17

—¿Preparada?

—Te escucho. ¿Eso qué es?

—¿El qué?

—Ese maletín.

—¿Ah, esto? Es mi caja de cuchillos. Vienen a ser como para ti tus pinceles, vaya… Si no la tuviera, no serviría para nada —suspiró—. ¿Ves a qué se reduce mi vida? A una vieja caja que cierra mal…

—¿Desde cuándo la tienes?

—Ufff… Desde que era un chaval… Me la regaló mi abuela cuando empecé la formación profesional…

—¿Puedo echar una ojeada?

—Adelante.

—Cuéntame…

—¿El qué?

—Para que sirven… Me gusta aprender…

—A ver… El grande es el cuchillo de cocina, o el cuchillo de chef, sirve para todo, el cuadrado es para los huesos, las articulaciones, o para aplanar la carne, el pequeñajo es el cuchillo normal, el que hay en todas las cocinas, de hecho cógelo, lo vas a necesitar… El largo sirve para cortar verduras bien finitas, ese pequeño de ahí sirve para quitar los nervios y la grasa de un pedazo de carne, y su hermano gemelo, el de la hoja rígida, es para deshuesarlo, ese super fino es para preparar filetes de pescado, y el último, para cortar jamón…

—Y esto es para afilarlos…

—Yes.

—¿Y esto?

—Eso no es nada… Es para hacer lindezas, pero hace tiempo que no lo utilizo…

—¿Qué se hace con él?

—Maravillas… Ya te enseñaré algún día… Bueno, ¿estás preparada?

—Sí.

—Tú mira bien, ¿eh? Las castañas, te lo digo ya mismo, son una jodienda… Éstas ya las han metido en agua hirviendo, así que son más fáciles de pelar… Bueno, deberían… Sobre todo no hay que estropearlas… Las venitas tienen que quedar intactas, y que se vean bien… Después de la cáscara, hay esta pelusilla como de algodón, esta de aquí, y la tienes que quitar con el mayor cuidado posible…

—¡Pero me voy a tirar horas!

—¡Claro! Para eso te necesitamos…

Franck se mostró paciente con ella. Después le explicó cómo limpiar los mízcalos con un trapo húmedo, y como raspar la tierra sin estropearlos.

Camille se divertía. Era hábil con las manos. Le desesperaba ser tan lenta comparada con él, pero se lo pasaba bien. Las pepitas de uva rodaban entre sus dedos, y pronto pilló el truquillo para sacarlas con la punta del cuchillo.

—Bueno, para lo demás, ya veremos mañana… La ensalada no debería causarte mucho problema…

—Tu jefe se dará cuenta enseguida de que no valgo para nada…

—¡Eso, fijo! Pero tampoco tiene mucho donde elegir… ¿Qué talla usas?

—No sé.

—Te conseguiré una chaqueta y un pantalón… ¿Y qué pie calzas?

—Un 10.

—¿Tienes zapatillas de deporte?

—Sí.

—No es lo ideal, pero por esta vez te apañas así…

Camille se lió un cigarrillo mientras Franck recogía la cocina.

—¿Dónde es tu fiesta?

—En Bobigny… En casa de una chica de mi curro…

—¿No te asusta empezar mañana por la mañana a las nueve?

—No.

—Te lo aviso, solo habrá un pequeño descanso… Una hora como mucho… No hay que preparar almuerzo, pero por la noche serán más de sesenta cubiertos. Menú de degustación para todo quisque… Va a ser la pera… Doscientos veinte euros por barba, creo… Intentaré liberarte lo antes posible, pero me imagino que tendrás que estar ahí hasta las ocho de la tarde, como mínimo…

—¿Y tú?

—Pufff… Yo prefiero no pensarlo siquiera… Las cenas de Nochevieja siempre son una paliza… Pero bueno, pagan bien… Por cierto, para ti también pediré un buen pico…

—Oh, eso no importa…

—Sí, sí que importa. Verás mañana la que te espera…