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Camille y Franck no asistieron a la copa de despedida del grupo de teatro porque no podían permitirse perder el tren de las 23:58.

Esta vez se sentaron uno al lado del otro, y no hablaron mucho más que a la ida.

Demasiadas imágenes, demasiadas emociones…

—¿Crees que volverá a casa esta noche?

—Mmm… Me parece que esta chica pasa un poco de las cuestiones de etiqueta…

—Es alucinante, ¿no?

—Totalmente alucinante…

—¿Te imaginas el careto de la Marie-Laurence cuando descubra a su nueva nuera?

—A mí me da que falta aún mucho para eso…

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé… Intuición femenina… El otro día, en el castillo, cuando estábamos dando un paseo después de comer con Paulette, Philibert nos dijo, temblando de rabia: «¿Os dais cuenta? Estamos en Pascua y ni siquiera han escondido huevos en el jardín para Blanche…» Tal vez me equivoque, pero tengo la sensación de que eso fue la nota de agua que cortó el cordón umbilical… A él, le hicieron pasar de todo sin que les guardara apenas rencor, pero eso ya… No esconder huevos de Pascua para esa niña, era demasiado lamentable… Demasiado lamentable… Me pareció que Philibert evacuaba su rabia tomando lúgubres decisiones… Me vas a decir que tanto mejor… Y tienes razón: no se merecían a alguien como él…

Franck asintió con la cabeza y la conversación quedó ahí. Si hubieran ido más lejos, habrían tenido que hablar del futuro en condicional (Y si se casaran, ¿dónde vivirían? Y nosotros, ¿dónde vamos a vivir?, etc.), y no estaban demasiado preparados para ese tipo de conversación… Demasiado arriesgada… Demasiado temeraria…

Franck pagó a la señora Pereira mientras Camille le contaba la noticia a Paulette, y luego picaron algo en el salón escuchando música tecno soportable.

—No es música tecno sino electrónica.

—Ah, usted perdone.

En efecto, Philibert no volvió aquella noche, y la casa les pareció horriblemente vacía… Se alegraban por él, pero no por ellos… Un viejo regusto de abandono les volvía a la boca…

Philou…

No necesitaron explayarse para comunicarse su desasosiego. Se entendían por completo.

Tomaron la boda de su amigo como excusa para darle al alcohol de alta graduación, y brindaron a la salud de todos los huérfanos del mundo. Éstos eran tantos que concluyeron esa agitada velada con una curda magistral.

Magistral y amarga.