La cocina olía un poco a fritanga pero estaban todos los cacharros lavados y recogidos.
No se oía un solo ruido, todas las luces estaban apagadas, ni siquiera se veía un rayo de luz bajo las puertas de sus habitaciones… Vaya… Y Camille que por una vez estaba dispuesta a zamparse la sartén entera…
Llamó a la puerta de Franck.
Estaba escuchando música.
Se situó en un extremo de su cama, con las manos en jarras:
—¡Pero bueno, ¿y esto qué es?! —preguntó, indignada.
—Te hemos dejado unas cuantas… Te las flambearé mañana…
—¡Pero bueno, ¿y esto qué es?! —repitió—. ¿No piensas echarme un polvo?
—¡Ja, ja! Muy divertido.
Camille empezó a desnudarse.
—Eh, chavalín… ¡No creas que te vas a ir de rositas! ¡Tienes que cumplir tu promesa, me debes un orgasmo!
Franck se incorporó para encender la luz mientras Camille dejaba tirados sus zapatos por ahí.
—¿Pero qué coño estás haciendo? Pero tía, ¿qué haces?
—Pues… ¡despelotarme!
—Noooooo…
—¿Qué pasa?
—Así no… Espera… Yo llevo siglos soñando con este momento…
—Apaga la luz.
—¿Por qué?
—Me da miedo que cuando me veas ya no me desees…
—¡Pero Camille, joder! ¡Para! ¡Para! —gritaba Franck.
Ligera mueca de contrariedad:
—¿Ya no te apetece?
—…
—Apaga la luz.
—¡No!
—¡Que sí!
—Contigo no quiero que sea así…
—¿Y cómo quieres que sea entonces? ¿Quieres que vayamos a montar en barca al Bois de Boulogne?
—¿Cómo?
—¿Quieres llevarme a dar un paseo en barca y recitarme poemas mientras yo acaricio el agua con los dedos…?
—Ven a sentarte aquí a mi lado…
—Apaga la luz.
—Vale…
—Apaga la música.
—¿Nada más?
—Nada más.
—¿Eres tú? —preguntó Franck, intimidado.
—Sí.
—¿Seguro que estás aquí?
—No…
—Toma, ten una de mis almohadas… ¿Qué tal tu cita?
—Muy bien.
—¿Me lo cuentas?
—¿El qué?
—Todo. Esta noche quiero saberlo todo… Todo, todito, todo.
—Es que, ¿sabes?, si empiezo… Tú también te vas a sentir obligado a abrazarme después…
—Vaya hombre… ¿Te violaron?
—No, a mí tampoco…
—Ah, bueno… Pues eso yo te lo puedo arreglar, si quieres…
—Ay, gracias… Qué majo eres… Estooo… ¿Por dónde empiezo?
Franck imitó la voz del presentador de un concurso para niños prodigio:
—¿Y tú de dónde eres, bonita?
—De Meudon…
—¿De Meudon? —exclamó—. ¡Huy, qué bien, qué bonito! ¿Y dónde está tu mamá?
—Mi mamá come medicinas.
—¿De verdad? Y tu papá, ¿dónde está tu papá?
—Está muerto.
—…
—¡Ah! Chaval, para que luego digas que no te había avisado… ¿Tienes preservativos, por lo menos?
—Tía, Camille, no me des estos sustos, que yo soy un poco tonto, ya lo sabes… ¿Tu padre está de verdad muerto?
—Sí.
—¿Y cómo murió?
—Se cayó al vacío.
—…
—Bueno, vuelvo a empezar y te lo cuento todo por orden… Acércate más porque no quiero que nos oigan los demás…
Franck levantó el edredón por encima de sus cabezas.
—Venga, cuenta. Así ya nadie puede vernos…