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No quiso decirles más.

—Cuando sepa más ya os pondré al corriente…

—¿Eeeeh? Pero… a ver, tranquilízanos… ¿Por lo menos tienes alguna novieta?

—Una novieta —se indigno Philibert— ¡jamás de los jamases! Una novieta… Que palabra más fea… Una prometida, querido amigo…

—Pero… ¿y ella lo sabe?

—¿Cómo dices?

—¿Sabe que estáis prometidos?

—Todavía no… —reconoció Philibert, bajando la mirada.

Franck suspiró:

—Ya veo de que va la historia… Esto es un concentrado de Philou puro y duro… Bueno… tampoco esperes a la misma víspera para invitarnos, ¿eh? Que me de tiempo a comprarme un traje chulo…

—¡Y a mí un vestido! —añadió Camille.

—Y a mí un sombrero… —replicó Paulette.