Tía Lauren echó un vistazo y flipó. Necesitaba puntos de sutura con urgencia. Ella no tenía en casa los instrumentos adecuados y yo necesitaba atención médica integral. ¿Quién sabía qué podría haber cercenado ese cristal, o qué virus y gérmenes podría tener? Mientras volvía a vendarme, me hizo beber una botella de Gatorade para recuperar los fluidos que podría haber perdido con la hemorragia. En cuestión de diez minutos Rae y yo estábamos sentadas en el asiento trasero de su Mercedes, saliendo del garaje.
Me quedé dormida antes de llegar al primer semáforo. Supongo que todas aquellas noches sin dormir tuvieron algo que ver con eso. Ayudaba estar en el coche de tía Lauren, con su típico aroma a ambientador de bayas, sus suaves asientos de cuero beis y la mancha azul desteñida allí donde, ya hacía tres años, yo derramé granizado. De vuelta a casa. De vuelta a la normalidad.
Sabía que no era tan sencillo. Yo no volvía a la normalidad. Además, Simon y Derek aún andaban por ahí fuera y yo estaba preocupada por ellos. Pero incluso esa preocupación pareció difuminarse en cuanto el coche se puso en marcha, como si estuviese dejando atrás otra vida. Una vida soñada. Pesadilla en parte…, y en parte no.
Levantar a los muertos, escapar de las garras de un doctor malvado, huir a través de almacenes con gente disparándome. Todo se me antojaba tan irreal dentro de aquel coche, familiar para mí, con su radio sintonizada en la W.J.Y.F. y mi tía riéndose por algo que le había dicho Rae acerca de su elección musical, contándole que yo también me quejaba. Tan familiar. Tan normal. Tan reconfortante.
Y, con todo, aun mientras mis pensamientos vagaban a la deriva, me aferraba a los recuerdos de aquella otra vida donde los muertos resucitaban, los padres desaparecían, los hechiceros dirigían experimentos espantosos y enterraban cuerpos bajo la casa y los chicos podían sacar bruma de las puntas de los dedos o se convertían en lobos. Pero entonces todo había terminado y era como despertarse para descubrir que ya no podría ver fantasmas nunca más. La sensación de que había perdido algo que haría mi vida más dura, pero también diferente. Una aventura. Especial.
* * *
Me desperté cuando tía Lauren me sacudió.
—Sé que estás cansada, cari. Sólo tienes que entrar y después podrás volver a dormir.
Salí del coche dando tumbos. Me sujetó y Rae acudió para ayudar.
—¿Se encuentra bien? —le preguntó a tía Lauren—. Ha perdido mucha sangre.
—Está agotada. Ambas debéis de estarlo.
Bostecé y di una fuerte sacudida con la cabeza en cuanto me golpeó el aire fresco. Podía adivinar un edificio frente a mí. Parpadeé con fuerza y logré enfocar. Un rectángulo de ladrillo amarillo con una sola puerta sin marco.
—¿Esto es el hospital?
—No, es una clínica donde no necesitas pedir hora para que te atiendan. Llamé al Buffalo General and Mercy, pero el servicio de urgencias estaba desbordado. La típica mañana de domingo. Entre los tiroteos del sábado noche y los conductores borrachos, aquello parece un zoo. Conozco a uno de los médicos de aquí, y te ingresaremos de inmediato.
Levantó la mirada cuando una mujer menuda y de cabello gris dobló la esquina.
—Vaya, ésa es Sue. Trabaja como enfermera aquí. Rae, Sue te va a llevar hasta la sala de espera, te traerá algo para desayunar y te hará una revisión.
Miré a la mujer con ojos de miope al tiempo que intentaba enfocar. Me parecía alguien conocido. Al detenerse para hablar con mi tía comprendí que debían de ser amigas. Sin embargo, después de que se alejase, una preocupación en el fondo de mi brumosa mente me indicaba cierta relación que no lograba establecer.
