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El bombero, que no era el mismo que la otra vez pues de ser así Yvonne lo hubiera reconocido, revolvía incansablemente el café con la cucharilla.

—¿Está demasiado caliente?

—¿Cómo?

—El café. Que si está demasiado caliente.

—No, no, está bien, gracias. Bueno, todo esto está muy bien, pero tengo que redactar este informe…

Paulette seguía postrada en el otro extremo de la mesa. Ahora sí que la había hecho buena.