7

—Odio el mes de diciembre. Tanta fiesta me deprime…

—Ya lo sé, mamá. Es la cuarta vez que me lo dices desde que estamos aquí…

—¿A ti no te deprime?

—Y aparte, ¿qué tal todo? ¿Has ido al cine?

—¿Qué se me ha perdido a mí en el cine?

—¿Vas a ir a Lyon en Navidad?

—Qué remedio… Ya sabes cómo es tu tío… Le trae sin cuidado cómo me encuentre, pero si me pierdo su pavo, me monta un cirio… ¿Te vienes conmigo este año?

—No.

—¿Por qué?

—Tengo que trabajar.

—¿Tienes que barrer las agujas del árbol de Navidad? —le preguntó, sarcástica.

—Exactamente.

—¿Me estás tomando el pelo?

—No.

—Que conste que yo te entiendo, eh… Tener que aguantar a todos esos imbéciles alrededor de una fuente de langostinos, no hay cosa peor, ¿eh?

—Eres una exagerada. Pero si son simpáticos al fin y al cabo…

—Pfff… la simpatía también me deprime, mira lo que te digo…

—Invito yo —dijo Camille, interceptando la cuenta—. Bueno, tengo que irme.

—Anda, ¿te has cortado el pelo? —le preguntó su madre delante de la boca de metro.

—Me preguntaba si te darías cuenta…

—Estás francamente horrorosa. ¿Por qué lo has hecho?

Camille bajó las escaleras corriendo.

Un poco de aire, rápido.