No fue hasta entrar cuando me di cuenta de dónde la había visto. Fue la noche pasada, agarrada a la valla de tela metálica gritando mi nombre.
Giré en redondo hacia tía Lauren.
—Esa mujer…
—Sí, claro, trabaja aquí de enfermera. Tendrá buen cuidado de…
—¡No! La vi anoche con el hombre que nos disparó.
El rostro de tía Lauren se crispó y me rodeó con su brazo.
—No, cariño, no se trata de la misma mujer. Has pasado por mucho y estás confusa…
La aparté de un empujón.
—No lo estoy. La vi. ¿Es ella quien recomendó la Residencia Lyle? Tenemos que salir de aquí.
Me aparté de su agarre y regresé a la puerta corriendo. Cogí el picaporte, pero ella también, y la mantuvo cerrada.
—Chloe, escúchame. Necesitas…
—Necesito salir —tiré de la puerta con ambas manos, pero ella la sujetaba con fuerza—. Por favor, tía Lauren, no lo entiendes. Tenemos que salir de aquí.
—¿Puede alguien ayudar a la doctora Fellows? —retumbó una voz en el vestíbulo. Me volví a tiempo de ver al doctor Davidoff caminando hacia nosotras con paso resuelto.
Un hombre lo rebasó deprisa, acercándose enseguida a mí con una jeringuilla.
—Eso no será necesario —dijo tía Lauren con tono brusco—. Ya le he dado algo.
—Pues veo que no está funcionando muy bien. Bruce, por favor, seda a Chloe.
Levanté la mirada hacia tía Lauren.
—¿T-tú me has drogado?
Sus brazos se cerraron a mi alrededor.
—Todo irá bien, cari. Te lo prometo.
La ataqué, golpeándola tan fuerte que trastabilló hacia atrás. Después me volví hacia el doctor Davidoff.
—Te dije que no era el modo de manejarlo. Te dije que me lo dejases a mí.
—¿Dejarte qué? —pregunté, retrocediendo un paso, despacio, hasta chocar con la puerta.
Mi tía se acercó para cogerme, pero alcé las manos manteniéndola a distancia.
—¿Dejarte qué?
El hombre de la jeringuilla me sujetó del brazo. Intenté zafarme, pero la aguja ya estaba dentro. Tía Lauren dio un paso hacia mí, con la boca abierta. Entonces una mujer llegó corriendo por el pasillo, llamando al doctor Davidoff.
—El equipo acaba de llamar para dar el parte de novedades, señor. No hay rastro de los chicos.
—¡Oh, qué sorpresa! —exclamó tía Lauren, volviéndose hacia el doctor Davidoff—. Kit los entrenó bien. Una vez que se han ido, continuarán corriendo. Te lo advertí.
—Los encontraremos.
—Será lo mejor, y cuando lo hagas espero que a ese bruto le den el trato que deberían haberle dado hace años. Matarlo como a un perro rabioso. Espera a ver lo que le hizo a Chloe en el brazo.
—¿D-Derek? —luché contra la fuerza del sedante—. Derek no me hizo esto. Me corté…
Tía Lauren me sujetó cuando caí deslizándome pegada a la pared. Intenté apartarla de un empujón, pero mis brazos no respondieron. Gritó para que se apresurasen con la camilla y después se inclinó sobre mí, sujetándome con fuerza.
—No necesitas encubrirlo, Chloe —susurró—. Sabemos lo que es —se volvió lanzando una mirada al doctor Davidoff—. Un monstruo. Alguien que no pertenece a la…
No logré entender sus siguientes palabras. La sala cambió, difuminándose.
Al enfocar, vi su rostro a un palmo del mío.
—Pero no le permitiremos que haga daño a Simon, Chloe. Eso te lo prometo. Cuando despiertes vas a ayudarnos a encontrar a Simon y traerlo de vuelta a casa. Sé que él es importante para ti. Es importante para todos nosotros. Todos lo sois. Tú y Rachelle, Simon y Victoria. Muy especiales. Tú eres…
Todo se volvió oscuro.