—¿Qué tal se encuentra?
—¿Es usted, Philibert?
—Sí…
—¿Estoy en su cama?
—¿En mi cama? Pero, pero… por supuesto que no… Jamás me…
—¿Dónde estoy?
—En los aposentos de mi tía Edmée, la tía Mee, para los amigos… ¿Qué tal se encuentra, querida?
—Agotada. Como si me hubieran pegado una paliza…
—He llamado a un médico…
—¡No, no tenía que hacerlo!
—¿No tenía que hacerlo?
—Ay, bueno… Por qué no… Ha hecho usted bien… De todas maneras voy a necesitar una baja laboral…
—He puesto a calentar sopa…
—No tengo hambre…
—Tendrá que hacer un esfuerzo. Tiene que alimentarse un poco, si no su cuerpo no tendrá fuerzas suficientes para desterrar a este virus fuera de sus fronteras… ¿Por qué sonríe?
—Porque habla como si fuera la guerra de los Cien Años…
—¡Espero que no le lleve tanto tiempo! Ah, ¿oye la puerta? Debe de ser el médico…
—¿Philibert?
—¿Sí?
—No llevo nada encima… ni talonario, ni dinero, nada…
—No se preocupe. Ya arreglaremos eso más tarde… Cuando llegue el momento del tratado de paz…