exclamó Choupette—. ¿No viene con nosotros, señor?

—Desgraciadamente, no, señorita. Con una pierna de alambre y plástico, no soy apto para lo que llamamos la acción. Ahora, es el teniente Alex quien toma el mando. Yo hago la siesta en París, y me entero de los resultados. Diviértanse.

Toda esta escena no había durado ni tres minutos. Montferrand volvió a subir al camión. El enorme vehículo retrocedió para dejar paso al «Mercedes», que ya se había puesto en marcha.

Choupette miró las nucas de los dos «snifianos» que tenía delante. Lamentaba sinceramente que Montferrand no fuera con ellos. El capitán, con su calma, sus cabellos grises, su aire de padre de familia, le inspiraba confianza. Alex, por el contrario, le hacía sentirse incómoda, con su nuez sobresaliente y su aspecto de pirata triste y concienzudo.

Miró de reojo a Langelot; éste vigilaba la carretera por el cristal trasero.