Encontramos a la señora Talbot preparando el tentempié de la tarde. Palitos de zanahoria con salsa para mojar. ¡Qué rico! Por muchas quejas que tuviese de Annette, al menos con ella en casa siempre disponía de bizcocho de chocolate y nueces.
—¿Tenéis hambre, chicas? No me extraña. Nadie comió mucho durante la cena.
Nos tendió el plato. Cada una de nosotras cogió un palito y lo hundió en la salsa.
—Chloe y yo pensábamos en Tori, señora Talbot —dijo Rae.
Posó el plato sobre la mesa, bajó la mirada y asintió.
—Lo sé, cariño. Se está tomando muy mal la marcha de Liz. Estaban muy unidas. Estoy segura de que se sentirá mejor en cuanto puedan hablar, pero, hasta entonces, puede que se sienta un poco deprimida mientras conseguimos… ajustar su medicación. Necesitamos que seáis aún más simpáticas con ella, chicas.
—Por supuesto —dijo Rae, chupando la salsa de sus dedos—. Aunque nos preguntábamos si acaso sería más fácil para ella que se quedase la habitación para ella sola. Yo podría dormir con Chloe.
La señora Talbot le tendió una servilleta a Rae.
—No quiero que se aísle demasiado, pero, sí, es probable que de momento esté más contenta así.
—¿Sólo por ahora?
La enfermera sonrió.
—No, puedes trasladarte al cuarto de Chloe de manera permanente, si eso es lo que ambas deseáis.
* * *
Rae comenzó a mudarse mientras Tori estaba en el piso de abajo, viendo la televisión, como si temiese que la señorita Van Dop o la doctora Gill vetasen el cambio.
Me tendió un paquete de camisetas.
—Se trata de Simon, ¿verdad?
—¿Cómo?
—Quieres saber por qué Simon está aquí.
—Yo no…
Plegó sus vaqueros con la mano e hizo un gesto hacia mí.
—Habéis estado charlando cada vez que comemos. Creí que quizá te estuviese utilizando para alejar a Tori de sí, pero hoy ella no prestó ninguna atención y él continuaba hablando.
—Yo no estoy…
—Vamos, te gusta. Eso está bien. —Abrió el cajón inferior correspondiente a Liz. Estaba vacío… Se había limpiado todo rastro de ella mientras estuvimos en clase—. A mí no me interesa ese chaval, pero es sólo mi opinión. Quizá no me haya dejado a un lado porque yo no estoy en su juego.
—¿Su juego?
Levantó unos pantalones vaqueros y señaló la etiqueta.
—¿Ves a alguien más por acá que vista vaqueros de Wal-Mart? Ésta es una residencia privada. Tienes que pagar por ella, y apuesto a que es más cara que vivir en una habitación de Motel 6. El mío es un caso de caridad.
—Yo…
—Si está guay. Tú me tratas bien. También Peter y… —recorrió su nueva habitación con una mirada sombría—… Liz. Derek es un gañán con todo el mundo, por eso no me lo tomo como algo personal. Si sólo me hacen el vacío Simon y Tori, entonces puedo soportarlo. Por eso creo que esos dos son perfectos el uno para la otra. Pero, ¿qué pasa si te gusta y le gustas? Pues que no es asunto mío. No obstante, eres lo bastante lista para echar un vistazo al trasfondo de la historia.
Se encaminó de vuelta a su antiguo cuarto, conmigo pegada a sus talones.
—La amiga de mi madre hizo eso mismo con el tipo con quien se suponía iba a casarse. Descubrió que tenía tres hijos a quienes ni había mencionado —me lanzó una sonrisa por encima del hombro—. Estoy bastante segura de que Simon no tiene hijos, pero nunca se sabe…
Cuando terminamos de vaciar sus cajones consideré la posibilidad de dejarlo ahí. Pero no quería que pensase de mí que era la típica chica que apenas llega nueva a un lugar y comienza a calibrar a los chicos. Si bien no estaba preparada para contarles a las enfermeras lo de Derek, sí debía decírselo a otra persona. De ese modo tendría un respaldo en mi historia si después necesitase recurrir a ella.
—No se trata de Simon —dije mientras volvíamos a nuestro cuarto—. Es Derek.
Estaba en pleno proceso de arrancar una foto de la pared y se le cayó, maldiciendo mientras yo recuperaba la foto del suelo.
—¿Derek? ¿Te gusta…?
—Dios mío, no. Quiero decir que Derek es a quien quiero investigar… Y no en ese sentido.
Suspiró y se reclinó contra la pared.
—Gracias a Dios. Sé que a ciertas chicas les gustan los patanes, pero es que es repugnante… —se sonrojó al coger la fotografía de mis manos e inclinarse por otra—. No debería haber dicho eso. No es culpa suya, todo es… —titubeó buscando las palabras.
—Agresividad adolescente.
Sonrisa burlona.
—Exacto. Debería darme pena el muchacho, pero es difícil cuando su actitud es tan fea como su cara —se detuvo con la foto en la mano y me lanzó una mirada por encima del hombro—. ¿Se trata de eso? ¿Acaso él…, te hizo algo?
—¿Por qué? ¿Tiene antecedentes de eso?
—Depende de a qué te refieras con eso. De ser un burro, sí, y de ser un patán, también. No nos hace ni caso, a menos que no le quede otro remedio, y, créeme, nadie se queja por eso. Entonces, ¿qué hizo?
Medité mis palabras. No quería que se empeñase en que hablara con las enfermeras, así que pasé por alto la parte del lanzamiento al otro lado de la sala y sólo le dije que me había seguido, presentándose cuando me quedé sola.
—Ah, le gustas… —me tendió una foto para que la sujetase.
—No, no se trata de eso.
—Vaya, vaya. Bueno, es probable que prefieras que no se trate de eso, pero te aseguro que lo parece. Quizá seas su tipo. Había un chico en mi escuela que me gustaba, estaba en el equipo de baloncesto. Era aún más alto que Derek, pero siempre iba detrás de chicas delgadas como tú.
Cogí otra de sus fotos.
—No se trata de eso. Estoy completamente segura.
Abrió la boca y sentí un destello de fastidio. ¿Por qué siempre que una chica dice que hay un chaval molestándola se tergiversa con un «ay, eso es porque le gustas», como si de ese modo se arreglase todo?
Al ver mi expresión, Rae cerró la boca de golpe y se agachó para coger otra fotografía.
—Me hizo flipar de miedo —le dije—, y quiero ver qué dice en su expediente. Ver si hay motivos para inquietarse o si tiene, ya sabes, algún problema.
—Eso es inteligente. Y lo siento. Si te asustó, entonces es un asunto serio. No pretendía hacer un chiste. Esta noche conoceremos los hechos.